“LA TERCERA VENIDA”

“LA TERCERA VENIDA”

Norberto Kleiman

05/03/2018


«La liturgia del Advenimiento se introduce cada día en el misterio de Dios que viene. Ella habla de una primera y una segunda venida de Cristo: la primera, en la noche de Belén, cuando el Hijo de Dios se hace hombre y nace de la Virgen María; la segunda se producirá en el Juicio Final.

Con el tiempo, la reflexión eclesial sobre la venida de Dios al mundo ha sido ulteriormente ampliada y ha reconocido una primera venida en la Creación, al comienzo de los tiempos, y una segunda en la Encarnación, para la redención del mundo. Tanto el primero como el segundo advenimiento se han realizado ya; vivimos, en vez, en espera de la tercera venida de Cristo, en la cual la Creación y la Redención encontrarán su definitivo cumplimiento.

Aquél que una vez para siempre ha redimido al mundo debe realizar la gran recapitulación de lo creado y, sobre todo, de la historia del hombre, para conducir toda realidad hacia aquella plenitud que sólo puede encontrarse en Dios».

De la homilía pronunciada por el Papa Juan Pablo II el día 1 de diciembre de 1996 en la parroquia de San Girolamo Emiliani.


“…ya no podemos, hermano loco,

buscar a Dios por las esquinas;

se lo llevaron, lo secuestraron

y nadie paga su rescate…

…decí qué hacemos vos y yo,

qué cosa vos y yo sobre este mundo

sembrando amor en un desierto,

tan estéril y tan muerto,

que no crece ya la flor”.

“A un semejante”.

Eladia Blázquez


PRIMERA PARTE

GÉNESIS






JOSÉ

Ese viernes se presentó lluvioso. ¡La puta madre! – pensó José – se nos va a la mierda el asado de mañana, ¡ qué cagada !. José Goldmann es muy mal hablado; permanentemente dice palabrotas. Si su madre viviera seguramente le diría: José Goldmann, sinceramente, no sé a quién has salido tan mal hablado; a tu padre y a mí, seguramente que no; porque, lo que es tu padre – que en paz descanse – que era un santo, jamás dijo una palabra más fuerte que la otra; y yo, bueno, creo que lo que es a mí jamás me habrás oído decir una palabrota;¿qué forma de hablar es esa?; ¡dónde se habrá visto un judío que emplee semejante lenguaje! ¡Qué ejemplo para mi nieto! Esa debe ser la influencia de tu mujer, María; ¡María!, claro,con ese nombre; ¿qué puede esperarse de alguien con ese nombre?; no parece judía. ¿A quién se le ocurre ponerle de nombre a una persona María? ¿Querés que te diga?, ¿la verdad?, a mí nunca me gustó. Acordate cuando me la presentaste y me dijiste, mamá, esta es María, ¿qué fue lo primero que te pregunté?, ¿María?, ¿es judía?, si mamá, es judía, ¿con ese nombre?, ¿estás seguro?, no parece. ¿Cómo se puede confiar en alguien que se llama María?, que es buen nombre para una «goie», nombre de «shiksa» pero, ¿»eso» es un nombre para una muchacha judía? Habiendo tan lindos nombres para una buena chica judía, como Rebeca, Sara, Raquel, Ruth o Miriam, ¿por qué María?; ¿de qué clase de hogar viene y qué educación puede haber recibido alguien que se llama así? Vos no me hiciste caso y te casaste igual.

José Goldmann no es religioso, pero respeta – ¿respeta? – algunas tradiciones, sobre todo, las gastronómicas. Su hijo está circuncidado e hizo el Bar-Mitzvá; fue a un colegio judío y dice que quiere ser rabino.

Cuando alguien le pregunta a José por qué le hizo la circuncisión a su hijo, se encoge de hombros y responde que es la tradición; su padre estaba circuncidado, a él le hicieron el «bris» y, por lógica consecuencia, a su hijo también se lo hicieron; eso, para José, significa ser judío. En cambio, hacer el Bar-Mitzvá fue una decisión de su hijo.

En realidad, todo eso, a José le importa un carajo; a él lo único que le interesa – de verdad – es su negocio. Siente que su hijo lo desprecia por eso. Y, sin embargo, gracias a la mueblería es que tiene todo lo que tiene: el piso en Alcorta, el Honda Civic, el dpto en Punta, la casa en Miraflores – donde, ¡que lo parió!, no van a poder hacer el asado mañana si sigue lloviendo como la puta madre – y su arritmia. Es muy joven para tener una arritmia; todavía no cumplió los cuarenta. En este momento, realmente no sabe cuál le preocupa más, si la arritmia de su corazón o la de su negocio. Se siente deprimido, ¿es eso, verdaderamente, lo que quiere en la vida?, le preguntó su analista; no lo sabe, no está seguro. ¿Será esto la crisis de los cuarenta? Su terapeuta le dijo que hiciera dos listas, una con todo lo que cree que debe hacer y la otra con lo que él sienta que quiere hacer. Las hizo; la primera es muy larga; en la segunda sólo puso una cosa: vivir. Su madre – si viviera – le diría: José Goldmann, ¿qué más podés pedirle a la vida?; tenés una familia, un buen negocio, dinero, salud – claro, su madre no sabe nada de la arritmia – un hijo maravilloso que te quiere y que piensa ser rabino, ¿qué más podés querer?

Que mi hijo no sea rabino.

Ese es el problema, la verdadera preocupación de José; su terapeuta lo sabe – para eso estudió – pero no puede decírselo, no serviría para nada; José deberá descubrirlo sólo. Entonces, ¿para qué gasta tanta plata en terapia?, diría su mamá si viviera.

José ha dedicado buena parte de su vida a tratar de no «parecer» judío. José Goldmann piensa: mi hijo quiere ser rabino; ¿te das cuenta?,el rabino Goldmann; es mi culpa; Dios me castiga; ¿por qué le hice el «bris», lo mandé a una escuela judía y le permití hacer el Bar-Mitzvá si yo no creo en nada de eso y – es más -en realidad, me importa tres carajos? Si a mí me llegara a pasar algo, ¿quién se haría cargo del negocio? Rabino, ¿de eso va a vivir? ¿A quién se le ocurre ser rabino?; eso es cosa de judíos; solamente a un judío se le puede ocurrir ser rabino.

¡Qué lo parió,llueve como la puta madre!; ¡qué cagada, si sigue lloviendo así, el asado de mañana se nos va a la mierda!


MARÍA

Mi suegra nunca me quiso; siempre lo supe, pero nunca entendí por qué. José ha tratado de convencerme de que no es cierto, que estoy equivocada, que son fantasías mías, de puro paranoica.

Yo estoy absolutamente segura de que es así, pero por más que lo he pensado y repensado, nunca logré descubrir el verdadero motivo. He llegado a creer – tratando de encontrar alguna explicación – que la razón fue que descubrió que yo había quedado embarazada antes de casarnos. Ella debe de haber creído – por lo mal pensada que era – que yo lo hice a propósito para obligarlo a su hijo a casarse, pero no fue así. Yo nunca antes había tenido relaciones; José fue mi primer hombre, y si decidimos hacerlo fue, justamente, porque ya teníamos resuelto casarnos. Puede creerme o no, pero lo que acabo de contarle es absolutamente cierto; además, ¿por qué habría de mentir?; ¿qué necesidad tengo de inventar algo que no sea la verdad?; y, por otra parte, ¿acaso me creería si le dijese que llegué virgen al matrimonio?; ¿sería eso más creíble que lo otro? ¡Claro que a pesar de eso nos casamos por templo!, pero fue para darle el gusto a ella porque, lo que era a José y a mí, nos daba exactamente lo mismo. A ella lo que más le preocupaba era qué les iba a decir a sus amigos; nosotros le dijimos que les diera la explicación que más le gustara, que inventara lo que se le cantara, que a nosotros no nos calentaba.

Me imagino que mi suegra debía estar convencida de que su hijo era un santo varón y yo una puta. Pero yo no quedé embarazada por obra y gracia del espíritu santo; a mí me embarazó José.

Se preguntará a que viene todo esto, por qué le estoy contando esto; y bien, sucede que anoche tuve una pesadilla; hasta donde recuerdo, en el sueño mi suegra – bueno, en realidad, yo creo que era mi suegra, aunque no podría afirmarlo con total seguridad ya que no le vi bien la cara, pero sí, en cambio, estoy segura de que se trataba de un pájaro o, al menos, de un ave, porque tenía alas – como le decía, mi suegra me habla en el sueño y me dice: «María, tu hijo va a ser un hombre muy importante pero va a acabar mal y ese va a ser el castigo por tu pecado». Puede imaginarse como quedé de impresionada por este sueño, y creo que por eso traje este tema a la sesión.

– ¿Algo más, María?

– Sí, me gustaría que me dijese que piensa usted de esto.

– Tendrá que ser en la próxima sesión, la semana que viene; por hoy, dejamos aquí; hasta el viernes.


DAVID

Me llamo David Goldmann. Capricorniano; tengo 19 años – nací el 25 de diciembre de 1958 a la madrugada – y soy sietemesino y judío.

Lo de sietemesino me lo explicó mi abuela y es muy fácil de entender; significa, sencillamente, que yo nací siete meses después de que mi mamá y mi papá se casaron. Lo de judío, es un poco más complicado.

Parece que, para algunas personas, el ser sietemesino es algo vergonzante, pero menos que el ser judío.

Al menos, nadie te dice sietemesino de mierda.

Soy «pito cortado» por judío, no por sietemesino.

Por estas y otras razones – que forman parte de los conflictos y contradicciones de mis viejos – es que me llamo David y no Salomón. Sucede que, como puede observarse fácilmente, David Goldmann suena mucho menos «moishe» que Salomón Goldmann, sobre todo para quien nunca haya oído hablar de la estrella o no sepa que significa Maguen David. Mi abuela – si viviese – diría: ¿y cuál es la diferencia, si los dos fueron buenos y sabios reyes?. Entonces, ¿cuál es la razón por la que, si en hebreo me llamo Schlomo – Salomón -como mi abuelo, me llame David, en castellano? Alguna razón debe haber, al menos para mis padres. A mí me habría gustado llamarme Moisés y haber nacido en Jerusalem; pero no, me llamo David y nací en el «Mater Dei «, aquí, muy cerca de donde vivo ahora con mis padres.

La primera razón que puedo dar acerca de por qué soy judío, es que mi madre – mal que le pese – es judía, y ya con eso alcanza. La segunda, es que me siento judío.

Pertenezco al «pueblo elegido» por Jehová y estoy orgulloso de la historia y tradición de mi pueblo. Por ello no me creo ni mejor ni peor que cualquier otro, simplemente me siento bien, me gusta ser judío. No pienso que sea distinto de los demás, aunque muchos estén convencidos de lo contrario.

Estudio…, perdón, corrijo, voy a la facultad de derecho porque mi papá quiere que sea abogado; ¿y por qué no médico?, preguntó mi mamá?; ¿y por qué no las dos cosas?, habría dicho mi abuela, si viviese.

Yo, en cambio, quiero ser rabino; siento que esa es mi verdadera vocación. Por momentos tengo visiones muy claras, pero difíciles de transmitir, de que ese es mi destino en la vida; que Dios me puso sobre la tierra para que sea rabino y cumpla con mi misión.

Amo todo lo que tenga que ver con la religión y con Dios; estudiar el Talmud y la Cábala, leer la Torah e ir al templo a rezar.

¿Por qué quiero ser rabino?; sinceramente, no lo sé. De dónde me viene esta necesidad, esta vocación, honestamente, no lo sé. Es como si fuese algo que me estuviera destinado; como si alguien lo hubiese decidido por mí. Pero, en cambio, sí sé para qué quiero ser rabino. Para cumplir con la misión que creo que Jehová ha reservado para mí: hacer que la gente viva mejor. Que haya menos sufrimiento, que los hombres no luchen y se maten entre ellos; que haya justicia en la tierra; que los pobres sean menos pobres y los ricos menos egoístas. Que la humanidad finalmente pueda ser feliz y vivir en paz.

Anoche tuve un sueño muy raro; soñé que estábamos en un campo de concentración y que mi papá se enteraba de que al día siguiente nos iban a llevar al exterminio en las cámaras de gas. Entonces, mi papá sobornaba al guardia para que nos dejara escapar. Luego me hablaba a mí y me decía: «hijo mío, esto lo he hecho por ti, para salvarte, porque tú eres el elegido de Jehová para salvar al pueblo judío».

Quedé muy impresionado por este sueño, cuyo significado profundo no alcanzo a comprender. Tendré que pedirle ayuda a mi grupo.

De todas formas, yo no me siento diferente a los demás, y no creo que eso sea porque en mi casa siempre hubo arbolito de navidad y me visitaban los Reyes Magos.

Hoy es viernes y dentro de unas horas comienza el shabat; ojalá siga lloviendo, así mañana me salvo de tener que ir a ese asado de mierda.


JUAN B.

«Mi mejor amigo es judío». Eso se lo oigo decir a mi viejo, cada vez que lo acusan de antisemita.

Yo no puedo decir lo mismo de David, porque no es mi mejor amigo, pero si le tengo gran aprecio y lo respeto mucho.

Con David compartimos el grupo desde hace dos años. No es el único judío en el grupo; pero, si bien me siento cómodo con todos,con él me sucede algo especial, distinto, como una cierta afinidad.

Aunque somos muy diferentes y pensamos de manera muy distinta sobre muchas cosas, hemos llegado a la conclusión de que tenemos objetivos básicos comunes en la vida, aunque diferimos en la forma de alcanzarlos.

Similitudes y discrepancias, veamos; él quiere ser rabino, yo líder; desea que la gente viva mejor y yo también; él es judío, yo marxista; él cree en Dios, yo no; quiere que haya menos pobreza, que la gente sea feliz y viva en paz, que no haya guerras ni miseria y triunfen el amor y la justicia; yo también; pero él cree que eso puede lograrse con la religión, yo, en cambio, con la revolución. Su arma es la Fe; mi arma son las armas.

Me encuentro con David en el “Varela Varelita”, el café de la esquina de Paraguay y Scalabrini Ortiz, para “arreglar el mundo”. Ese lugar tiene magia, nos hace pensar que quizás allí Discépolo escribió su “Cafetín de Buenos Aires”, “sobre esas mesas que nunca preguntan…”. Nos quedamos horas charlando y discutiendo mientras tomamos un café. Nunca llegamos a un acuerdo; David sigue en la suya y yo en la mía.

De estos temas sólo puedo hablar en el grupo, con mis compañeros y con David; en los demás no confío y en mi casa es imposible; mi viejo es milico y mi vieja es sometida; si les cuento mi vieja se muere y mi viejo me mata o – más jodido que eso – me denuncia. Creo que, para mi viejo, ser marxista es peor que ser judío.

¡Mierda, qué manera de llover!; mañana nos vamos a embarrar hasta las pelotas.


MARCOS

Yo soy Marcos, historiador; bueno, por ahora estudiante de historia. Pero pienso ser historiador. Mientras tanto, cuento historias; algunas tienen que ver con el grupo; con lo que pasa dentro del grupo y fuera de él.

En el grupo somos trece, sin contar al Terapeuta. Magda, David, Juan B., Raquel, Mateo, Pedro – al que llaman Pipo – Lucas, Juan E., Baltasar – que es uruguayo – «La Turca», Lea, Pablo y yo. Hasta aquí soy absolutamente descriptivo. De aquí en más, no puedo garantizarles nada pero, al menos, admitan que soy honesto al reconocerlo.

Juan B. sostiene que su arma son las armas; David, en cambio, dice que su arma es la Fe. Yo me pregunto, ¿cuál de los dos es más peligroso?


SESIÓN DEL GRUPO

Terapeuta: – «Ahora, vamos a hacer un ejercicio. Pónganse cómodos, cierren los ojos y traten de relajarse; olvídense de las cosas que les pasaron hoy y de los temas que traen. Fantaseen libremente qué o quién les hubiera gustado o les gustaría ser, y cuando lo tengan, díganlo con la menor cantidad de palabras posible». (Silencio).

Magda: – Madonna.

Juan B.: – El «Che» Guevara.

(Silencio).

Pedro: – Pescador.

Lucas.: – Mujer

Baltasar: – Blanco.

(Silencio).

Turca: – Evita.

(Silencio).

Pablo: – Artista; no, mejor escritor.

Mateo: – Militar.

Lea: – La Madre Teresa de Calcuta.

Juan E.: – Juez.

Raquel: – Yocasta.

(Silencio).

Terapeuta: – «¿Marcos?».

Yo: – Yo…yo…, un Eva…uno de los Evangelistas.

(Silencio).

Terapeuta: – «¿Y vos, David?». (Silencio). «¿David?».

David: – El Mesías.

Juan E.: – «¿Es que el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice aquel pasaje que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de David?».


SINOPSIS

En la Argentina son “los años de plomo”, la dictadura militar denominada “el proceso” (1976-1982). David tiene 20 años, proviene de una familia judía de clase media, quiere ser rabino, y le habría gustado poder ser “el Mesías”. Integra un grupo de terapia, y a través de las sesiones vamos conociendo las historias de sus compañeros, sus fantasías, sus emociones, sus frustraciones, sus deseos más oscuros, ocultos y reprimidos. Recorremos junto a David su camino hasta llegar a su- ¿imprevisible? – destino. La novela intenta ser una reflexión sobre la discriminación, la intransigencia, los prejuicios…

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