La doncella de la luna de sangre

La doncella de la luna de sangre

Carmen Martinez

13/02/2018

SINOPSIS:

Para conocer a los Black, primero debo contar la historia de la familia real Británica y de porque él príncipe Wyatt llegó a ser como es al crecer.

Los Black son una familia bien posicionada y felices con sus once hijas, pero todo cambia con el nacimiento de su última hija, Esmeralda.

Al convertirse en una hermosa adolescente de ojos verdes, cabellos dorados y piel blanca, es secuestrada por él caprichoso príncipe Wyatt que tiene todo lo que desea, joyas, seda para sus ropas y mujeres, hasta que ve a esmeralda y se enamora perdidamente de ella, pero cuando Esmeralda declina el contraer matrimonio con él, sin saber que ella está embaraza de su único amor verdadero es secuestrada no sin antes asesinar a Owen frente a ella por los guardas del rey mandado por el mismo, en el claro donde Owen y Esmeralda se veían a escondidas lejos de miradas curiosas.

Él príncipe Wyatt le arrebata a su hijo pensando que es de él, le hace pasar una vida llena de desgracias al entender que ella nunca lo corresponderá y día tras día es violada por los guardas de confianza del rey, encerrada en una mazmorra del castillo en medio de la suciedad, hasta que Roger un guarda que no la tocó ni un pelo, la deja escapar una noche de tormenta y luna de sangre.

Al cabo de poco tiempo Esmeralda regresa joven, bella y con poder después de hacer un trato con la muerte para vengarse de todos aquellos que le hicieron daño en el pasado y de ese modo cerrar el circulo que su madre Maddison abre cuando entregó su vida para que su niña Esmeralda que había nacido muerta viviera, entregando con ello su vida a cambio y protección para su pequeña.

Al paso de los siglos Esmeralda se encuentra en un café neoyorquino pensando en su larga vida, sin saber que ese mismo día se reencontrara con el gran amor de su vida Owen.


LA FAMILIA REAL

Inglaterra 1375, en pleno siglo XIV, en Londres vivía un rey noble, leal y fuerte, muy guapo para su edad, de ojos grandes y color marrón chocolate, de figura esbelta, pelo castaño, oscuro y corto, no hacía mucho que había abdicado hacía su único hijo que no hacía mucho había cumplido la mayoría de edad, porque había contraído la peste, sabiendo que su fin estaba cercano.

Su padre, el rey Thomas Campbell, había mandado a organizar una gran fiesta en el castillo de Londres, solicitando la presencia de todas las muchachas casamenteras no mayores de dieciocho años, de alta alcurnia, para que su hijo Harry Campbell pudiera escoger entre todas ellas, y de ese modo poder reinar junto a una mujer buena y cariñosa, que pudiera darle la siguiente descendencia varón para el trono de Reino Unido.

Pero dadas las circunstancias que atravesaba el país ese año por la peste negra, no se presentaron gran cantidad de muchachas al evento, porque las que no estaban muertas, estaban enfermas por esa terrible enfermedad, y muchas de las que estaban sanas temían salir de sus casas por miedo a contraer la peste.

Pronto llegó él día del evento, el castillo era un hervidero de personas dadas las circunstancias, entre consejeros y doncellas, y los monjes estaban presentes para dar el visto bueno a la doncella que él rey Harry escogiera como futura reina del Reino Unido, y de ese modo conseguir la carta papal del mismísimo papa de roma.

En el trono de la sala presidencial del castillo, estaba sentado junto a su padre el rey Harry, viendo pasar una por una todas las doncellas que acudieron al evento, todas hacían una reverencia al pasar ante los monarcas, tal y como lo mandaba el protocolo, mientras el paje real describía una por una a las jóvenes, él joven rey ya estaba aburrido de ver pasar a tantas mujeres frente a él, unas eran sumamente delgadas, otras eran muy altas para él o demasiado bajitas, unas estaban rellenitas, las habían rubias, castañas y pelirrojas, todas muy bonitas de cara, con sus colores de ojos impresionantes, todas muy distintas entre sí, cuando estaba dispuesto a marcharse, la joven que le tocaba después llamó su atención, una mujer de una belleza inigualable, así que se quedó para saber algo sobre ella, poniendo especial atención cuando él paje comenzó a hablar:

– Bianca Rice, hija del destacable conde de Cambrils, Frederic Rice, huérfana de madre, es una mujer alta, esbelta y delgada, de pelo largo, liso y moreno, de ojos almendrados de color negro, de cara muy agraciada, tiene diecisiete años recién cumplidos y hoy está en esta fiesta para un posible enlace con él rey Harry…terminó por decir él paje, dando una breve descripción de la joven, ya que no podía decir mucho más sobre ella, ya que era una posible candidata a ser su futura reina.

Él rey Harry se quedó mirando a Bianca, mientras ella se marchaba de la fila para dejar paso a la siguiente candidata, él paje comenzó de nuevo a hablar, pero Harry ya no tenía ojos para ninguna otra doncella que no fuera la joven Bianca, pero aún así debía esperar a que pasarán todas las doncellas que aún quedaban, hasta que diera comienzo la música y él rey tuviera que elegir a una para sellar con él baile su compromiso real, contrayendo matrimonio al cabo de unos días con ella.

En cuanto la música suave comenzó a sonar, él rey Harry sin perder ni un solo segundo se acercó a Bianca, la miró a los ojos y le dijo sin mirar a ninguna otra:

– Sois la doncella más bella que he visto en mi vida…y cogiéndola de la cintura, la sacó a bailar al son de la música lenta que sonaba en ese instante.

Todos en el castillo no dejaban de mirar a la adorable pareja bailando, mientras él paje comenzó a hablar de nuevo:

– Él rey Harry, a elegido como a esposa a Bianca Rice, el enlace será dentro de tres días, en este mismo castillo.

Al cabo de tres días a pesar de todo lo que estaba ocurriendo en Reino Unido, el enlace del rey Harry estaba a punto de concretarse, mientras el pueblo sufría por las enfermedades, la hambruna y la muerte que guardaba tras cada esquina. Todo en el castillo era muy distinto, un choque de contrastantes con el exterior, el pasillo por el cual iba a pasar la novia, lo recorría una gran alfombran roja de seda con bordes en oro que llegaba hasta la sala del trono, que era donde él rey Harry la esperaría para contraer matrimonio, la sala estaba llena de todo tipo de flores llegadas de muchas partes del mundo llegadas por barco, tulipanes, azucenas, rosas blancas, amapolas y muchas más de ellas sin escatimar para nada en los gastos, dándole un olor muy especial a la estancia, haciendo un contrastante variopinto con las paredes de piedra del castillo, aunque estas estaban bien adornadas con los telares de la casa real británica, que eran muy caros y preciosos, echos todos a mano con hilo de oro y plata, para resaltar aún más la sala del trono.

Los criados de la corte habían limpiado cada más mínimo rincón del castillo, cambiaron también las velas de todas las estancias para que los recién casados tuvieran una buena iluminación, la noche de bodas.

Y fuera todo estaba ya listo para una vez terminada la ceremonia, en los jardines del castillo se celebraría un gran banquete en la que los invitados de altas realezas, podrían degustar cientos de buenos platos y del mejor vino de reserva inglés, el The dew black, que se hacía en un pequeño pueblo de Gran Bretaña, el mejor del lugar.

Ya iba a comenzar el enlace, y las doncellas de la futura reina la ayudaran vestirse, Bianca ya estaba lista con su precioso vestido blanco, importado desde Francia, era un vestido precioso muy vaporoso en la falda con cientos de capas, llevaba una cola de tres metros que sobresalía desde su pequeña cintura, la parte superior era muy ceñida a su cuerpo y el escote dejaba ver un poco de sus turgentes pechos, sin ser demasiado exagerados, tenía unas mangas largas que le llegaban hasta las manos, siendo todo de un delicado encaje, era un vestido maravilloso, el sueño de cualquier mujer que fuera a contraer matrimonio,pero que muy pocas se podían permitir, ya que eran muy caros.

Bianca lucia más hermosa que nunca, con su pelo negro recogido en un gran moño trasero que le quedaba de maravilla, pero su rostro que lo cubría un fino velo se podía reflejar que no estaba nada nerviosa, ese nerviosismo de cualquier novia que estaba a punto de contraer matrimonio con el hombre de su vida, era todo lo contrario, se notaba que estaba preparada para aquel día, como si hubiera sabido desde siempre que estaba destinada a aquella boda, habiéndose preparado desde muy pequeña para un futuro no muy lejano, para ser soberana y reinar sobre un gran país.

La joven Bianca había perdido a su madre nada más nacer y fue criada bajo la tutela de su padre, Frederic Rice, un hombre muy apuesto, alto, delgado, de pelo corto y negro como el carbón, de ojos grandes y negros, pero muy estricto, era fuerte de carácter, serio, y muy rudo, alguien con quien nunca se debía jugar y su hija había heredado el fuerte carácter de su padre, ya que nunca había tenido una referencia materna que le diera, cariño, bondad y compasión, y su madrastra tampoco era nada de todo lo anterior, y eso hizo de Bianca una persona con mucho carácter y mucho más dura en su corta vida.

– Su majestad, ya todo está preparado, ya puede avanzar…le dijo su primera doncella, Eleonor.

Ella la miró y asintió con la cabeza, salieron primero sus siete doncellas para abrirle el paso, en cuanto la última se perdió de vista, ella se puso en marcha andando tranquilamente por aquella preciosa alfombran roja que la llevaría hasta la sala del trono, conforme más se acercaba, más escuchaba la suave música y el murmullo de la gente que en ese momento estaba en aquella enorme sala del trono y que ambientaban el lugar.

Ella sabía que allí estaba su padre con su madrastra y su hermanastro, esperando ver su entrada triunfal, cuando por fin llegó a la entrada de la sala del trono, sus enormes puertas estaban abiertas y toda la gente se calló nada más verla, sonando nada más que la música, Bianca observó con curiosidad toda la gente que había asistido a su enlace con él joven y apuesto rey Harry, así que orgullosa se irguió mucho más y andó con pausa hasta el final de la sala donde la esperaba su futuro esposo y él monje que haría oficial su matrimonio y que la convertiría en reina de todo Reino Unido.

En cuanto Bianca llegó junto al rey, él monje comenzó a hablar:

– Hoy estamos aquí reunidos, para unir en santo matrimonio al rey Harry Campbell y la joven Bianca Rice, hija del conde de Cambrils Frederic Rice, dios dijo en una ocasión que todos aquellos que se aman deben mantenerse unidos para que una nueva generación surja, hoy tenemos a esta joven pareja de la cual surgió él verdadero amor y mi cometido hoy es unirla en el sagrado matrimonio, así que digo, rey Harry , ¿aceptas a Bianca Rice como tú legitima esposa?…le preguntó él monje.

– Si, quiero y deseo…le respondió él con una gran sonrisa en el rostro mientras la miraba, sin saber que su futuro ya estaba marcado al contraer matrimonio con Bianca.

– Tú Bianca, ¿aceptas al rey Harry Campbell como tú legitimo esposo?…le preguntó él monje.

Bianca lo miró y sin un ápice de emoción en su mirada le respondió:

– Si, quiero y deseo.

– Entonces lo que dios, él papa de roma y yo hemos unido, que no lo separe él mal, ni los celos de los hombres…dijo él monje, dirigiéndose a los invitados…¡AQUÍ OS PRESENTO AL REY Y LA REINA CAMPBELL!…terminó por decir mientras la joven pareja entrelazaban sus manos.

Todos los invitados querían saludar a la pareja y hicieron una gran fila para pasar frente a ellos para inclinarse ante los nuevos monarcas.

Rápidamente el castillo se quedó medio vacío quedando solo los criados, los invitados fueron todos a los jardines para degustar el banquete de bodas, cuando ya todo se había comido y bebido algunos se marcharon y otros se quedaron para bailar la suave música, la reina Bianca estaba sentada en su sitio, mientras su esposo hablaba con condes, varones y otros representantes de la alta sociedad, sobre estrategias de ataque contra invasores.

Su padre el conde se acercó a su hija y le dijo:

– ¡Su majestad!

Ella lo miró y le dijo:

– ¡Padre!

El conde se acercó aún más a ella y le dijo bajito para que nadie más los escuchara:

– Hija, muy bien echo, ahora tienes que darle al rey su primogénito cuanto antes, ¡así que comenzar ya, quedaros en cinta sin demora!.

– Tranquilo padre, sé lo que debo hacer…le dijo ella sin mirarlo al rostro.

– Muy bien, espero noticias…terminó por decirle marchándose de su lado sin una palabra más.

Cuando ya todo pasó, Bianca fue dirigida a los aposentos de su marido para ser preparada para la noche de bodas, sus doncellas le quitaron el precioso vestido de novia y la bañaron en un agua caliente que tenía esencia de azahar para que dejara su piel suave y perfumada para el disfrute del rey, cuando terminaron de secarle, le pusieron una especie de vestido blanco de gasa transparente con el el cual se le veía todo el cuerpo, sin dejar nada a la imaginación.

La puerta de los aposentos se abrió de golpe entrando por ella el rey Harry, que sin más dilaciones y con tan solo dos palmadas suyas, echó a las doncellas de la reina de los aposentos, cuando se quedaron solos, él rey Harry no podía apartar la mirada desorbitada de deseo hacía su reina, se acercó a ella con prisas y sin mediar palabra alguna la cogió por la cintura llevándola consigo al lecho para hacerla suya de una vez por todas, cuando todo hubo terminado, él rey cayó rendido de inmediato y Bianca se quedó despierta junto a él mirando a la nada, ella pensaba que su noche de bodas seria algo muy especial en su vida, con caricias y besos apasionados algo para recordar hasta el fin de sus días, pero no fue así, solo quería que alguien le diera cariño y ternura, esperándolo por parte de su esposo, ya que nunca lo tuvo de su padre ni de su madrastra, y lo que tenia que haber sido una noche de ensueño, terminó siendo una pesadilla para ella, así que al final se durmió llorando en silencio pasando una noche de perros, desvelándose cada dos por tres.

Pasaron varias semanas y todo en el castillo seguía su curso después de la muerte del padre de Harry, pero Bianca era como si se hubiera quedado estancada desde su noche de bodas, siendo un mar de lágrimas por las noches, escuchándose su llanto en medio de la oscuridad del castillo.

Una mañana se levantó como otra cualquiera, pero ese día era distinto, después que sus doncellas la ayudaran a vestirse, Bianca comenzó a sentirse muy mal, estaba muy mareada y los vómitos no la dejaban ni un solo instante, a lo largo del día los mareos empeoraron y se tuvo que retirar a sus aposentos sin haber comido nada en todo el día por el estómago que lo tenía revuelto.

Al final bien entrada la noche tuvieron que llamar al médico real, porque la reina Bianca no mejoraba en nada, temiendo el rey Harry deque su mujer hubiera contraído la peste negra, ya que esos eran los primeros síntomas de la enfermedad.

Al cabo de unas angustiosas horas, él médico después de haberla reconocido salió para informar a todos los presentes fuera delos aposentos sobre el estado de la reina, que no había contraído la peste y que la reina Bianca estaba en cinta, teniendo un embarazo de alto riesgo de perdida, que debía mantener reposo absoluto durante todo el tiempo de gestación o terminaría por perder al bebé y no podría concebir ningún hijo más.

Pasaron ocho meses desde que él rey se enteró de que iba a ser padre y la panza de la reina ya abultaba su esbelta figura, los monarcas estaban llenos de dicha por la llegada de su primogénito, pero aquella misma noche la reina comenzó a sentirse muy mal, las contracciones no cesaban e iban a peor con cada hora que pasaba, él médico real estaba junto a ella, también sus siete doncellas y una partera que era muy conocida en todo Londres, las doncellas no paraban de ayudar en todo lo que podían, entraban y salían corriendo de los aposentos trayendo sabanas limpias para que no cogiera ninguna infección y agua caliente para mantener a la reina lo más limpia que les fuera posible, mientras fuera estaba el rey, estaba dando vueltas más nervioso que un león enjaulado, poniendo nerviosos a los monjes que estaban junto a él esperando el nacimiento del niño, al cabo de unas horas la reina comenzó a chillar, eran unos gritos horribles que desgarraban el aire, poniendo más en tensión a su esposo.

Dentro el médico real y la partera que estaban ayudando a parir a la reina, se miraron y la partera le dijo bajito:

– Si sigue sangrando de este modo, la reina morirá desangrada antes de que nazca el niño.

– Lo sé…le dijo el médico real.

– ¡Empuje su majestad!…le dijo su primera doncella que había estado junto a ella en todo momento, pasando un trapo húmedo sobre…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….

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