Cada metro que recorría parecía que se acercaba más al fin del mundo. Una extraña sensación de viajar hacia ninguna parte, pero el mapa era diáfano, estaba bien encaminado y muy cerca de alcanzar su destino.

Al llegar, después de varias horas de coche, no tuvo más remedio que priorizar sus necesidades fisiológicas.

-Al fondo a la derecha tiene usted el escusado, no se equivoque porque está junto al establo y el mulo tiene muy malas pulgas.

La mirada del forastero se posaba en aquellos aspectos que más le llamaban la atención, un pequeño cartel pringoso ejercía un asomo de autoridad señalando que estaba reservado el derecho de admisión, una gran paradoja en un lugar en el que matarían por conseguir que entrara alguien.

Las pocas mesas del local, prácticamente vacías, ocupadas únicamente por dos clientes, cada uno con un vaso de vino y la mirada perdida en el recuerdo de aquello que fue.

Según parece, tiempo atrás, aquel municipio concentraba una parte importante de la economía comarcal. Su feria ganadera era de obligado cumplimiento para todos aquellos que necesitaran adquirir caballería, y además, su pujanza agrícola concentraba el comercio de productos que ahora habían sido sustituidos por otros de peor calidad, pero con unos precios con los que era imposible competir. Como consecuencia, desaparecieron todas las explotaciones agrícolas y también las ganaderas.

Las campanadas a muerto sonaron con el cierre de la escuela unitaria, ya no tenía ningún sentido, el último niño había entrado en la edad adulta y marchó a la ciudad buscando la vida que se le había escapado en su aldea.

Ahora era prácticamente una población fantasma donde el ulular del viento era el único acompañante en la visita a sus calles solitarias.

Tras el paseo el forastero volvió al único establecimiento abierto de la localidad, el bar en el que había entrado al llegar.

-Mire amigo, me voy a presentar, vengo destinado a este municipio, he elegido yo mismo este destino, buscando un lugar tranquilo donde ejercer mi profesión y llegar a la edad de la jubilación sin mucho jaleo. ¿Conoce si hay alguna casa que esté en alquiler o venta?

– ¿Cómo alguna?, el pueblo entero lo puede comprar si hace una oferta interesante. Incluido este colmado, se lo dejaría a muy buen precio.

Los dos parroquianos absortos, como si salieran de la situación de sopor en la que estaban sumidos se fijaron, en el tipo que estaba hablando con el tabernero.

-Pero que sorpresa, ya no tenemos maestro, tampoco veterinario, el cura marchó hace ya mucho tiempo, y del doctor que tuvimos ya nadie se acuerda. Con ese panorama me cuesta deducir lo que hace usted aquí, ¿para que lo han mandado? y sobre todo ¿cuál es su profesión?

-Yo creía que a estas alturas ya se habría dado cuenta de mi misión en el pueblo. Vengo a realizar la única tarea que queda pendiente. En fin, me volveré a presentar, soy el nuevo sepulturero.

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