Oh día, despierta!
Los átomos bailan.
Todo el universo baila gracias a ellos.
Las almas bailan poseídas por el éxtasis.
Te susurraré al oído
adonde les arrastra esta danza.
Todos los átomos en el aire y en el desierto,
parecen poseídos.
Cada átomo, feliz o triste
está encantado por el sol.
No hay nada más que decir.
Nada más.
Poema de los átomos – Rumi
Desde los álamos puedo contemplar el Leteo. Veo a las almas que vienen a beber el agua del río que les arrebatará la memoria y les regalará el olvido. Les han dado a elegir entre el dolor y la nada y han elegido la nada. El olvido es una especie de nada, pero más poética. Hace que te desprendas de los remordimientos y que no tengas sueños a los que poder decepcionar.
Hay otras almas imprudentes y alocadas que prefieren beber del río Mnemósine, el río de la memoria. Son almas a las que les ha mordido la nostalgia y no saben cómo curar esa herida. En la ribera del río Mnemósine, las almas se acurrucan, solitarias, entre los arbustos. Se las ve, cansadas y temerosas, a la espera de la llamada de los cuerpos. Son almas seminuevas que tendrán que luchar, sin tregua, contra los déjà vu y contra esa hiriente desazón que se instala, sin ningún motivo, en las tardes de invierno. Todas saben que el sabor de la memoria es amargo porque los recuerdos, ya sean luminosos o sombríos, duelen. Duelen los buenos. Duelen los malos. Todas lo saben y sin embargo, beben.
No tienen nada que ver con las almas del Leteo que sacian su sed en el dulzor de la desmemoria.Una a una. Luego se van juntas a retozar en las praderas. Las praderas que rodean el río son verdes. De un verde lujurioso que daña a los ojos. Quizá sea la lujuria que desprende el color, la razón por la que las almas bailan poseídas por el éxtasis y sus átomos se besan y acarician sin cesar. Están alegres porque el olvido las ha convertido en almas nuevas. A estrenar. Los peces que veo bajar por el río tienen más memoria que ellas. Miro los peces y me pregunto cómo será el alma de los otros seres vivos. El alma de un pájaro, de un árbol, de una montaña ¿En que río, cuyo nombre desconozco, beberán sus almas? ¿Tendrá remordimientos la montaña?
Pertenezco a esas almas que han bebido del río de la memoria. He bebido solo para conservar un puñado de recuerdos: el regazo de mi padre, los primeros besos, las miradas del deseo, las caricias del sol en primavera y las de la brisa del mar en verano. Cosas que se pueden contar con los dedos de una mano.
Mi alma es imprudente y alocada. Entre el dolor y la nada, siempre, elige el dolor.
No hay nada más que decir.
Nada más.
(*)Música de Armand Amar de la banda sonora de la película” Bab’Aziz, el sabio sufí”.
La autora del video es Victoria Andrés.
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