Capítulo I
SUSANA
¡Vaya que me he divertido en este viaje!Y cómo dudé en venir.
Es cierto que Sandra, Marcela, Ximena y yo nos conocemos desde chiquitas. Casi podría decir que somos amigas de la carriola, pues nuestras madres son amigas desde entonces.
Luego asistimos al mismo colegio. Ahí conocimos a Leyla que se incorporó a nuestro club. En ese colegio fuimos depositadas a los tres años para el kínder. Quince años después, al final de la línea de ensamblaje, es decir la preparatoria, nos recogieron. Ya crecidas, instruidas con esmero, educadas en los rancios valores y buenos modales, listas para el matrimonio o para la Universidad.
Usamos el mismo uniforme hasta los dieciocho años. En verdad llegué a detestar el color azul marino. Sé que es un tono elegante, que luce perfecto en las primeras comuniones y las bodas… Apenas hace un año compré algo de ese color, un lindo bolso. ¡Y me juré a mí misma nunca combinarlo con blanco y rojo al mismo tiempo!
¡No entiendo por qué no puede haber uniformes color rosa!
A la universidad, mis padres me mandaron bien equipada.
No me compraron ni auto ni computadora. Antes de ingresar me llevaron al cirujano plástico para que me aumentara los senos y me arreglara la nariz.
Así que sólo asistí dos semestres, tiempo suficiente para conocer a mi esposo, al primero. Porque el asunto de la vocación matrimonial que las monjas nos inculcaron ¡sí que es lo mío!
Sobre todo las bodas.Son lo mejor del matrimonio.
Me he casado cuatro veces. Hasta el momento. Pues ya le tengo echado el ojo a mi futuro quinto ex marido.
Soy una mujer congruente, al menos eso logré en los seis meses de terapia y tres años de casada con mi segundo Ex, un famoso psicoterapeuta. Pues soy en absoluto fiel al tipo de ex maridos que elijo: guapos, inteligentes, exitosos, ricos y mucho mayores. Aunque esto último va siendo más difícil con el paso del tiempo.
Recién cumplí cuarenta y cinco igual que mis amigas. Justo por eso estamos en este viaje.
Una semana en un barco inmenso, con muchas actividades , comida y bebida disponibles a todas horas , fiestas y espectáculos cada noche , recorriendo el Mar Caribe , muchas islas rodeadas de aguas transparentes con una docena de tonos de azul, pasajeros de todo el mundo y un Capitán ¡Uy! , justo como me lo recetó el doctor…
–Susana, tierra llamando a Susana—la risa de mis amigas me distrajo.
Como es la última noche que pasamos a bordo, quieren que nos tomemos una copa de vino en el camarote de Sandra. Les digo que necesito quitarme estos zapatos de tacón, son hermosos, hacen que mis piernas se vean esculturales pero literal ¡están asesinando mis pies!
Marcela se para junto a mí y dice que va a acompañarme al camarote, así se aseguran de que me reúna con ellas. Aunque me niego, no lo aceptan. Recorro con mi amiga el largo pasillo, ella va platicando todo el tiempo.
Yo, asiento, sonrío, o digo: “Aja”.La verdad es que no me entero ni de la mitad de lo que dice. Me gustaría decirle que me espere afuera, no quiero que entre. No porque haya desorden y me apene que lo vea. Siempre he sido ordenada y con mi tercer Ex, que padecía un trastorno obsesivo-compulsivo, me volví casi una maniática del orden.
El camarote es mi espacio, donde refugio mi intimidad y no me gustan las intrusiones. Por eso dudé tanto en venir al viaje.
Siete días con sus noches conviviendo, mucho espacio para las confidencias, que no deseo escuchar y mucho menos hacer.
De mi bolso de noche saco la tarjeta que sirve como llave y abro la puerta. Le digo a Marcela que vaya a su habitación a cambiarse en lo que yo hago lo mismo, pero no quiere. Dice que las amigas le encomendaron la misión de llevarme a la reunión “Si o Si”. Piensan que no querré asistir o que voy a quedarme dormida
–Por lo visto, nunca lo olvidarán ¿verdad?—la risa me gana– Ya pasó mucho tiempo, fue en la boda de Ximena, hace diecisiete años.
–Voy al baño, dijiste. Y te quedaste dormida sentada en el trono…–
Después de varias horas de fiesta y de muchos brindis, ya estábamos un poco tomadas; además mi primer marido había estado demasiado atento con otra invitada, por lo que tomé más de lo que acostumbro. Fui al baño,entré al gabinete,con cuidado cubrí el asiento con papel higiénico, enrollé la falda para que no se arrastrara, bajé las pantaletas y me senté. No recuerdo más.
Ellas me platican que aunque había pasado mucho tiempo estaban tan enfiestadas que no se dieron cuenta de mi ausencia hasta que mi marido fue por mí a la mesa, al no verme se molestó y comenzó a vociferar. Pensaba que yo me había ido sin avisarle. Mis amigas comenzaron a buscarme, luego recordaron que dije que iba al baño. Se encontraron con un gabinete cerrado por dentro, por debajo de la puerta se asomaban dos pies, muy separados, uno de ellos no tenía ya puesto el zapato. Golpearon la puerta, la empujaron y jalaron gritando mi nombre.
Al ver entrar a una niña con su madre, se les ocurrió una idea. Cargaron a la niña y la pasaron a la parte interna del gabinete, ella quitó el seguro y salió con la mano cubriendo su nariz. Adentro estaba yo dormida, sentada en la taza del baño, despatarrada, con los calzones en el suelo y el rostro aplastado contra la pared.
Mojaron mi cara mientras me hablaban, intentando despertarme, me pusieron el zapato. Había estado tanto tiempo sentada en el inodoro que tenía las pompas y las piernas muy entumidas , se rieron al ver en mi trasero una marca roja y jugarona : piedra , papel o tijeras para ver quien me ayudaría a limpiarme y ponerme las pantaletas.
Cuando llegamos al camarote de Sandra, nos esperaban ella y Ximena con botellas de vino, una charola de quesos y otra con fresas cubiertas de chocolate. Más tarde llegó Leyla, ya con pijama y pantuflas. Después de un rato y de dos botellas de vino, nos ponemos a jugar girando la botella, como lo hacíamos en la secundaria.
La boca de la botella me señaló a mí.Yo comencé a reír pensando que me tocaría ir a tocar la puerta de algún otro camarote, hacer alguna broma o un tonto castigo como cantar o declamar.
Estas cuatro mujeres son mis amigas, las mejores, las únicas. Disfruto salircon ellas, bromear, reírnos.Ellas conocen a una Susana extrovertida, risueña, arreglada y elegante; como si en mi vida todo fuera perfecto,pasando de marido en marido. Es que siempre les cuento lo que me pasa con una sonrisa, adornándolo, bromeando.
–Muy bien, ahora tendrás que contestar con total sinceridad lo que te pregunte— Sandy hizo una pausa y tomó un sorbo de vino –¿qué será bueno?—sus dedos golpearon la mesa – ya sé—su rostro mostró una sonrisa maliciosa –tienes que decirnos quién es la persona que te ha hecho mejor el amor, con quién has tenido el mejor sexo de tu vida.
Sentí que una pinza gigante me estrujaba el estómago. “Piensa rápido, Susana. Algo tienes que inventar”.
–Y con cuatro maridos en tu haber, de seguro que tienes muchos detalles jugosos que compartir—añadió Sandra.
SINOPSIS
Sandra, Marcela, Susana, Ximena y Leyla son cinco mujeres que han sido amigas la mayor parte de su vida. El año que todas cumplen cuarenta y cinco años, emprenden un viaje: un crucero de una semana por las islas del Caribe.
Aun cuando se han acompañado en muchos momentos de sus vidas, no han convivido siete días y siete noches. Comienzan jugando a un juego de la adolescencia. El juego de la botella. No hay castigos, hay que responder con la verdad a aquello que se les pregunte.
Hablan de su vida sexual y las historias se van entrelazando de maneras que nunca imaginaron.
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