Basado en un sueño recurrente

Desperté en la casa una vez más.

Otra vez había un lugar nuevo por descubrir. Era un laberinto que no tenía fin.

Dos dimensiones existían en ella. La primera era habitada normalmente por diversas personas, la otra estaba completamente abandonada y solo yo podía descubrir.

La particularidad es que nadie era consciente de la existencia de los espacios que escondía.

La casa manifestaba ante mí en toda su integridad. Pero su sinuosidad requería que la contemplara de apoco, ambiente por ambiente.

La densidad del nuevo lugar era muy profunda. La dejadez y el misterio reinaban en cada rincón.

Cómo describir la inmensidad de la casa. Si pongo el foco en una vista cenital, desde arriba, como si la viera desde un avión su extensión trascendía la lógica humana.

Su expansión ocupaba todo el espacio. El núcleo comprendía hectáreas y sus jardines conectaban otras pequeñas casas que se encontraban en la misma propiedad.

Su monstruosidad ocupaba todo el planeta, o lo que se veía de él desde la vista superior.

Lo más extraño era que ninguno de los habitantes sabía de su proporción. Estábamos atrapados en ella sin saberlo. No existía escapatoria y sus recovecos eran una maraña.

Los lugares en común simulaban normalidad. Los inalcanzables, los hallaba por meterme en cuartos y pasadizos ocultos. Puertas que nadie abría, escaleras que nadie subía, medianeras que nadie trepaba, ascensores que nadie tomaba.

Así inicio mi conflicto, una relación de intriga, miedo y misterio que me hacía seguir buscando lugares en ella.

Paradójicamente la casa hablaba conmigo, evaluaba mis actitudes ante la revelación de un nuevo escenario.

Jugaba conmigo, me exigía física y psíquicamente antes de mostrarme un nuevo sector. Una vez que cruzaba a la segunda dimensión, me di cuenta que era consiente de todo lo que sucedía en la primer dimensión. Al atravesar los umbrales que me conducían a los sectores deshabitados mis sentidos se mimetizaban con los de la casa.

Cruzar una puerta jamás cruzada, o subir una escalera nunca antes transitada era como traspasar un portal.

Me convertía automáticamente en observadora, mis oídos escuchaban cada sonido, cada voz, ubicándome espacialmente y mostrándome con exactitud donde se encontraba cada uno de los visitantes.

Podía observarlos, escucharlos, olerlos, pero ellos no tenían ninguna percepción de mí.

La casa tenía personalidad, y extrañamente se complementaba conmigo. Si no era así podría pensar que me utilizaba para que sea testigo de ella.

Cada vez que me encontraba dentro, comprendía que tenía que descubrir una zona ignorada, o seguir interiorizando me en alguna visitada anteriormente.

La casa me transmitía lo que tenía que hacer, era una pérdida de tiempo querer revelarme.

Yo sabía lo que tenía que hacer y lo hacía. Podrán pensar que era una marioneta de la casa, pero lo extraño era que ella me enseñaba cosas de mi interior.

Cedía ante eso debido a que me enriquecía más y más cada vez que exploraba cada uno de sus recónditos espacios.

Mi guía era la intuición, mi coraje la adrenalina, mi curiosidad el misterio.

Lo que me transmitía estar en ese mundo, era como estar buceando las profundidades del océano, la oscuridad de un negro azulado impregnaba mis emociones.

El abismo se instalaba en mi pecho generando una presión que dilataba mis pupilas y me hacía estar alerta.

Esa era exactamente mi sensación cada vez que me hallaba dentro. Mi corazón latía muy fuerte, mis sentidos se agudizaban, mi cuerpo era más ágil. Lo que me permitía vencer las barreras que ella me ponía.

Incontables veces se me erizaban lo pelos del brazo al observar una situación perturbadora.

El alrededor era tan real como surrealista, me encontraba sola,excepcionalmente sola, huidiza, me escondía de los demás. Actitud esquiva que me recordaba la importancia de no ser vista, crucial para seguir indagando en los inabarcables relieves de la residencia.

Me sentía como una espía profesional que se camuflaba, escurridiza. Conocía con precisión cada sala. Entraba y salía del laberinto en el momento en que escuchaba una voz lejana acercarse.

De un cuarto pasaba a un vestidor, de allí a un baño que desembocaba en otro cuarto que conducía a una galería. Cada vez que penetraba en un nuevo ambiente, me alejaba más y más de aquella vos que quedaba perdida en el interior de la propiedad.

De esta manera iba descubriendo los mundos internos de la casa.

Escapándome de una persona, luego de otra y de otra llegaba sin saberlo a un pasaje. Una especie de atajo me colocaba en el acceso del lado oscuro. Desde allí comenzaba el reto conmigo misma que iniciaba la aventura. Investigar el ignorado territorio. Una zona con una atmósfera más espesa que la anterior.

Era una parte gemela de la casa, un lado sombrío. Desvencijada se exhiba ante mí dejando atrás su aspecto vivido.

Su luminosidad y vitalidad quedaban como un eco olvidado, aislado e incomunicado por una capa imperceptible, etérea, de un mágico gas que la in-visibilizaba ante los ojos de los que no atravesaban el portal.

Yo, antagónica-mente, podía observar más detalladamente los sucesos del lado opuesto donde me había encontrado instantes atrás.

Según cómo lo disponía la casa mi misión consistía en observar el lado contrario y sus personajes, o examinar el nuevo ambiente.

Cómo dije, mi intuición era protagonista en ejecutar los deseos de la casa.

Iba entrando en confianza visita tras visita. Sin deshacerme del enigmático estremecimiento, ganaba confianza y comodidad, cualidades que me hacían avanzar.

Estaba a la merced de lo que ocurría allí. Con el paso del tiempo la sentía más propia su energía me impregnaba. Era una con la casa. Se hacía parte de mí y yo de ella.

Si bien indagaba cada vez más, no se me iba la sensación de lo desconocido. Revelaba un misterio pero seguía habiendo un secreto escondido.

Me es difícil realmente expresar el precipicio de incógnitas que contenía aquel inacabable lugar.

Los acertijos se generaban como una habitación recubierta de espejos que se reproducían infinitamente.

Un espacio sideral que no tenía principio ni final.

Con respecto a la forma física de la casa, puedo percibir un estilo tradicional británico mezclado con algunos rasgos franceses. Por momentos iluminada por otros lúgubre. Techos altos, espacios amplios.

Tenía lugares acogedores y otros fríos. Era antigua en los sectores impenetrables, y moderna en los más transitados. En su conjunto parcia bonaerense, era rebuscada.

Su complejidad generaba una atracción desmedida en mí.

Estaba compuesta de pasillos angostos, escaleras largas, cuartos consecutivos, jardines interminables, medianeros impensados, sótanos y áticos.

Áreas ilimitadas. Reunía interminables materiales, paredes de madera, ladrillo, yeso. Los pisos generalmente de tablones donde el crujido resonaba estrepitosamente.

Existían cientos de entradas y salidas, clásicas y no convencionales. Gaudí diseño algunos detalles de la vivienda.

La mezcla orgánica que le había brindado el reconocido arquitecto, se contraponía a las rectas líneas que creaban nuevos sectores.

Las ventanas no se veían muy seguido, pero las veces que aparecían eran extensas o varias de un metro por un metro.

Solía ser silenciosa con abruptas interrupciones de sonidos, frecuentemente generado por las personas. Algunas melodías se oían debes en cuando.

El aroma era de madera antigua, probablemente proveniente de los pisos que unían la mayoría de los espacios.

Lo más imponente de la extravagante morada era que imposibilitada la comprensión de su totalidad.

Aclaración:

Está basado en un sueño recurrente que tengo desde los 12 años de edad.

Es el primer capítulo. Falta descripción de los demás ambientes de la casa. Además, lo que le sucede al personaje principal (yo) en los diferentes espacios y con los otros personajes.

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