Carmenza García, profesora de refuerzo escolar, sentada en la terraza de su casa, escucha a su vecina:

-Señora Carmenza ¡le dije a su marido que nos escapáramos juntos y brincáramos por una paredilla!

-¿Qué? pregunta Carmenza disgustada.

-¡La voy a dejar sin marido, me voy con él!

-Y él ¿qué dice?

-¡Que la dejará a usted!

-¡Hagan lo que les dé la gana y a mí me dejan en paz!

la vecina riendo se retira. Carmenza tiembla y susurra: «Dios mío, Tú sabes cuánto he luchado por mantener este matrimonio y ahora parece que sí lo voy a perder…» Se concentró en su plegaria cuando escuchó un sonido fuerte, pensó que era la llanta de un carro que había explotado. de reojo vio como un hombre caía a sus pies. Se quedó pasmada. Cuando sintió otro sonido similar y supo que habían matado a alguien. Se volvió histérica. Gritaba, mesaba sus cabellos, lloraba. Habían matado al hijo de la vecina que antes le había dicho que se escaparía con su marido.

Los días fueron pasando. El esposo de Carmenza tenía más miedo que ella y supo, por comentarios, que había sido un ajuste de cuentas y que todos los conocidos del asesinado, serían investigados. Como nada sabía del muchacho, nada informaba, nada decía. Carmenza también tenía mucho miedo y le dijo:

-Tenemos que cambiar de vivienda, no soy capaz de salir ni a la tienda…para ir a dictar clases, tengo que coger buseta y a veces el dinero no me alcanza, entonces, muerta de miedo, me toca pedirle a cualquiera de mis alumnos que me acompañen hasta la casa…

-Es mejor que lo hagamos porque no sé hasta dónde voy a resistir la preguntadera de la gente, piensan que tenemos información y nos están montando la «cazadora»…

-¿Cómo así?

-Me preguntan cada rato ¿dónde está la profesora de refuerzo escolar? ¿quién es el abuelo que arregla motores de lavadoras? y lo peor es que vienen en carros de alta gama…

-Pero entonces quiere decir que son gente con plata ¿cómo vienen a buscar a unos trabajadores de clase humilde en lugar de buscarlos en los barrios de los ricos?

Carmenza, con su esposo cambiaron de barrio, pero hasta ese lugar fueron a preguntar por la profesora de refuerzo y el abuelo que arreglaba motores. No les quedó otro remedio que abandonar la ciudad, porque Carmenza había cogido delirio de persecución y los nervios estaban haciendo su «agosto con ella».

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