– No te equivoques hija, no nos íbamos con pena. Nos íbamos hartos de trabajar y esperanzados.

(Paras, tragas aire, piensas y continúas. Yo escucho.)

-La llegada de las máquinas no nos hizo sentir que sobrábamos, nos hizo respirar de alivio y nos permitió sacudirnos la miseria y el dolor de riñones. ¡Ahí es nada!

(Una sonrisa, otra pausa. Haz todas las que quieras, que no hay prisa.)

-Y además de los riñones dolía más adentro muchas veces, la verdad …

(Irremediable suspiro.)

-…Dolía el no ver más futuro en el horizonte que lo ya conocido, generación tras generación. El no entender por qué demonios no salió adelante la vida de una hermana, o por qué no volvió ese vecino de la jodida guerra.

(Se han tensado todos tus músculos. Piensas mucho cada frase y yo entiendo que tienes la mente llena de recuerdos y que los vas colocando, poco a poco.)

-No queríamos más dolor ni más hambre. Nos sobraban. Nos íbamos, poco a poco y el pueblo se vaciaba… De cada casa salían uno o dos hijos que hacían de avanzadilla. Aunque teníamos muchas dudas y un poco de miedo, nos íbamos marchando sin demasiado pesar, ya te digo. ¡Y no nos arrepentiríamos realmente! (paras, piensas.) Salvo los que, cuando se marcharon, lo vendieron todo. Actuaban renegando, por impulso, y por ansia de dinero. Se negaron así la posibilidad del reencuentro y se despidieron para siempre.

(Quedas suspendido en tus pensamientos.)

-Nosotros, a pesar de hacer nuestro camino en un nuevo lugar, no dejamos nunca de pensar que nuestro pueblo nos esperaba. Nuestra casa siempre estuvo aquí, hija, y saberlo era tener refugio.

(Hacía mucho, papá, que no charlábamos sin más, que no nos escuchábamos…)

-También hubo familias, aunque pocas, que no quisieron o no pudieron moverse de sus casas y aquí quedaron… al cuidado de los espacios comunes y trabajando las tierras de todos. Les quedó cierta abundancia económica pero mucha soledad. Cómo son las cosas…

(Una última pausa, larga, eterna. Y, al llegar al alto, pienso: ¡un paseo! ¿Cómo no se me ocurrió antes? Nos ha costado mucho empezar a hablar pero creo que hemos dado con el entorno y con el tema adecuado. Nuestra pasión común: el pueblo.)

-¿Volvemos?

(Iniciando la bajada me regalas una frase que sella nuestra tregua recién estrenada… Un puñado de palabras nacidas del pasado, agarradas al presente y haciendo un guiño, ¿por qué no? al futuro. Te escucho y ambos reímos con la imagen de «el abuelo» en la cabeza.)

-¡Lo primero que entró en la casa de Vallecas fue el porrón!

(Regresamos.)


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