Carmela, y los niños del bullying

Carmela, y los niños del bullying

Solo distanciándome del hombre, puedo sentir a DIOS……. Aunque en ocasiones me inquiete su silencio.

Nuestro cerebro es un gran desconocido, misterioso y enigmático. Puede evolucionar o involucionar hacia el bien o hacia el mal. La primera gran dificultad, y conflicto interno con el que se encuentra, es la batalla más importante de su casi efímera existencia. A esta le llamamos “Emociones”. Posiblemente sea su gran virtud, o su gran debilidad. Seguramente, y ante una fuerte presión de estas “Emociones” el cerebro pueda pasar por un difícil trance de alucinaciones, ofuscaciones o locura transitoria. Quizás sea su defensa ante una imposición que se niega a aceptar. A ellas se le puede dar el nombre de esquizofrenia, demencia o paranoias. Pero qué más da cómo se le llame, si ya está dañado.

Manuel Escobar Noa

Roquetas de mar. 16 enero 1999.

Carmela miró el pequeño despertador que tenía encima de su mesita de noche, y vio que eran ya las once de la noche. Era tarde y su madre aún no había llegado a casa. Suspiró y se arrimó a los cristales de la ventana de su habitación, que compartía con su progenitora. La noche era negra y tenebrosa, como las entrañas de la bestia. Oscura, lluviosa y fría. Inhóspita. Se agachó para calentarse las manos con la vieja y destartalada estufa eléctrica que tenía debajo de su pupitre. Volvió a asomarse a la ventana cuando aquel rayo imprevisto partió el cielo en dos, el trueno que vino a continuación la hizo estremecerse. Se sentía sola, desamparada y con ganas de llorar, y es que sólo era una adolescente de catorce años, que siempre esperaba a su madre para comer algo antes de acostarse. Pero aquella noche estaba tardando más de lo habitual, y la tenía demasiado preocupada. Resignada a esperar, cogió su diario que comenzó a escribir hacía ya dos años, y empezó a leerlo desde la primera página.

16 de Junio 1997

Me llamo Carmela y tengo doce años. Mi madre y mi padre, este último al que no llegue a conocer, son originarios de Ghana. Mi madre me contó que mi padre murió ahogado en la travesía hacia Europa. Desgraciadamente cayó al mar y las olas lo engulleron. Se llamaba Abdala. Mi madre me habla muy poco de él, por no decir nada, y no entiendo por qué, sólo me dice que eso ya es agua pasada, y no merece la pena recordarlo, me dice que ella ya lo ha olvidado. A veces rezo por su alma, y me lo invento en mi fantasía, mi madre no tiene ni una sola fotografía de él. De lo poco que me ha comentado es que era un hombre alto, fuerte y atractivo, y que todas las chicas lo deseaban. Murió con apenas veintidós años.

No soy feliz, y no recuerdo haberlo sido nunca. En mis plegarias, le pregunto a Dios porque tuve que nacer. Soy débil y me da miedo la gente, ellos lo notan y por eso se ríen de mí. Siempre pienso en morir.

La niña levantó la vista para mirar de nuevo las agujas del reloj, estaba muy impaciente al ver que eran ya las once y media y su madre seguía sin aparecer. Tenía hambre y sueño, pero no quería ir sola a la cocina a buscar algo de comida, su madre se lo tenía prohibido hasta que no llegase ella. No le gustaban los otros inquilinos de la vieja casa donde se hospedaban, todos eran hombres y de diferentes nacionalidades, y no se fiaba de ellos. Hizo acopio de gran paciencia y pasó a la siguiente página.

24 de Junio 1997

Hoy he tenido otra vez problemas con ese niño tonto que siempre me insulta y se ríe cuando el profesor me llama por mi nombre. Yo no tengo la culpa de ser negra y llamarme así. Además me siento muy orgullosa de llevar ese nombre, el nombre de la mujer que tanta ayuda y cariño le dio a mi madre. La acogió de forma casi clandestina cuando la patera llegó a las costas de Motril. Mi mamá estaba embarazada de mí y ella me ayudó a nacer. Nos dio techo y alimentos durante muchos meses, se portó muy bien con nosotras, no nos faltó de nada. Mamá le estará eternamente agradecida. Murió de una enfermedad muy mala que se llama cáncer. Mamá me contó que sufrió muchísimo, y que estuvo a su lado cuidando de ella hasta el último momento. También me dijo que dos de sus tres hijos, sólo aparecieron el día de su entierro, y que aprovecharon la ocasión para echarnos de la casa. Yo apenas tenía tres años. En agradecimiento mi madre me puso su nombre, Carmela. A ella al menos la recuerdo en fotos, y tengo una siempre conmigo. Todas las noches le rezo y le doy un beso, y también le doy las gracias, hay poca gente así. Muchas veces le hablo, y sé muy bien que ella me oye, es a la única a la que puedo contarle mis problemas. Me bautizaron en secreto y ella fue mi madrina. Mamá la mayoría de las veces llega muy cansada y no me atiende, al final he optado por no decirle nada, por no contarle mis problemas. Se lo cuento todo a mi madrina, y ella me aconseja. Siempre me dice que algún día la vida me cambiara, que seré al fin feliz, y que tendré todo lo que yo he deseado. Menos mal que la tengo a ella.

Se frotó los ojos enrojecido por el cansancio, y volvió a mirar el despertador que ya marcaba las doce de la noche. Se levantó de la silla con la intención de acostarse, cuando escuchó la puerta de entrada de la casa abrirse, corrió a la de su habitación para auscultar tras ella. Oyó la voz de aquel odioso Rastic hablar con su madre.

_ Hoy llegas muy tarde Mahbuba, la noche te habrá ido bien. Te dolerán las ingles de tener las piernas tanto tiempo abiertas.

_ Cállate Rastic, y métete en tus asuntos.

_ No te hagas la estrecha Mahbuba, ni vayas de lista, piensa en mi oferta, necesitas protección y lo sabes, hay mucho loco por ahí suelto. Algún día de estos te darán la del pulpo.

_No te preocupes tanto por mí, se apañarme sola. Además no quiero ni hablar de este tema contigo, entiéndelo ya de una puta vez Rastic.

_Ya vendrás a mí.

_ ¡Vete a la mierda!_Contestó la mujer en un tono despectivo y dirigiéndose hacia la puerta de su habitación. Abrió con la llave, y al entrar vio a su hija sentada en la cama, con la cara seria, y las lágrimas resbalando por sus mejillas.

_¿ Qué te pasa Carmela?_ Le preguntó de manera mecánica.

_ Nada mamá, no te preocupes.

_¿Has comido algo?

_No.

_ Iré a la cocina a buscar en la nevera, si es que queda algo.

_ Ten cuidado mamá.

_ No tengas miedo, se defenderme sola. Cuando salga echa el pestillo, llamaré a la puerta.

_Vale.

Mahbuba salió de la habitación y escuchó cómo su hija cerraba tras ella. Se dirigió hacia la cocina y abrió la vieja nevera por si quedaba algo comestible dentro. Un insufrible olor a podrido contamino el ambiente al instante. Mahbuba no quiso ni mirar en su interior, cerró la puerta entre arcadas y rebuscó en los armarios. Encontró una lata de atún escondida tras un paquete de galletas ya blandas y caducadas. Pensó que la lata pertenecería a algunos de los marroquíes que vivían en la casa, pero no le importó lo más mínimo, necesitaba llevar algún alimento a su hija de la manera que fuese. Cogió la lata y la ocultó en su ropa interior, se acordó también de que tenía una bolsa de pan de máquina escondida debajo de su cama. Al pasar por el comedor, se topó de nuevo con el maldito Rastic, que estaba sentado en aquel sofá sucio y mugriento. Este le sacó la lengua de manera chulesca, como para insinuarse, ella lo miró de reojo y no pudo contenerse.

_ ¡Vete al infierno!

_ Vendrás a mi Mahbuba, acuérdate de lo que te digo. Estas muy enganchada, y el día que no encuentres la “farlopa”no te quedará más remedio que venir a mí. Sabes que yo puedo financiar a cambio de favores, y de trabajar a mis órdenes.

_Ya te he dicho que antes prefiero morir _ Le dijo mirándole a los ojos desafiante.

_ Cuando se tiene el mono se acaban todos los prejuicios, y tú ya has pasado por eso Mahbuba.¿Cuántas veces te has despatarrado para conseguirla?_Le comentó el tal Rastic soltando una risa sarcástica_ Y tú ya sabes que yo siempre tengo polvo blanco. Mahbuba no quiso hacer caso alguno al último comentario, pero sabía que en el fondo aquel maldito rumano tenía razón, su adicción a la cocaína iba cada día en aumento, y en muchas ocasiones tuvo que prostituirse a cambio de obtenerla. El día que lo hacía no traía un sólo céntimo a casa, y ya no le fiaban en las tiendas. Llamó suavemente a la puerta y oyó los pasos de su hija aproximarse. Por un momento sintió lástima por ella y también por si misma. Tenía que estar constantemente mintiendo, aunque sospechaba que su hija sabía de sus quehaceres, y de que se dedicaba a la prostitución. A veces le daba vergüenza mirarla a la cara.

_ Mamá cómo has tardado tanto hoy, sabes que no me voy a la cama hasta que llegas. Mañana tengo que madrugar mucho para ir al colegio, podrías venir más temprano. Por favor.

_ Lo siento Carmela, pero hoy he tenido complicaciones en el trabajo. Toma te traigo lo único que he encontrado _ Le dijo con una sonrisa y ofreciéndole la lata de atún_ Debajo de mi cama hay una bolsa de plástico con pan que sobró del domingo. Lo guardé para una ocasión como esta.

_ Creo que ya no tengo hambre mamá.

_ Tienes que comer Carmela, estas muy delgada.

_¿Y tu que vas a cenar?

_No te preocupes por mí, ya he comido.

_No te creo mamá.

_¡Basta ya Carmela!_Le contesto la madre enfurecida_ Agáchate y coge el pan de debajo de la cama que te preparare el sándwich. No me hagas perder más tiempo, estoy cansada y quiero dormir.

_Vale mamá, pero con una condición, nos lo comemos a medias.

_ Está bien Carmela, me lo comeré para no escucharte.

Se pusieron frente a frente a comer, cada una con su mísera porción de bocadillo. No hablaron, no querían perder bocado de aquel improvisado manjar. Mahbuba levantó disimuladamente la vista para mirar a su hija que comía casi con voracidad, se sintió culpable por ello, de su extremada delgadez, de su clara falta de autoestima. Por un segundo se cruzaron las miradas, pero nada se dijeron, nada se les ocurrió. No existía complicidad entre ellas.

_ Tienes que aprovechar el comedor del colegio y comer todo lo que puedas Carmela, hártate, ya sabes que las cenas suelen ser livianas. Mañana intentaré comprar algo más de comida y la guardaremos aquí, no me fío de dejarla en la cocina, esos cerdos se lo comen todo.

_ Hace tiempo que no compras nada mamá.

_No te preocupes hija, de aquí en adelante no nos faltara de nada, te lo juro.

_¿Que puedo hacer para ayudarte mamá?

_ Nada Carmela, no tienes que hacer nada. Sólo tienes catorce años y no pue-des trabajar legalmente hasta los dieciséis. Saldremos adelante, ya lo veras ¿Por cierto te ha pagado el tendero la semanada?

_ Todavía no mamá, ya sabes que me da el dinero los sábados. Se quedaron las dos mirándose a los ojos. La niña vio toda la rabia contenida en los de su madre, y Mahbuba la tristeza y resignación en los de su hija. Cómo si de dos polos opuestos se tratase, condenados irremediablemente a entenderse, o al menos intentarlo . Pero Mahbuba no sabia como hacerlo, ni tampoco le ponía dema-siado interés.

_ Basta de lamentaciones Carmela, estoy muy cansada y no estoy para tonterías. Vamos al lavabo las dos antes de dormir, que me estoy meando.

Barcelona 16 enero 1999

El relámpago iluminó el cajero del banco con una luz blanquecina, y el trueno que vino después espantó a Maya, que se puso a ladrar algo enfurecida y aún más atemorizada. Marcelo se despertó sobresaltado e instintivamente miró el reloj que colgaba en la entrada de la entidad bancaria, las agujas marcaban las once de la noche. Atrajo a Maya contra su pecho para calmarla y susurrarle al oído. _Ya esta pequeña, no tengas miedo, estoy aquí contigo. Tuvieron que refugiarse allí para salvaguardarse de la lluvia y del frío. En una noche sin luna, oscura y negra, como la boca del lobo. No comieron casi nada aquella noche, y los dos tenían los estómagos pegados a las costillas. El centro de acogida para los sin techos les quedaba demasiado lejos, y el mal tiempo y la lluvia incesante se lo impidieron. Marcelo noto como el corazón de Maya latía demasiado rápido, sin dudas aquel maldito trueno la había espantado. Se sentó y cogió la vieja mochila donde trasladaba todos sus bienes, su vida y sus pertenencias cabían en ella. Busco entre sus muchos departamentos hasta encontrar un paquete de biscotes que dejó el día anterior. Lo abrió sin mirar la fecha de caducidad, algo que tampoco le importaba demasiado, se lo regalaron en una panadería del Eixample cuando fue a pedir comida. La dueña de aquel negocio, una mujer de unos cincuenta años, rubia y entradita en carnes, se lo dio para que se fuera lo más rápidamente posible, no quería mendigos en su establecimiento, y lo que más le preocupó en ese momento era quitárselo de encima. Le dio los biscotes y una barra de pan que le sobró del día anterior.

_ Toma, y no vuelvas más por aquí _ Le dijo en voz baja para que no se enterara su clientela.

_ Gracias señora_ Le contestó Marcelo _ Yo también fui un día rico como usted, y también miraba con cierto desdén a los desamparados. Y sólo lo hacía porque desconocía la penuria, la escasez y el hambre. Mi vida estuvo cargada de grandes hazañas, de alegría y abundancia. Estaba ciego, y no me daba cuenta que risas y desgracias a veces van de la mano, y de que yo sólo era un fantoche que puede perder todo en un instante. Y lo perdí. Le deseo salud y suerte en su vida, al menos la que yo no tuve. Que tenga un buen día.

_Espere por favor….se lo ruego. Le pido disculpas, he sido una necia. Venga a mi panadería las veces que quiera_Le dijo la dueña, abriendo la caja y recogiendo dinero para dárselo a Marcelo.

_Se lo agradezco señora, pero yo sólo he entrado a pedir comida para mi perrita y para mi. No quiero su dinero, ni el de nadie. A mis cuarenta y cuatro años, sólo me ha causado desgracias. Adiós. La mujer observó desde la puerta, pensativa y dolorida por las circunstancias, como aquel hombre misterioso, de ademanes elegantes, vocabulario exquisito, y ropa andrajosa se alejaba de allí, cojeando ligeramente con su perro.

Una vez terminada la escasa y liviana cena de biscotes, Marcelo se volvió a tumbar sobre los cartones que le hacían de colchón, Maya se acurrucó inmediatamente contra él, buscando su contacto y su calor corporal. Se dio la vuelta y lo miró fijamente a los ojos, con una infinita ternura, como dándole las gracias por los alimentos recibidos, con una sabiduría y coherencia impropia del reino animal. El hombre extendió la ya vieja y pulgosa manta encima de los dos, con el máximo cuidado y verificando que la perrita no pasase frío. Fuera seguía cayendo agua a mares, y aquella incesante lluvia empezó a traerle malos recuerdos. Intentó contener el llanto, borrar aquellas imágenes de su cabeza que día tras día le atormentaban, pero no pudo. Abrazó fuertemente a Maya contra él, notó como las lágrimas a las que no podía renunciar le caían por las mejillas.

_ Eres lo único que me queda Maya……no puedo perderte.

Cerró los ojos en un intento desesperado de poder dormirse. Pasó un largo tiempo, pero al final lo consiguió.

“sinopsis”

Una historia dura, repleta de emociones, de tortuosidades y acción. Una historia donde se llega a confundir, la realidad del día a día, con la otra posible realidad que no se ve, y no queremos, o quizás no podemos por miedo entender, la que siempre se escapa a nuestro limitado raciocinio, demasiado racionalizado. ¿Quién osa hablar con lo que no se ve….? Y no sea tachado de enfermo, o de loco.

Carmela es sin dudas la protagonista indiscutible. Su historia se verá rodeada de actores a los que ella desconocía por completo, uno de ellos a mil kilómetros de distancia, pero todos con un denominador común, todos han padecido o sufrido el azote despiadado del bullying. Todos ellos marcados por las dificultades, o por los mazazos que les haya dado la vida. Esta historia no es una apología a las desgracias, pero sí una reflexión de cuanto podemos transformarnos las personas, ante fuertes adversidades, ante algo que ni queremos asumir, ni admitir. Veremos como los fuertes se pueden volver blandos, y los débiles sacar fuerzas y maldad de donde nunca pensaron que las tenían guardadas. Un viaje alucinante por la psique humana y sus complejidades, donde amor y odio están a la vuelta de la esquina, se entre-mezclan y casi se confunden.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS