Duendes y fantasmas.

Duendes y fantasmas.

Adriana Mesiano

24/09/2018

El día había llegado y se festejaba la presencia de veinte familias que estaban repoblando aquel maravilloso lugar.
Durante un año Alicia había organizado y guiado un grupo de amigos en la realización de mejoras en diversos aspectos de la comunidad. Comenzaba a sentirse el incomparable perfume de las hierbas del huerto comunitario.

Ella se acercó al atril y, sin leer las hojas que había apenas apoyado, declaró con voz alta y firme:
—Me ha conducido hasta aquí un duende.
Los murmullos y las miradas de quienes estaban a su lado quedaron suspendidos en el aire terso de aquella mañana de primavera. Ella hizo caso omiso a sus expresiones y continuó impertérrita:
—Caminaba ese día por el bosque, hace hoy justo un año, y un duende apareció en mi camino, me dijo que tenía una misión para mí y me condujo hasta este pueblo donde pocas familias intentaban evitar el peligro inminente del desarraigo. Me explicó que hacían falta personas que se ocupasen de la naturaleza, que sembrasen y cosechasen y que debían volver hasta aquí el agua y las risas de los niños, los enamorados y las estrellas que habían desaparecido desde que nadie salía de noche a observarlas.
El discurso continuó mientras los presentes aceptaron con simpatía que Alicia se hubiera inventado una fábula para asombrarlos.
—Interrogué al duende sobre el motivo por el que el pueblo había comenzado a despoblarse, y él me dijo que por ignorancia. No comprendí y repetí mi pregunta; su respuesta no cambió.

Ella continuó explicando que los pueblos comenzaron a ser abandonados justo antes de que la ciencia desarrollase avances tecnológicos que permitieran una vida mucho más digna: Los paneles solares de última generación, la conexión a Internet por medio de redes inalámbricas, la preparación académica para padres que les permite seguir la educación de sus hijos con la ayuda constante de las escuelas cercanas, medios de movilización capaces de afrontar con toda seguridad los viajes hacia las localidades más próximas.
Siguieron cantos y palabras de exponentes políticos, llenas de un sinfín de promesas que fueron tomadas con la misma simpatía con la que habían aceptado la historia del duende; ¡pero Alicia decía la verdad!

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