Anita siempre había querido tener una hermana o hermano más. Delgada con cara de espárrago. De baja estatura. De aspecto de anciana y de siete años y medio y unos meses más, observaba insistentemente a las familias más numerosas. Embobada se soñaba jugando con ese niño o niña. Se soñaba día y noche. Día y noche. Se veía a ella misma en el parque. En el supermercado. En el banco. En las calles. A ratos se escapaba de ella misma. Se turbaba. Y su cara de espanto llamaba la atención frívola y reiteradas veces a sus padres. Se enmudecía y las manos se le estiraban como nunca. Como ramas secas de un árbol moribundo en el bosque. Agonizando. En el bosque. Como siempre. Se quedaba pensativa. Pasmada. Imaginando cómo sería compartir la vida con otro hermano más. Anita siempre había querido tener una hermana o hermano más. Casi no tenía amigos. Su aspecto terrorífico y su personalidad retraída que le había otorgado el haber nacido prematura, la mantenían alejada de los demás niños.

Era costumbre que Anita pasara las mañanas y tardes sola. Su padre, un químico farmacéutico físico biólogo famoso de la ciudad y su madre la administradora del uno de los hoteles más lujosos de la ciudad. De la ciudad. Era costumbre entonces. A Anita la cuidaban a ratos solamente. Una chiquilla adicta de unos veintisiete años que no dejaba de fumar y fumar. Estudiaba enfermería. La cuidaba a ratos, como dije. Porque si no. Anita pasaba el día sola. Subía y bajaba las escaleras de la casa. Y se pasaba la tarde mirando el patio delantero. Se veía a ella completamente con sus manos tiesas de ramas de bosque aquejado jugando incansablemente con otro como ella. Otro u otra como ella.

Sus padres difícilmente la habían podido concebir a ella. Y después de las serias complicaciones que habían sufrido, decidieron cerradamente no tener más hijos. Pero Anita deseaba infinitamente lo contrario. Lo contrario.

Con la cara llena de espanto y felicidad. Una mezcla inconsecuente de alegría. Rabia. Pena. Enojo. Preocupación. Emoción. Y con sus brazos de ramas enflaquecidas frágiles y desnudas como casi todo su cuerpo. Y con su rostro tallado en años a pesar de sus jóvenes siete años, ella sostenía, extrañamente un bulto de paño amarillo. Sus dos padres a los lados. Uno en cada lado. La miraban horrorizados. Como si temieran de algo. La miraban encantados. Como si todo fuera a cambiar para mejor. La miraban. A ella. Al bulto. Los miraban. Un hermano para Anita. Alexo. Lo que Anita no sabía es que Alexo, no era un niño real. Alexo Xfd26. Había sido traído desde Noruega. Un contacto entre el área farmacéutica del país nórdico y el padre de Anita había acelerado las cosas. Su llanto estridente de recién nacido llamaba la atención de Anita. No era como siempre ella había escuchado llorar a los demás niños. No era igual. No era lo mismo. Algo metálico y chirriante salía por entre medio de sus encías, una agonía media metálica. Media máquina. Media humana. Entonces ella lo miraba con curiosidad. Pasaba sus delicadas manos de ramas agudas, secas y pinchudas por el perfecto rostro de Alexo. Y sentía un poco de envidia. Un poco de pena. Un poco de rabia. Un poco de angustia. Alexo, quien la observaba detenidamente en sus ojos grisáceos medios morados, ya sabía lo que Anita estaba pensando. Ya lo sabía. Podía leer más allá de su rostro de espárrago envejecido y sus ojos agotados. Y sus ojos agotados. Y así, detenidamente como medio entrecortado se iba calmando. Se iba calmando.

Alexo era entonces el primer feto androide creado desde el vientre de una mujer, nacido como un niño real. Desde Noruega. Un niño androide capaz de crecer como cualquier ser humano normal. Algo metálico y chirriante salía por entre medio de sus encías, una agonía media metálica. Media máquina. Media humana. Entonces ella lo miraba con curiosidad y sostenía extrañamente un bulto de paño amarillo. Sus dos padres a los lados. Uno en cada lado. La miraban horrorizados. Como si temieran de algo. La miraban encantados. Como si todo fuera a cambiar para mejor. La miraban. A ella. Al bulto. Los miraban. Un hermano para Anita. Alexo. Anita siempre había querido tener una hermana o hermano más.

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