El agua en el tierrero

El agua en el tierrero

Yakelin Roa

01/02/2018

Capítulo 1. Las mujeres descansaban pesadamente en las viejas y desvencijadas sillas de madera, rescatadas de los trastos en desuso de la familia, colocadas ahí por los peones para echarse un rato de vez en cuando, después de las largas jornadas de trabajo diario.

Ubicadas en el patio trasero de la casona. Ellas estaban Sudadas, desgreñadas y sucias, después de terminar su diario trajinar.

Florencia, la más vieja y refunfuñona del trío, ya arrastraba unos cincuenta y cinco años de duro trabajo, primero de casa en casa, luego acá.

-Muchos años en este lugar! – dijo Florencia con tristeza-.

-Tenía veintinueve cuando llegue, traída de una hacienda vecina, por el patrón Justo Rosales -pensó- le remordia la conciencia.

Rosa rondaba los cincuenta, vivía acá con su marido Juancho, el capataz de la finca -Florencia, -dijo- mejor tomemos café para la tertulia. Mientras le servía de la vieja cafetera, un gran pocillo humeante de peltre escharolado .

-¡mira que cuando le robas miche o mistela a los patrones! al comienzo te pones muy dicharachera, pero después no hay quien te aguante… sobretodo, cuando te da la melancolía… y la tristeza recordando a tu hijo.

-Rosa… y para que me lo recuerda… si sabes como me pongo.

-¡Mujer! hay que respetar la voluntad de Dios, si él se lo quería llevar, pues que le vamos hacer.

Esperanza la más callada de las tres, las observaba desde la otra silla.

-Si negra, mejor no te pongáis triste, ¡nos entristeces a nosotras también!,

-Sabes que para nosotras Antonio también era como un hijo, y nos duele todo lo que le pasó… -Entre cielo y tierra no hay nada oculto algún día se sabrá lo que en verdad ocurrió.

Las tres mujeres siguieron conversando bajo la sombra de los árboles, sirveme otro café, ¡huele sabroso!

-Hoy nos rindió la faena terminamos temprano para poder descansar.

La noche estaba clara y entre las sombras de los árboles se filtraban los rayos de la luna llena. Las tres mujeres conversaron por un largo rato; hasta que las venció el cansancio y se fueron a dormir.

– mañana, será otro día dijo Rosa-, se alejó arrastrando los pies, hasta llegar al terreno que debía cruzar para llegar el cuarto detrás de la hacienda donde la esperaba su marido Juancho.

Hacienda La pomarrosa, era una antigua casona pero bien conservada, llamada así, por la cantidad de aromáticos pomarrosos que había por todo el lugar. En sus predios había hermosos jardines, enmarcados por trinitarias de diversos colores, grandes helechos que colgaban como cortinas por los corredores de la casa.

Diversidad de plantas y matices por todos sus alrededores, hacen del lugar un espacio bucólico y de ensueño.

El ambiente olía a dulce de guayaba y a otras mixturas deliciosas, que las mujeres preparaban a base de frutas del lugar. Desde la casa se observaba las cercas de alambre de púas y rolos de madera pintados de blanco que demarcaban el área de los potreros donde estaba el ganado, y para el otro lado las caballerizas donde se guardaban las bestias.

Más allá de estos parajes; grandes extensiones de tierra, utilizadas para diversos cultivos, así como también cría y pastoreo de ganado y caballos.

La negra Florencia, ¡no se recupera de la pérdida sufrida hace un tiempo atrás!.. por la ¡trágica muerte de Antonio! su hijo.

Antonio desde pequeño se ganó el cariño de todos los obreros de la hacienda, siempre muy colaborador y atento, ayudaba a cualquiera que lo necesitará.

En los pocos ratos de ocio, jugaba con Rubén y Margarita, los hijos de los patrones, y ellos lo enseñaron a leer y a escribir, ¡él aprendía rápidamente! mientras los observaba hacer las tareas. Aún cuando, Margot la madre de los chicos, ¡no en pocas ocasiones! lo azotaba con un grueso cuero de ganado por este motivo.

-¡Lárgate andrajoso! -a trabajar en los patios de atrás.

-ve ayudar a los obreros …¡gánate al menos la comida que te tragas!..

-Debes tener leña que cargar, -atender algunos animales, muchacho mugroso…

-¡Te he dicho que no quiero verte por aca!… ¡ni dentro de la casa!

-¡Tu lugar es con los peones!.. Así fue creciendo Antonio, sin saber por que tanto odio de parte de esta mujer.

Pero su madre, la negra Florencia, lo reconfortaba con mucho cariño cuando llegaba triste por los maltratos… su madre sacaba algún plato de dulce o una taza de chocolate para que se sintiera mejor. -coma mijo ¡barriga llena corazón contento!

– Margot pensaba- ¡Florencia, esa negra alcahueta, que siempre lo ha malcriado! demostraba el odio que sentía por Antonio… no perdía oportunidad de descargar su ira con el muchacho.

Florencia sufría amargamente, las penurias que tenia que pasar en su trabajo de sirvienta, Sobretodo por su hijo… Aunque él, siempre estaba atento para cualquier menester que se presentará en la hacienda .

-Ella se preguntaba- ¡hasta cuándo podré soportar todo esto! ¡Si al menos Justo lo hubiera reconocido como su hijo!

-Ya estoy vieja para irme a otro lugar, a buscar trabajo-…¡pero ganas no me faltan!… -asi como tambien he deseado- ¡agarrar a la patrona y despelucarla como a una gallina!, por maltratar a mi niño.

Los muchachos lo buscaban para jugar alguna que otra tarde, cuando al chico le quedaba algo de tiempo, en ocasiones lo escondían debajo de algún mueble o cajon para salvarlo de los maltratos de su madre, ellos ignoraban, el porqué del odio de su parte, para el pobre Antonio .

Fue pasando el tiempo, en el cual retozaba a escondidas con Rubén y Margarita… ¡y estos le enseñaban a leer! así, después se llevará una cueriza, por parte de Margot.

-Justo, le decía a su mujer -Ala Margot…no te metas tanto con el muchacho. ¡Mira tanto que trabaja a pesar de ser aún un niño!…

-Se desenvuelve, como cualquiera de los otros obreros en la faena y es muy buen muchacho. – me ha demostrado que es de fiar…no le tengas tanta ojeriza no se lo merece.

-Antonio trabaja en los cultivos… es ¡muy bueno cuidando los caballos! y cualquier otra tarea que se le mande .

Después de algunos años, Antonio se convirtió en un hombre fuerte, alto muy buen mozo… Justo, le tenía plena confianza para las diferentes tareas de la Pomarrosa. Margot ya no osaba golpearlo pero su indisposición hacia él no había cambiado.

El día en que ocurrió el fatídico accidente de Antonio; los obreros que lo acompañaban, llegaron agitados… corriendo antes de la hora de culminar la faena .

respiraban con ahogo y decían…

– ¡no pudimos hacer nada! ¡ un tronco inmenso le cayó encima!

-¡no pudimos ayudarlo! decían ahogados…

– ¡estaba debajo, donde cayo el arbol…no pudimos hacer nada!

-Cuando pudimos remover el tronco…¡ ya estaba muerto!

-¡pobre Antonio no pudimos hacer nada! – se lamentaban los dos peones.

Otros obreros salieron, en busca del lugar, donde los dos hombres dijeron que había ocurrido el accidente, incluyendo al patrón quien había llegado recién de atender diligencias en el pueblo cercano.

-Justo le gritó al capataz- golpeando con el puño fuertemente en la pared… ¡Juancho !… te dije que no enviaras Antonio, con los peones que yo le había asignado otra tarea para hoy.

-Juancho pensó- no podía pasar por encima de Doña Margot, ella le había ordenado mandar Antonio junto con los dos peones.

-Sí patrón, contestó Juancho… agachando la cabeza y soltando una lagrima.

De inmediato disimuló, montó su caballo, y salió al galope. Seguido por el patrón hasta donde yacía el muchacho…

Sinopsis

Los días cálidos y las noches frías, transcurrían con pesadez y tedio en la hacienda Las pomarrosas. Su dueño Justo Rosales, dirigía las riendas del lugar junto con su capataz Juancho, un hombre rudo pero bonachón. El ambiente otrora hermoso y de ensueño, se va tornando gris luego de la muerte del hijo de Florencia, mujer del servicio quien tenía muchos años viviendo en el lugar. el muchacho muere en extrañas circunstancia aplastado por pesados troncos que acarreaban para la finca, cuando estaba junto con otros dos peones. Esta situación trae a flote viejos recuerdos del pasado cuando también fue encontrado muerto en extrañas circunstancias otro obrero y una hermosa campesina, a quien habían recibido como pariente pobre un tiempo atrás… cuando todavía era una niña. Esos y otros sucesos tendrían relación en un entramado de maldad egoísmo y ambición por parte de algunos miembros de la familia.

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