Tú eres la tristeza y de mis ojos
El teatro. Siempre el teatro,
Lloran en silencio por tu amor
casi vacío, y las pocas personas, sentadas con la espalda recta, expectantes,
Te miro en el espejo y veo mi rostro
tocadas por un velo de sutil sensibilidad; y la expresión de un dolor cercano, más cercano que el recuerdo y el olvido
El tiempo que he sufrido por tu adiós
Te obligo a que me olvide el pensamiento entonces me dije, ¿dónde estás? ¿Adónde te has ido?, y no hubo respuesta, no oí nada, sólo Pues siempre estoy pensado en el ayer el rumor atareado de la lluvia, allá afuera, en el mundo, sobre el piso de tierra y en las combadas tejas del cinc Prefiero estar dormida que despierta En la puerta de tu dormitorio colgué una muñeca de trapo, que yo misma cocí, y le dije a mis hijas, a tus hermanas, para cuando él vuelva la retiro. Porque él se fue, y porque hasta en el sueño lo veo regresar De tanto que me duele que no estés Y todavía me mira, desde la puerta, sus ojos grandes y pesados, oscuros como la pena
Como quisiera que tú vivieras
«Colectivo Madres Buscadoras Corocoras del Llano», dijo.
Son cuatro mujeres, en fila india, saliendo al escenario, cantando
Que tus ojitos jamás se hubieran
Cerrado nunca y estar mirándolos
«…formamos años atrás el grupo teatral “Las Corocoras”», dijo.
y caminando, y sus voces, espontáneas, unas primero, otras después, conjuntamente dispares, fuertes y roncas, vibrantes,
Amor eterno e inolvidable
bayetillas rojas al cuello
faldas blancas camisas blancas
macilentos rostros desairados
encajes de aguja y flores amarillas
faldas rojas desteñidas
Tarde o temprano estaré contigo
ornamentos y cuerpos robustos y la árida piel
Para seguir amándote
«…una apuesta en escena en el que se narra e interpreta el acontecer de la guerra; pero, sobre todo, la desaparición de nuestros hijos», dijo.
dejando una estela sutil, de circunstancias, mientras vacilantes avanzan por el escenario, y cantan, orgullosas, peregrinas,
faldas rojas camisas rojas
pálidas flores amarillas
y, en medio de atriles y fotografías y telares,
«¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!», dijo.
¿dónde estás? ¿Adónde te has ido?, me dije, y me contestó el atareado rumor de la lluvia. Llueve. La lluvia no ha parado de caer. Y como no tengo una tumba para llevarte flores ni oración, escribo y pinto en memoria tuya, mi hijo. Escribo:
«En el lecho del Señor Jesucristo,
dormirás
En el aire y en la tierra,
dormirás
Dormirás
en el agua y en el fuego
Dormirás
aquí cerca, junto a mi corazón»
y pinto las lágrimas que lloro para ti
dejan elevar la voz que se estanca perentoria y dilatada en el ámbito del teatro, y, como una madeja que cae en el sendero y persigue las huellas que quedaron atrás, hace retroceder el tiempo; sus voces llenas y tristes. Pero luego, palabra a palabra, el hilo de la madeja se estira tanto que los pies regresan, acompasados, débiles, por el sendero, desde el fondo de la memoria,
«¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!», dijo.
de tu dormitorio he hecho “El Cuarto de la Memoria”, con fotografías y telares y un retrato que pinté de ti, como todavía recuerdo que eras, y que llevo siempre cuando voy al teatro; guardo también tu ropa entre bolitas de naftalina y las pequeñas cosas triviales. La muñeca de trapo, desde la puerta, todavía me mira, con ojos oscuros y grandes; entonces me digo, ¿dónde estás? ¿Adónde te has ido? Hoy hace ya diecisiete años, once meses y ocho días. Y como aún me queda algo de aliento en la garganta, canto para ti Tarde o temprano estaré contigo
y el hilo de la madeja se recoge, al fin, rojo, el hilo, tejiendo la urdimbre de huellas que se cruzan entre sí y vuelven a su centro, sobre la superficie de la memoria, para nunca olvidar
Para seguir amándote
Audio material tomado de: www.youtube.com/watch?v=WTqtIRmanZc&t=301s
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