CAPÍTULO 1: El León

Otra mañana gris, apagada, fresca, el mundo parecía indiferente desde la ventana del León, el mítico café judicial al que el doctor Temis asistía religiosamente todos los días a la misma hora desde que ingresó como administrativo a la fiscalía, el tránsito empezaba a despertarse, a unas 4 mesas sonaba muy lejana una voz en el teléfono de alguno que anunciaba mal tiempo y quizás tormenta, a su derecha una pila de expedientes, anotaciones, agendas, códigos y preocupaciones, pero era su momento de tranquilidad, eran los casi 40 minutos del día en los que podía pensar con frialdad, planificar, estar en paz.

  • – Buen día doctor, lo mismo de siempre?
  • – Lo mismo de siempre … pero tráeme 3 medialunas hoy que anoche no comí nada.
  • Marche un cortado y 3 medialunas, necesita algo más?
  • – Si tenés el diario…
  • – Cómo siempre doctor.

Con la mirada clavada en los expedientes pensaba sin pensar, la maraña de ideas inentendibles parecía tener más sentido, su lenguaje cerebral era siempre discursivo, pero sus discursos nunca parecían llegar a una conclusión, de todas sus ideas siempre se desprendían primero una y después miles de cada una de ellas, con su cuaderno abierto al azar en una hoja en blanco hacia trazos que no significaban nada para el resto de los mortales pero que para el significaban todo hasta la misma existencia, sus ideas se expresaban en forma de dibujos a veces, dibujos que no representaban para nada lo que realmente significaban, la escritura lo estructuraba y las estructuras lo agobiaban, prefería lo espontáneo, prefería pensar en cada momento y no repetir sus pensamientos como dogmas.

  • – Perdón que lo interrumpa doctor, cafecito, 3 medialunas y vaso grande de soda, el diario no me lo han traído, pero ni bien llegue se lo acerco.
  • – Me extraña Raúl, 15 años hace que vengo todos los días a la misma hora, llevo más tiempo con vos de lo que pase con mi mujer, dejalo tranquilo.

Raúl, dueño y mozo historico del café, dejando la bandeja en la mesa con el profesionalismo que lo caracterizaba, deslizó de abajo el diario y lo depositó junto a la pila de expedientes y anotaciones.

“Fuerte apoyo del presidente … al policía imputado por gatillo fácil.

A horas del inicio del juicio oral el presidente emitió un comunicado por cadena nacional marcandole claramente la cancha al doc…”

TOC TOC TOC !!!

Fuertes golpes en el ventanal a su derecha, a escasos centímetros de su cara distraen al doctor de su lectura provocando que derrame un poco de café sobre su hoja de anotaciones, esa que ya era inentendible entre rayones, palabras inconexas, firmas, frases, etc. Al voltear un escupitajo se estrella contra el ventanal a la altura de su cara, ocultando el rostro de la persona que lo profirió, quién sólo era ahora una silueta enojada al otro lado del vidrio.

  • – Delincuente, cómplice! Por gente como vos estamos como estamos! Corrupto, hijo de puta!
  • – Pero andate pelotudo, mira como me dejaste la ventana la puta que te parió, que ni te vea por acá cerca porque te surto a patadas… – replicó Raúl preocupado por el ventanal y enojado por el escupitajo – no le haga caso doctor, boludos como este sobran, los que faltan son empleados comprometidos que inmediatamente limpien la mugre que acaban de hacer en el vidrio! – continuó haciendo referencia a su hijo quién también trabajaba hacía unos años en el café como cajero y de vez en cuando atendía las mesas, quién a propósito no se daba por aludido de los dichos de su padre.
  • – No te hagas problema Raulito la gente repite lo que sus referentes quieren que repitan – dijo el doctor con el diario en la mano mientras colocaba una montaña de servilletas por encima del café derramado.

Siempre tuvo un temple de acero, su metro noventa y unos más de 10 años de kick boxing nunca lo impulsaron a practicar la prepotencia, su vida era rutinaria, vivía para trabajar y su despeje era en un gimnasio, 3 veces a la semana fierros y otras 3 kick boxing y Jiu Jitsu, nunca necesitó custodia y nunca un escupitajo y algunos insultos lo sacaron de las casillas, amante de los tatuajes lucia una manga en cada brazo siempre con su camisa arremangada a tres cuartos, en una muñeca una espada, en la otra la balanza, más arriba en una el Ying y en la otra el Yang, el nombre de su hija en el brazo izquierdo y el de su mujer en el derecho, era lo que alcanzaba a divisarse a simple vista. Postura intimidante, fumador moderado, prefería las motos pero tanto papelerío le exigía andar en auto, a esta altura ya debía estar todo rayado y quién sabe que más en el estacionamiento de siempre.

  • – Decime una cosa Raúl, que es más grave? Encamarte con alguna clienta y hacer cornuda a tu mujer, o encamarte con la mujer de algún amigo?
  • – Muy amigo mío?
  • – Jajaja no cambias más, ahora decime Raúl, si voy al local ese nuevo de enfrente, me compro una camisa y por pagar en efectivo me hacen un 15 por ciento de descuento y al ratito entra un chico y roba en el mismo local, quién es más ladrón?
  • – El gobierno doctor! Existe para eso nomás!
  • – (Con una sonrisa jocosa en la cara) gracias Raúl.

Raúl era el estereotipo encarnado de la clase media Argentina, toda una vida de trabajo, toda una vida contribuyendo a un sistema que le quitaba más de lo que le daba, se la pasaba adorando a políticos que en campaña prometían el cielo para después despotricar contra ellos cuando lo defraudaban o negar a muerte haber cometido el error de votarlos, tenía todas las mañas de una persona de su edad, machista acérrimo, nacionalista de esos que “despotrican” contra los ingleses por usurpadores pero deslegitiman el reclamo de los pueblos originarios, católico de esos que creen en Dios y no en la iglesia, el y su mujer tenían el León hacía ya más de 30 años, típico café judicial, oscuro, no por la iluminación sino por el ambiente, callado, antiguo, colores apagados, un poco de humedad en el techo y la pintura en las paredes desgastada, vestía las mesas con los mismos manteles rojos de cuando inauguró, mesas y sillas de madera, corte antiguo, barra larga y vitrinas con sus grandes orgullos, fotos con ministros, jueces, futbolistas, banderines de su glorioso boca juniors y fotos de cada viaje que hizo a buenos aires para verlo en vivo en la bombonera, de noche parecía un anticuario y de día un clásico y pintoresco café como cualquier otro, 35 años de casado, Clara, su mujer, estaba en la cocina, todo lo hacía a mano, era realmente el alma del café, su rostro contagiaba alegría, tenía el don de arrancarte una sonrisa aún a las 7 de la mañana y teniendo que ir a trabajar, no habían mejores facturas en todo Mendoza, siempre recibía los pedidos de Raúl con una sonrisa y los entregaba en tiempo y forma, estéril de nacimiento y madre adoptiva orgullosa y agradecida. Diego, el cajero, fue el hijo que adoptaron hacía ya 15 años, estudiante de abogacía y ahijado del doctor, hincha de boca como su padre, cómo no serlo, su segundo nombre era Armando y su padre le regalaba cuanta camiseta nueva saliera al mercado desde que nació, testigo de la época dorada de ese boca de entre el 2000 y el 2008 jugó en su adolescencia al fútbol, de enganche, como su ídolo Juan Román, católico en su niñez por imposición de su madre pero agnóstico por elección, siempre estuvo fascinado por el trabajo de su padrino, quién a propósito pagaba sus estudios.

Ya eran casi las 7 y 20 y las calles comenzaban a llenarse de vida, o más bien de odio, grupos de personas con pancartas y banderas desfilaban por la calle camino a la manifestación que ya comenzaba a gestarse en tribunales, grupos de policías en cada en esquina calmaban los ánimos y ya empezaba a coordinarse el operativo de seguridad, a lo lejos ya podía escucharse a la gente cantar y gritar, pidiendo justicia.

  • – Y Dieguito, cómo va la facu? – aprovecho el doctor al verlo pasar a su lado en dirección a la calle.
  • – Y ahí anda doctor, podría ir mejor, ya sabe usted lo que pienso.

Diego estudiaba en la universidad de Mendoza, la misma en la que se graduó el doctor, una de las universidades más caras y prestigiosas de Mendoza, lo que tenía de cara lo tenía de conservadora, y lo que tenía de prestigio lo tenía de fascista. Diego estudiaba derecho realmente por vocación, consideraba, muy por el contrario a su padre, que sí ya iba a pasar los siguientes años estudiando, por lo menos que valieran la pena, siempre deseoso de aprender, demoraba más que cualquier compañero en preparar cada materia, es que odiaba estudiar de guías de estudio o carpetas preparadas por otros compañeros, siempre les faltaba algo, coherencia en las construcciones o pasaban por alto cuestiones indispensables para entender el fondo de cada cuestión, además de que generalmente estaba parado en la vereda de enfrente del pensamiento de los autores que le hacían estudiar, dedicaba el doble de tiempo a cada materia porque aparte de la corriente doctrinaria del programa, el investigaba y estudiaba a otros autores.

  • – Tranquilo campeón, tomate tu tiempo, mientras aprendas…
  • – Si doctor, pero sabe cómo es, tengo que bancarme a mi viejo después…

Raúl consideraba una pérdida de tiempo la modalidad de estudio de su hijo y se lo recordaba cada vez que tenía la oportunidad, fiel al pensamiento general de su época creía que el camino corto siempre era el más fácil, consideraba que ser abogado era tener el título colgado en la pared del estudio y lo demás venía solo con el tiempo, total sobre la marcha podías ir aprendiendo, después de todo tanto no se equivocaba, su hijo aspiraba a una carrera en el ministerio público como su padrino y la verdad es que la gran mayoría no entraba por mérito propio, pero muy a pesar del criterio de Raúl el sistema se alimentaba de esas pobres almas que salían sin conocimiento ni experiencia a la calle, explotandolos con el pretexto de que ellos necesitan más el trabajo que sus empleadores, llenando los bolsillos de estos últimos y pagandoles miseria que no alcanza ni para salir el fin de semana, y esa era una realidad con la que Diego estaba dispuesto a luchar.

  • – Y sino vas a tener que lidiar con tus malas decisiones toda la vida Dieguito, qué preferís?
  • – Tiene razón doctor, veremos qué pasa, y usted? Cómo está para hoy?
  • – Excelente campeón, no te preocupes…

Siempre sus respuestas eran tajantes y desbordantes de seguridad pero esta vez se notaba un atisbo de preocupación en sus ojos que no podía ocultar, ya eran las 7 35 y tenía un largo día por delante, dejó 50 pesos en la mesa, se puso el abrigo, guardo las anotaciones en su maletín y con su otra mano tomó los expedientes.

  • – Hasta mañana Raúl, chau Dieguito saludos a la vieja.
  • – Hasta mañana doctor, suerte hoy.

SINOPSIS

La novela transcurre en la provincia de Mendoza, Argentina y cuenta la historia del fiscal Temis a cargo de la instrucción en un caso de gatillo fácil en el que un policía fuera de su horario de servicio y con antecedentes penales por agresiones y otros casos similares, asesina por la espalda a un hombre encontrado infraganti matando a puñaladas a una mujer a la que anteriormente violó en la vía pública, batallando durante toda la investigación con la opinión pública, quién lo juzga de golpista, cómplice, asesino, y lo deslegitiman en su trabajo por no haber vivido algo similar, lo que no saben es que el si vivió algo similar sufriendo el asesinato de su esposa e hija, opinión pública orquestada desde el mismo gobierno, quien pretende instalar una doctrina de mano dura con los delincuentes, para posteriormente tipificar conductas como la protesta y tener la legitimación del pueblo en el uso desmesurado de la fuerza por parte de la policía. De la investigación termina surgiendo que el violador era el policía y el héroe el hombre acribillado.

El pilar fundamental de la historia es la dicotomía cultural Argentina en el juzgamiento de conductas idénticas, el sistema de criminalización imperante que hace que una persona con ciertos rasgos sea sospechosa sin tener derecho a una investigación objetiva, y otras personas por tener otros rasgos o en este caso uniforme gozan de la presunción de inocencia, y además el paralelismo entre ambas historias, el caso del policía y el caso particular del fiscal, desenmascara luchas generacionales, formas comunes en Argentina de desprestigiar el trabajo o el criterio del otro sin llegar a una discusión objetiva de las cuestiones. Tratamiento de cuestiones como el conocimiento, la verdad, la justicia, etc.

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