Es el tercer departamento que veo en el día y en el tercer piso. Si el dicho se cumple, podría ser el último. La mujer de las llaves, como bautice a la pecosa de la inmobiliaria, abrió mecánicamente la puerta para darme paso junto con la luz que filtraba por el ventanal de la sala. Mientras observo el lugar ella se adelanta controlando que todo esté en orden. Me pareció que guardaba algo en el placar o simplemente lo cerró para dar mejor impresión. Caminé hacia la pequeña cocina con un vitró de colores claros que se reflejaban sobre la mesada negra casi sin uso, abrí el ventiluz redondo y vi la copa de los arboles de alguna plaza cercana. Pensé que entraba una mesa pequeña como la mía y mientras la pecosa insistía en mostrarme el baño, yo ya había decidido mudarme lo antes posible. Luego se explayó sobre los acuerdos del contrato y la garantía y aseguro que el precio era bueno porque la inquilina anterior aprovechó la partida de los que alquilaban en el piso de arriba para mudarse a un departamento con dos dormitorios. Pensé que un dormitorio más me vendría bárbaro para colocar las cámaras y los archivos de fotos expuestas pero, con una esquina de la sala era suficiente.

Después de varias mudanzas me volví experto en armar cajas. Las primeras que abría decían cocina y baño, cuando estos elementos estaban ubicados lo demás podía esperar. Rescate las cámaras de foto del baúl y mientras tomaba unos mates, arregle el rincón de laburo conectando algunos cables y apilando las fotos listas para la exposición. Toallas y sábanas arriba diría mi madre y las camisas colgadas, slogan habitual de algunas mujeres con las que compartí mis días .Pero algo trabó el ingreso de los toallones, estiré mi brazo y saqué un zapato, de taco alto y rojo. Busqué el otro, por obsesivo nomás y pensé en el título de la próxima muestra: IMPARES, lo cual me pareció más que una casualidad.

Las fotos sobre el tema pertenecían a distintos momentos de los últimos años. No era fácil encontrar objetos pares para fotografiar los impares…en fin, repasé: el hombre paseando un carro de mellizos con un solo bebe, la larga escalera que sostiene al operario colocando el minutero faltante en el reloj de la plaza , ese rostro perdido de mujer asomando entre el escombro con un solo aro, el manifestante buscando compañero para llevar el otro palo de la pancarta, eran tal vez, la smás logradas. En fin, le diría a la pecosa que retire el zapato y se lo de a la anterior inquilina, o tal vez la mujer lo viniera a buscar si antes vivió aquí. Yo me veía ridículo tocando el timbre con un zapato rojo en la mano y por el momento lo dejé sobre el baúl gastado.

En una hora de envión acomode varias cosas, Luego me senté en el borde de la cama y me dije que había encontrado el mejor lugar para dar una última mirada a las fotos, titular las que faltaban y enviárselas a María para incorporar a los catálogos que se entregarían en esa ocasión. Quedaban 15 días que no era mucho pero sí suficiente para que la flaca termine de armar la lista de títulos de la muestra. El aire entraba por la banderola de la cocina y la luz más baja del sol daba un tono extraño al zapato que parecía sobre un tablado. En un impulso busqué la cámara, enfoqué, dispare sobre el objeto, de pie y luego acostado sobre la madera. M e vi sentado ante la pantalla enviando la última toma, la foto final de la muestra y agregando un titulo urgente para ser incluido en el catálogo: descuido rojo.

Pulse el enter y me tirea lo ancho en la cama hasta el otro día.

Una silueta cuelga de la ventana de su cuarto.

Me gusta verla cuando la oscuridad asoma y hace reflejos sobre la colcha de la cama, sobre la espalda de María.

Ella duerme con la silueta que danza sobre su brazo, con partes de la silueta en su cara, sobre el párpado izquierdo. Pienso en cubrirla con la sábana pero no sé si realmente está ahí. A veces creo que sí. Otras, se levanta sin hacer ruido y aparece en la noche, como una silueta colgada de la ventana.

La muestra, un éxito dice Pedro. Un adulón de aquellos pero sabe de muestras. Me guío más por la cara de María que es infalible cuando le sonríen los ojos. Ella recibe, acompaña a la gente, conoce cada detalle y le gusta contarlo. Cada tanto hace un ademán que indica que el tal Julio Salas soy yo. En estos casos aprendí de algunos consejos: vestirme de un solo color con un pañuelo vivo al cuello o una bufanda contrastante si es invierno, entonces cualquiera dice es el de negro. Nunca sé qué hacer con las manos, por eso llevo una copa o un catálogo y cuando los visitantes se acercan a felicitar disimulo mi estado de fuga y nerviosismo.

Una chica morena y delgada observa las fotos de gran tamaño con atención. Se detiene un rato largo ante el zapato rojo y anota algo en una libretita. Me acerco y le pregunto si estudia fotografía dice que no, que es periodista. Se acomoda el cuello del saco como la madre de Ernesto cierra su bata- pienso.

carraspee para que el silencio no fuera final y obtuve una sonrisa divertida , me acerque

Ah, y viene a entrevistar al autor? – me oí decir- No, solo veo la obra. El tipo es muy viajero, difícil de encontrar según dicen en la redacción. Pero como es conocido gugleo un poco, comento la muestra y con una foto ya cubro el espacio que me dieron. Y usted, qué foto elegiría? Yo?, bueno no sé, la del zapato rojo? Justo la que tomé! Si, a mi me pareció que la pusieron al final porque cierra algún ciclo y me gusta usar el titulo descuido rojo para el artículo. Qué bien, en que diario saldrá? En la revista de arte Tercer ojo. Puede comprarla todos los meses en cualquier kiosco. Mucho gusto, salgo volando para el cine porque cubro los comentarios de la película y está por comenzar. Dicho lo cual caminó presurosa hacia la salida acomodando libreta, birome y catálogo en el bolso y haciendo un ademán con la mano libre, saludó a María.

Me aflojé un poco el nudo del pañuelo. Miré el ir y venir, los encuentros entre los conocidos del lugar, la señora concentrada en el pequeño buffet, la molestia de mis pies con zapatos nuevos y sin saber cómo, me encontré en la calle tomando un taxi.

Adonde lo llevo? Disculpe, aquí hay un solo cine? Si, se nota que no es de acá. Más o menos, no creas, hace mucho que no vengo. Llevame al cine.

Abrí la ventanilla y el aire me dio un soplo limpio y reparador. Cerré los ojos y cuando los abrí estábamos llegando.

Entre al hall silencioso, nadie en la boletería, pasé y me ubique en la última fila al lado de un tipo de anteojos que me dijo recién empieza. Me acomodé en la butaca y cerré nuevamente los ojos, lo poco que vi me pareció un bodrio intelectual con bella fotografía en blanco y negro. La próxima muestra sería en blanco y negro, se podría llamar Casablanca e incorporar algunas de las fotos censuradas durante la dictadura uruguaya.

Las fotos en blanco y negro conservan ese dramatismo intenso de las definiciones pensaba mientras el hombre de al lado me informaba que la película había terminado poniéndose de pie y mirándome fijo. Salí nuevamente al hall y vi a la periodista parada en la puerta, tomando fotos de la gente que se retiraba. Salí de foco y del cine prendiendo un cigarrillo en la vereda.

SINOPSIS

La novela cuenta parte de la vida de un fotógrafo uruguayo y viajero que busca instalarse en Buenos Aires . Una mudanza y la Exposición de fotografías aceleran un proceso interno de búsqueda de la identidad y el sentido del amor. Pasado y presente se confunden ante una persecución hacia su persona que pensaba superada. Reflotan las noches negras cuando su cámara captó fotos comprometedoras para la dictadura uruguaya y con pasos sobre los talones consiguió salir del país y alejarse sin itinerario, por un mundo desconocido.

Las mujeres y su destino de vida lo centraban y confundían ante su próxima exposición en blanco y negro.

Un triángulo amoroso y documentos debajo de la puerta, el número tres tan perfecto él, señalando una vez más su destino impar.

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