Sinopsis:

Caminos de Milnaroth narra las aventuras de Luthy Calaëhlen, una joven elfa nativa del Bosque de Orien, en el mágico mundo de Milnaroth. Es una hechicera iniciada en la Orden de Endevlez, un antiguo grupo de conjuradores dedicados a la gran tarea de educar a otros magos y hechiceros en el uso correcto y adecuado de la magia en La Torre del Oráculo. En el momento de su iniciación fue revelado que ella es la «Hechicera Maestra» de la orden, la encarnación viviente de la magia, destinada a guiar a los magos una y otra vez. Al descubrir su destino el Circulo Interno de la Orden decide que ella debe quedarse en la Torre el resto de su vida por su seguridad. Determinada a evadir una vida de reclusión, Luthy decide viajar por todo el reino para aprender más sobre los problemas de la gente y, al hacerlo, aprender a usar su magia para ayudar a otros.

A su lado viajará Celiviel Almarea, princesa humana heredera del trono de Paladias, el mayor reino de la región, quien viaja bajo el nombre de Qiedia Whitemane con ayuda de un hechizo de cambio de forma que oculta su identidad.

También viajan con ellas Daniel Von Christ, otro humano especializado en hechizos curativos, él es el amor platónico de la elfa desde que estudiaban juntos en la Torre del Oráculo. Grendadon Ryu, un hechicero dragón adepto en magia de fuego y mejor amigo de Daniel les acompaña.

El miembro final del grupo es Max Reeves, un misterioso mago de las Montañas de Rakg al norte de Milnaroth, un apostata quien dice haber sido entrenado por el mejor mago del último siglo: Athos «El Sabio». Max está poseído por el espiritú Agof, una entidad maligna con intenciones desconocidas.

Al viajar con sus amigos, Luthy aprenderá las verdaderas dificultades de la gente común de Milnaroth así como aquello que enfrentan las mujeres de todas las razas en un mundo que necesita desesperadamente la ayuda de un verdadero líder contra el esclavismo. De este modo encontrará su verdadero poder y se hará la más poderosa hechicera que jamas haya sido visto en Milnaroth. Si lo logra quizás sea capaz de enfrentar al maligno dios de la magia que busca su ascenso.

CAPÍTULO I: La hija de Orien

—Tres años han pasado —fueron las palabras de Luthy Calaëhlen al salir de su casa aquella mañana. Finalmente ese año recibiría la dichosa iniciación por la que tanto había esperado.

Su largo cabello azul claro, largo hasta la cintura, ondeaba con el viento. La luz del día se reflejaba en sus ojos púrpura y piel blanca, el hermoso amanecer era una de las ventajas de vivir en el Bosque de Orien. Cubría su cuerpo con un delicado traje de seda del mismo color de su cabello. Para otras personas este traje hubiera parecido demasiado revelador por la forma en que apenas cubría sus muslos; pero ella consideraba que estaba bien.

Con la gracia característica de su gente, se acercó a un pequeño pájaro de color esmeralda que se posaba en aquel momento sobre una baranda a un lado de su puerta y le acarició la punta de su hermosa cresta.

—Muy bien Mithos, pórtate bien mientras no estoy —ante este comentario, la mirada del quetzal se tornó triste—, lo siento pequeño, sabes bien que no puedo llevarte a La Torre del Oráculo.

Le dio un beso en el pico y brincó de la punta del árbol donde estaba construido su hogar. De haber sido una humana quizá sus piernas se habrían quebrado; sin embargo Luthy no era una humana, se trataba de una elfa y a pesar de tener una contextura similar a un humano era miles de veces más agraciada y ágil que cualquiera de estos. Su aterrizaje apenas movió algunas pocas hojas secas del suelo.

—Buen salto Luthy —le felicitó un elfo de cabellos rojos y piel morena, que se hallaba sentado en las raíces de un pino cercano— me alegra ver que no llego tarde, esperaba verte antes de que partieras.

—Tranquilo Daeron —respondió— no me iría sin despedirme de ti y de Eámanë. Ustedes han sido como unos padres para mí —El elfo rio jovialmente ante el comentario de su “hija” y le dio un suave abrazo.

—Ten mucho cuidado en tu viaje, —le advirtió él— los caminos ya no son seguros.

—Lo sé, llevo cuatro meses preparando un conjuro que me transportará hasta la torre.

—Bien, entonces despídete de Eámanë antes de partir.

—Así lo haré.

— “Que las estrellas guíen tu camino…

—… y que Dyathela siempre te sonría”

Tras la despedida, la elfa corrió por el bosque hasta encontrar a la dríada Eámanë, una esbelta mujer con la piel del mismo color del roble del cual acababa de salir.

— ¡Ya era hora! —Le reprendió— creí que te habías olvidado de mí.

— ¿Cómo puedes creer eso?

—No sería la primera vez que te vas sin decir nada, Daeron no se queja pero yo exijo más respeto —dijo casi histérica, esto causo que la elfa riera y solo ayudó a molestar más al hada— no veo la gracia.

—Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua —dijo propinándole un abrazo— sabes que te quiero muchísimo.

Finalmente esa acción logro calmar a Eámanë quien le devolvió el abrazo.

—Debo irme, “Que las…

—Sí, sí Dyathela y todo eso, no soy elfo Luthy con decir hasta pronto basta.

—Muy bien, hasta pronto.

La elfa dio media vuelta y se dirigió a donde había establecido el circulo mágico para su conjuro. Cerró los ojos y sintió como la cálida luz blanca la envolvía, sus pies se elevaron del suelo y, en un abrir y cerrar de ojos, Luthy ya no se encontraba en Orien.

Minutos más tarde el mismo resplandor estaba apareciendo en el jardín de un lugar conocido como la Torre del Oráculo, cien años atrás una enorme guerra había sido apaciguada desde aquel punto por un poderoso hechicero, ahora la torre era el lugar de entrenamiento de jóvenes magos de todo Milnaroth; las siete razas convivían en “casi” perfecta armonía dentro de este recinto de conocimiento. Luthy había entrenado en este lugar desde hacía diez años.

Caminó lentamente hacia la torre, tocando con delicadeza cada piedra que se cruzaba en su camino, todas le eran familiares, todas parecían responder a su tacto, habían transcurrido tres años desde su última visita a aquel lugar y sin embargo todo era increíblemente familiar.

Entró al recinto y subió las escaleras, era como volver a pasear por su antiguo hogar, en cierto momento se detuvo ante una puerta, pensó en tocar, pero al ver salir a un gnomo se dio cuenta de que aquella ya no era la habitación de su compañero.

—Es cierto, quizá ya ha vuelto a Paladias —se dijo a sí misma, recordando que aquel verano no había podido tener contacto con él.

— ¿Luthy? —le llamó una voz familiar sacándole de sus pensamientos, un elfo más o menos de su estatura y de cabello blanco por nacimiento se acercaba a ella con calma, aunque no se notase era bastante mayor que la elfa — creí que tardarías más en llegar, por eso no salí a recibirte.

—Gwendal, qué alegría me da verte —dijo abrazando a su tutor y amigo con fuerza, el cual respondió apenas dándole unas palmadas en la cabeza— al menos tú no te has ido.

— ¿A qué te refieres con eso?

—Pues supongo que Daniel se fue ¿no? Es decir, fue iniciado hace tres años.

— ¿Pero qué dices tonta? Daniel ha continuado sus investigaciones en la torre, ven, te llevaré a su habitación —dijo dándose vuelta y caminando escaleras arriba— ¿Qué has hecho en estos tres años?

—Extrañarles mucho —respondió con una sonrisa— ¿y tú?

—Pues fui nombrado parte del círculo interno de la Orden de Endêvlez, ahora me encargo de asignar a los profesores para las distintas cátedras.

—Vaya, para alguien que se inició hace solo siete años, asciendes rápido en la escalera de mandos.

El elfo no reaccionó ante el chiste de su amiga, siguió caminando hasta llegar a una puerta de cedro en el decimosexto piso.

—Hasta aquí te acompaño, tengo que resolver un par de asuntos, tu habitación sigue siendo la misma, conseguí que este año te la tuvieran reservada nuevamente.

—Gracias Gwendal, te veré ahora más tarde —dijo antes que el otro se hubiera marchado, cosa que hizo por demás rápido, luego alzó la mano y tocó la puerta.

— ¿Gwendal eres tú? —Preguntó otra voz desde adentro y se escucharon unos pasos que corrían hacia la puerta— ¿Ya llegó Luthy? —dijo abriendo la puerta, se trataba de un humano, un tanto más alto que la elfa, de cabello negro azabache y unos brillantes ojos azules, cubría su cuerpo bien formado con una serie de telas blancas.

Una gran sonrisa se dibujó en ambos rostros y tan solo unos segundos después se abrazaron efusivamente, ella sentía como sus cálidos brazos le daban, por primera vez, la bienvenida y él no pudo evitar sentirse hipnotizado por el olor de sus cabellos.

—Bienvenida Luthy Calaëhlen.

—Gracias Daniel Von Christ.

Tras el abrazo él la invito a pasar, la habitación era una mezcla entre una recámara y un estudio, un escritorio de mármol estaba cubierto por una montaña de documentos y pergaminos antiguos, sobre estos un gran dibujo lleno de runas.

—Ya veo que has seguido con tus estudios —dijo la elfa en tono de reproche— pero no me parece que sea un buen tema para investigar, hay muchos misterios peligrosos relacionados con esas runas en particular.

—Es que aún hay tantas cosas qué saber sobre el tema, me parece fascinante.

—Bueno, me alegro de verte nuevamente, pero tengo que ir a mi habitación —dijo volteándose para irse, sin embargo el humano la cogió por la cintura desde atrás impidiéndole salir.

—Te extrañé mucho Luthy —le dijo al oído y luego la soltó, su rostro se sonrojó al tiempo que huía fuera de la habitación.

Fueron cinco pisos en bajada. La puerta en la habitación de Luthy era de madera igual que las demás, pero por dentro la habitación era notoriamente diferente a la de su compañero. Cada habitación de la torre reflejaba los gustos y la personalidad de su inquilino, en este caso la habitación de la chica era más oscura, un aroma a bosque húmedo llenaba cada rincón y si se hacía silencio unos minutos podía escucharse el suave zumbar de los insectos; todo esto daba un tranquilizante ambiente que recordaba al bosque de Orien, donde Luthy había crecido durante su infancia antes de ser enviada a la torre tras descubrir sus dotes mágicas.

Dejándose caer en su cama, la elfa sonrió recordando su encuentro y luego se quedó dormida por el agotamiento que el conjuro que la había llevado a aquel lugar había causado.

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