Resumen:

Día 22 de febrero de 2016. La vida de Alicia, una joven de dieciséis años que se vio inmersa en un mar de lágrimas causado por su físico. ¿Qué pasaría si tu mejor amiga quedara atrapada en una ‘telaraña’ sin poder salir de ella? Aunque Alicia lo tenía todo, le falló lo que menos esperaba: su mente.

Capítulo Uno: »Un girasol».

Día 22 de febrero de 2018.

Querido diario, hoy te escribo para poder desahogarme. Se que han pasado ya dos años desde la muerte de Alicia, pero no he tenido el suficiente valor para ponerme a escribir todo lo que sucedió.

Es raro pensar que en realidad no nos diferenciamos tanto de los girasoles ¿No crees? Los girasoles miran siempre al sol, ya que el sol les proporciona la suficiente luz para poder seguir viviendo, y nosotros miramos a aquellas personas que nos iluminan la vida, aquellas que nos dan la suficiente fuerza para poder seguir viviendo. Pero, cuando un girasol deja de mirar al sol, solo queda su esencia; una esencia vacía.

Fíjate tú por donde pero, recuerdo exactamente la forma en la que se fue, de esa misma manera en la que las aves vuelan por el cielo y por desgracia, algunas de ellas nunca vuelven a su hogar, como en el caso de Alicia.

»No quiero volver a verla, quiero verla volver».

Y es que así era Alicia y así la veíamos todos: tenía unos ojos de color hierba como la misma fresca hierba de un campo lleno de flores y árboles de primavera, con esa cara tan frágil que parecía que estaba hecha para protagonizar un cuento de princesas, y ese pelo tan largo que cubría sus dos hombros por completo y rozaba casi toda su cintura. Fisicamente era preciosa, pero su interior era aun más bello. Contaba con todo, pero su valiosa mente le falló sin que ella se diera cuenta.

Todos nos comenzamos a preguntar lo mismo al ver lo que ella estaba empezando a hacer ¿Por qué alguien que tan perfecta, en todos los aspectos, dejaría que unas simples opiniones de varias personas acabaran destrozando por completo su vida? – «Gorda», «Fea», «Ballena», «¿Te crees qué por ser guapa no tienes que cuidarte?».

Día 22 de febrero de 2016. Un veintidós aparentemente normal para una gran cantidad de personas que viven en el mundo, pero sin embargo, para otras, era un día que marcó un eterno e inmenso dolor en cada uno de nuestros corazones.

No hay día que no recuerde a Alicia. Ella llegó a mi vida cuando menos lo esperaba y la llenó de veintidós únicos y originales girasoles, cada uno más original que el otro. Veintidós valiosas enseñanzas en forma de girasoles. Alicia siempre me decía la misma frase: »No permitas que nadie apague tú luz porque simplemente sea demasiado brillante para sus ojos». Esa frase, que al principio no entendía su verdadero significado, hoy en día la uso con gran frecuencia y me ha ayudado en una gran cantadidad de ocasiones.

Querido diario, no creo que te imagines las millones de personas que estaban reunidas en la Iglesia, llorando desconsoladamente por ella. Fue justo en ese momento cuando me di cuenta de que realmente nada de esto era un sueño, ni mucho menos era una pesadilla.

Pasaron los días y con ellos el recuerdo de Alícia no se me sacaba de mi cabeza.

Al llegar el día en el cual tocaba despedirse de Alicia mi cuerpo entero no se lo terminaba de creer, pero pensé en esto: ¿Qué mejor manera que celebrando una misa todos juntos en conmemoración de ella? Siendo sincera la misa se me hizo eterna y en ella me vinieron a la cabeza millones de recuerdos vividos con ella: todas aquellas tardes en casa hablando de temas sin importancia y de simples tonterías; tonterías que me hacían feliz, todas esas veces que recibí llamadas o mensajes de Alícia en los que hablábamos de lo que nos había pasado durante todo el día, aquellas veces que he acudido a su casa para evitar que llore y así sacarle una pequeña sonrisa…

Me anela el saber que crecimos como uña y carne; como gemelas de dos familias distintas, pero que comprarían la misma sangre. Y ahora se que me va a tocar seguir creciendo sin ella; sin Alicia. Me choca saber que ese día, que pensaba que nunca iba a llegar, al final llegó. Ese día en el que nuestros caminos se dividen, que se dividen porque ella se adelantó más rápido que yo y no siguió mi ritmo ni mi paso.

En la misa su madre dio un discurso, el cual nos hizo llorar a todos los que estábamos en reunidos allí. Ese discurso trasmitía una pequeña esperanza para lograr salvar las demás vidas de otros niños y niñas, y así poder evitar que caigan en la misma telaraña que destruyó a su hija por completo acabando con su fallecimiento. Su padre, al contrario, no pudo decir ni una palabra acerca de Alicia, y su pequeña hermana no hacía más que temblar.

Eso me enseñó a tener un gran valor, ese valor que creí haber perdido tras su muerte, y no pude evitar querer abrazarla.

Alicia, si algún día lees esto, espero que sepas que sigue estando preciosa y pondría la mano en el fuego afirmando que nunca la dejarás de cuidar. Me recuerda tanto a ti, te lo tengo que decir, es como tener una ‘mini’ tú, solamente se diferencia de ti en que ella tiene millones de pecas por todo su rostro y tú no. Eso me alegra un poco porque me parece que sigues viva, que sigues aquí con nosotros y que al fin y al cabo, te has quedado, de una forma u otra, en tu hermana.

Posteriormente, llegó mi turno de narrar un pequeño párrafo que estuve trabajando y escribiendo desde el momento en el que me dijeron que qué tal me parecía decir unas últimas palabras en la misa. Así que me decidí a subir las escaleras hasta llegar al altar. Nadie sabe lo mucho que me impresiona tener que hablar delante de tanta gente, pero por ti… ¡Por ti lo que sea, Alicia, ya lo sabes!

Por lo que me armé de valor y comencé intentando leer lo que había escrito. Y así fue:

– Buenos días, dentro de lo que cabe. Quisiera intentar hablar de como fue mi amistad con Alicia: »Entre miradas de la niñez nos conocimos; es como si todo estuviera marcado para que fuéramos amigas. Tú presencia endulzó mi vida, tú amistad alumbró mi corazón y con palabras hermosas nuestra amistad creció. Cada palabra que pronunciaste quedará sellada en nuestros labios, cada gesto que hiciste quedará grabada en nuestra retina, cada abrazo que nos diste quedará para siempre en nuestro cuerpo y cada mirada que nos lanzaste quedará en nuestro corazón ahora y por siempre. Te llevaré viva en la memoria dentro de mi y en mis sueños aún te podré ver. Siempre serás nuestra estrella, aquella estrella que nunca dejará de brillar».

Recuerdo que me tuve que parar varias veces a mitad porque se me saltaban lágrimas y un nudo en la garganta me impedía avanzar.

Un momento diario, pero… ¿Vamos a empezar desde el principio y de cómo sucedió todo, no? Remontémonos a un catorce de abril de hace dos años menos. Remontémonos al 14-04-2014.

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