I. HUMAREDA
- ¡Aquí nadie invita a unos vinos!- dice la Señora apostada en la barra. Lo hace con más efusión de la debida y varios en el café se giran a mirarla.
Ella, consciente de su propuesta, tan etílica, enrojece en las mejillas y comienza a reírse por lo bajo, sabedora de la imagen que proyecta un ama de casa de sesenta años gritando aquello.
Lolo y Sergi conversan detrás con cara de pasmados. En la mesa contigua una Chica Moderna mira de forma intermitente su teléfono móvil y los pliegues de su ropa. En otra dos Universitarios hablan enamoradizos, y en el otro extremo de la barra, los Habituales, dos señores que estipulan el horario del café como propio, desgranan todas las grandes cuestiones de la humanidad a ritmo de vermú. Bernnard, el camarero, sirve las bebidas diligentemente y en silencio.
Es el Café de Siempre. La luz naranja que filtran los cristales acortinados impacta sobre las mesas y los cuadros de baldosín con un brillo esotérico. El ambiente huele a alcoholes y a varias comidas entremezcladas. Hay un ruido continuo de conversaciones, vasos y botellines que genera un universo propio, una sensación de agradable camaradería.
Es la escena común de cualquier bar patrio. Como si Hopper pintara un cuadro cañí, con el casticismo y el olor a chato saliendo a borbotones de la pintura. Pero ¿es así? ¿Lo que creemos ver es lo que está pasando?
Por supuesto que no.
La Señora ríe por refrenar un impulso abismal de jugar en las tragaperras y bañarse en una lluvia dorada de monedas. La Chica Moderna recuerda con satisfacción cómo ha despedido a dos de sus empleados esta semana. De los Universitarios, internamente ella desearía abalanzarse sobre su amigo y sacarle la ropa para entregarse a la pasión, y él querría hacer lo mismo muchas veces, pero con el novio de ella.
Los Habituales se tienen un odio visceral entre sí, hastiados de esa eterna conversación, y si no fuera por el hábito social saldrían a quemar contenedores y lanzar cócteles molotov a las tiendas. Bernnard piensa en el proceso de desarticulación de células terroristas mientras pasa la bayeta por la encimera. Solo Sergi y Lolo tienen su mente puesta en lo mismo en que conversan, presos de un arrebato sabelotodo que los lleva a discutir de los temas más variados. Justo ahora están enzarzados en una discusión sobre gustos cinéfilos:
- – David Lynch está sobrevalorado en mi opinión- dice Sergi.
- – ¿Cómo? Lo qué pasa es que hay que entenderlo bien.
- – Quizás es que no hay nada que entender- dice. Y Lolo se congestiona dolido por lo que acaba de oír.
- – Quizás eres tú el que no ha logrado entenderlo- responde pronunciándolo con una calma exagerada, para cabrear más a Sergi.
- – Yo entiendo bastante. Si ves la película de Dune y has leído el libro, que es una proeza intelectual, te das cuenta de que Lynch no se ha enterado de nada.
- – Ya hemos tenido esta discusión antes Sergi. Esos es porque no has visto el metraje original. La versión de ocho horas.
- – ¡Ocho horas! Si necesitas ocho horas es para contar una película es que algo va mal.
- – Es solo para gente que aprecia el buen cine. Igual que Twin Peaks.
- – ¿También te gusta Twin Peaks? Es la mentira mejor vendida de los culturetas.
- – ¡¿Qué dices?! – grita Lolo encendiéndose.- Seguro que ni la has visto. ¿Cuándo la has visto? ¿Cuándo?
- – Este verano vi un par de capítulos- dice Sergi en voz baja.
- – ¡Un par de capítulos! Y el señor se siente con derecho a hablar sobre Twin Peaks. No esperaba esto de ti Sergi…
Se miran con desaprobación, inmersos en su batalla dialéctica, anticipando las posibles alegaciones de su amigo-enemigo y preparando respuestas imbatibles. En ese instante llega Bernnard con dos nuevas cervezas para sustituir a las otras vacías. Después de un trago todo se distiende otra vez. Bernnard va a decirles algo, pero gira la cabeza con desconcierto cuando ve entrar a alguien en el café.
Son una extraña pareja.
Un hombre y una mujer que caminan en paralelo como una dualidad cósmica. Van los dos vestidos de forma parecida, con traje, repletos de una elegancia suprema que solo se ve en las películas o en gente muy snob, y es justo eso lo que llama la atención en el ecosistema de alternativos y perroflautas. Sus mismos rostros no son de alegría ni fiesta, sino de controlada profesionalidad. Casi no hacen ruido queriendo pasar desapercibidos, y a ojos de Sergi, logran lo opuesto de su objetivo. Lolo mira distraído su teléfono, ajeno a toda las suspicacias de su amigo.
Mientras tanto Bernnard se apuesta en la barra a modo de trinchera defensiva. Los tres se quedan allí conversando. Desde donde está, Sergi no logra oír ni adivinar qué dicen.
- – ¡¿Has visto?! ¿Estás viendo eso?
- – ¿El qué , anti – Lynch?
- – ¡Esa gente! Qué mierda se traerá el Bernnard entre manos.
- – ¿Qué se va a traer Sergi? Tienes unas cosas… Será la inspección de sanidad o algo así.
- – Sí, claro, porque ahora los inspectores de Sanidad se visten de Adolfo Domínguez y parecen de la CIA… ¿No ves su actitud? ¿No ves el ceño fruncido de Bernnard?
- – Pero ¡qué dices! Deja de montarte películas. Te has visto todos los capítulos de Fargo y tienes la neura thriller en la cabeza.
- – Qué buena es Fargo… Qué fotografía tiene. Es una obra maestra como ponen los fotogramas en esa serie…
- Lolo afirma con una sonrisa de medio lado, consciente de dominar con tanta soltura la psicología de Sergi. Mientras lo hace, observa en segundo plano la escena de la barra y repara tranquilamente en cómo la mujer le entrega un sobre color café a Bernnard en un rápido movimiento. Dos segundos de extrema fluidez en ese gesto, para ocultarlo en el lento transcurrir de una conversación. Bernnard toma el sobre y lo hace desaparecer con la misma e inusitada rapidez. Después de varios segundos una descarga neuronal sigue un camino distinto en el cerebro de Lolo y abre los ojos asombrado.
- – Sergi, aquí está pasando algo…
- – … cómo eligen a los actores, de verdad, la tipa esta que hace de femme fatale en la última temporada es bestial, y la policía…
- – ¡Sergi!- susurra fuerte Lolo, y entonces se da cuenta de que está hablando de otra cosa.
- – ¡Qué!- susurra fuerte también Sergi.
- – Que sí… que está pasando algo entre esa gente y Bernnard.
- – ¿Ah, ahora sí? Ahora el señorito Manuel decide que sí que está pasando algo fuera de lo común y no son movidas raras del Sergi…
- – Disimula…- le responde hablando bajo.
- Los dos agachan la cabeza en una terrible simulación de conversación. El resto de los presentes en el café continua en sus burbujas de realidad sin enterarse de nada.De todo el universo de charla que podrían desarrollar, ni a Lolo ni a Sergi se les ocurre en ese momento de qué hablar. Se miran preocupados el uno al otro, con una angustiosa necesidad de romper el hielo.Ninguno podría concentrarse en un tema tan profundo susceptible de entrar en detalles como ese. Miran de reojo toda la escena de la extraña pareja y Bernnard. A él se le ve tenso, con la frente perlada de sudor y hablando sin apenas mover la boca. En un momento dice algo que provoca que el hombre y la mujer comiencen a discutir entre ellos. Ella se coloca un mechón de cabello en la oreja cual bailarina profesional y cierra la discusión. Se marchan.
- – ¿Has escuchado la historia de Bowie antes de morir? – ¿Has oído hablar de la ingeniería social en Facebook? – ¿Cómo? – preguntan a la vez.
- Lolo y Sergi miran hacia abajo agachando la cabeza mientras mantienen las retinas en lo alto, dándole a la escena una apariencia de thriller clásico. Sergi percibe el suave correr de un papel sobre el suelo de linóleo, pero concentrado como está en su papel de improvisado espía, decide no prestarle atención mientras los extraños sigan allí.Desde la puerta, que produce un sonido tintineante, la mujer le lanza una última mirada a Bernnard, quizás de desprecio o de ira contenida. Unos segundos después Sergi se agacha bajo la mesa, gesto que atrae las miradas de varios clientes, los Habituales y la Chica Moderna entre otros. Cuando resurge del suelo de servilletas arrugadas y huesos de aceituna, exhibe una sonrisa triunfante y un papelito en su mano izquierda.
- – ¡Mira!
- – Me estás dando un poco de vergüenza Sergi. ¿Qué es eso?
- – Un papel que se le cayó a la tipa esa.
- – ¿En serio? A ver…
Una circunferencia de sorpresa se dibuja en los labios de ambos al ver con mayor claridad la grafía del papel. Una serie de letras en tinta azul petróleo en alfabeto cirílico.
- – Eso es…
- – … ¡ruso!
- – No lo puedo creer… Lolo, tío… A ver en qué jaleo se ha metido el Bernnard….
- – Rusos, tienen que ser de alguna mafia.
- – Seguro que es algo de drogas.
- – En la barra de un bar, no sería tan raro.
- – … o trata de blancas… son rusos, podría ser trata de blancas.
- – Igual te estás montando películas otra vez, no ¿Sergi?
- – Sí, calla, es verdad, pero en alguna mierda está metido el Bernnnard. Quién se lo iba a imaginar, con lo tranquilo que es, con su rollito de ochentero desfasado.
- – Ya te digo. Mira tiene que ser una cosa de deudas. Yo vi una cosa parecida en Equipo de investigación. El programa este, no sé si lo has visto… Pues lo mismo Sergi, tío. Son unos fulanos a los que el otro les debe dinero por el bar o vete a saber por qué, y le están dando el primer toque de aviso. Es una movida de pasta, y por eso está preocupado. Nada más. Y deben ser los jodidos rusos de una empresa o algo. Gente de esta que va en plan elegante, pero son los más hijos de puta para cobrar las deudas. Y te vienen al bar a dar el primer aviso para acojonarte, para amenazar…
- – Ya, debe ser… – dice Sergi soltando el papelito. – Pobre Bernnard, se le ve preocupado al hombre.
- – Sí, qué putada. Brindemos por él.
- Y chocan las cervezas con resignación, bebiendo un trago amargo por el camarero y dueño, una especie de secreto homenaje por conjurar la buena suerte a ritmo de cerveza.
- Bernnard se interna dentro de la cocina cabizbajo. Los Habituales elevan su discusión eterna sobre las soluciones definitivas de la política nacional. La Chica Moderna sube a Instagram una foto del vino que está tomando con las paredes del fondo bajo el filtro Valencia. Los Universitarios se aturden cuando llega el novio de ella y el juego de atracciones y pulsiones equivocadas se intensifica. La Señora lanza miradas de malicia a ambos lados del bar y aprovecha para irse sin pagar el último vino, metida en un juego íntimo y particular de peligros.
- Sergi y Lolo beben parsimoniosamente.
- – Oye, ¿y qué tal con la Margotte?- pregunta Sergi a Lolo.
- – Ni tan mal. Se ha cortado el pelo y le sigue quedando tan bien. Está tan buena, tío. No sé si vuelve con lo de su tesis para Francia unos meses o qué. Y se ríe de todo lo que le digo. No sé si le hace gracia o piensa que soy imbécil, pero se ríe igual.
- – Ya. Yo no sabría tampoco.
- – Qué tonto eres. Mira esta foto. ¿Ves? Está buenísima. No sabes porque no te gustan las tías pero está increíble.
- – Se la ve guapa sí. Me cae bien Margotte. Más que tú.
- – Vamos a brindar otra vez por estoy por tu soberana estupidez Sergi- responde Lolo alzando la copa y exagerando la sonrisa.
- Vuelven a chocar las cervezas, dejando que el sabor les embriague.Bernnard reaparece tras la barra, con los ojos algo enrojecidos y un rictus muy serio.
- – Tendríamos que decirle algo.
¡BOOOM!
Una explosión exterior resuena. Una detonación que a ellos les suena gigantesca. Les encoge el corazón, y les deja paralizados mirándose el uno al otro, perdiendo toda racionalidad y despertando sus instintos de supervivencia.
Algún objeto se cae. Una ligera nubecita de polvo se alza en la calle, un manto suave de partículas suspendidas en un silencio eterno. Una imagen que podría ser de una belleza suprema, sino fuera tras una explosión. Como la forma luminosa del rayo después del trueno.
Una nubecita de temidas connotaciones. Todo el mundo permanece quieto durante varios segundos. Si emiten algún ruido no son palabras, rebajados a sus instintos de supervivencia, expectantes.
Después de ese intervalo la alerta permanece pero la parte racional del cerebro recupera el control y articula vagos pensamientos, hipótesis de aquello. Las ventanas del café tapadas por la neblina gris no permiten ver nada. Casi en una reacción paralela, Sergi y Lolo se levantan para ver que hay más allá. Bernnard corre tras ellos.
Frente a toda precaución, se internan en la humareda exterior como si se tratase de una atmósfera mágica.
SINOPSIS
Sergi , Lolo y Ana son tres amigos que cruzan conversaciones, risasy problemas en el Café De Siempre. Cuando de forma casual se topancon una historia que sale de la cotidianeidad, sus mentes aceleradas comienzan a figurar hipótesisde thrillers, y comienzan una investigación que es a la vez un viaje por el pasado cercano de nuestro país. Empieza la aventura disfuncional de este grupo de hipsters, que alternan su imaginativa visión alimentada por la cultura alternativa y retro con unos precarios métodos detectivescos.
Mientras investigan, se aviva el misterio sobre qué hay tras el camarero francés del Café, las personas que lo visitaron, las noticias de la televisión y las anomalías de algunos registros. Sin perder su sentido del humor, van adentrándose en un peligroso mundo de mafias y ambientes en los que todo el mundo oculta su identidad y sus intenciones, al punto de dudar si son reales sus suposiciones, están generando una historia propia o se internan en una trama demasiado grande y resbaladiza para ellos.
El desierto de Almería, caducas salas de fiestas o antiguas bases militares sirven de escenario a este desbarrado grupo de investigadores amateur, que provocan más problemas de los que investigan, y a los que les fascina todo lo ochentero como una fe propia. Al tiempo que lo hacen se va abriendo un inesperadoentramado de las catacumbas sociales y políticas de los años setenta y ochenta en España, el retorno de viejos amores y rencillas, y un abigarrado pero delicioso sabor vintage en las páginas.
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