El Secreto del Conservatorio

El Secreto del Conservatorio

Martha Pickard

01/02/2018

Capitulo I

Una intensa lluvia de primavera arreciaba sobre el conservatorio de San Miguel, lugar en donde se preparaban jóvenes con diferentes aptitudes artísticas desde mediados del siglo XIX. La antigua edificación había sido adaptada para este propósito por una de las familias más notables de la región y le daba la bienvenida a todos aquellos que salieran favorecidos con un cupo, después de demostrar sus cualidades y talentos en los procesos de audición.

Siendo la última jornada, los alumnos esperaban con ansias el sonido de la vieja campana que siempre había sido usada de manera distintiva para finalizar el día. Una joven, que tomaba clases de piano, regresaba a su respectivo salón cuando de repente escuchó a lo lejos una hermosa canción proveniente del primer nivel de la antigua edificación; dirigiéndose con curiosidad hacia el sitio de donde procedía la melodía, notó que la puerta de un recinto restringido al público estaba abierta; caminando con cautela ingresó al lugar en medio de la oscuridad y esquivando los viejos instrumentos y objetos aquí archivados, se acercó a un rincón en el que se encontraba un hombre tocando con un estilo muy especial el tema Claro de Luna en un antiguo piano. La magia de las notas se apropiaban del ambiente envolviéndola con suavidad como un arrullo en la noche; una extraña sensación de confianza emanaba en ese espacio y la hacía sentir muy cómoda con el incognito pianista, el cual llevaba puesto una larga capa negra que le cubría la cabeza y quien le dijo con una voz muy baja y tranquila:

-Ven… siéntate a mi lado, acompáñame a tocar…

Ella maravillada y de cierta forma hipnotizada con el hermoso piano que tenía enfrente, no dudó en sentarse a su lado y tan pronto como sus dedos tocaron el teclado sintió que un extraño calor empezaba a recorrer sus manos. En un principio la sensación fue agradable y la joven se acoplaba con facilidad al ritmo del misterioso pianista. Cerrando sus ojos se dejó transportar a otro mundo sintiendo que tocaban ante un inmenso público; durante algunos segundos percibió el murmullo de personas a su alrededor, pero cuando los volvió a abrir su sorpresa fue grande al darse cuenta que estaba en total soledad; el incognito hombre había desaparecido.

Habían pasado solo algunos segundos que a ella se le hicieron una eternidad y en medio de su gran confusión, por la extraña desaparición de aquel misterioso hombre, intentó retirar sus manos del piano sin poder conseguirlo; parecía que tenían vida propia. El placentero calor que en un comienzo percibió en ellas se convertía en una sensación insoportable; sentía que se quemaban. Trató de gritar pero no le salían sonidos de su garganta y con horror se percató de que sus dedos se iban llenando de llagas y se consumían cual plástico al fuego; la sangre que brotaba de sus brazos se perdía entre las teclas del viejo instrumento haciendo que la canción sonara más y más fuerte.

De repente, a lo lejos se escuchó el sonido de la campana de salida; la lluvia había cesado y la joven estudiante, elevando un desgarrador grito, se desvaneció de manera misteriosa en el aire teniendo como único testigo la luz de la luna, que en ese exacto momento se filtraba con intensidad por uno de los ventanales de la parte alta, sumándose así a una decena de víctimas, aspirantes a músicos y bailarines, quienes habían desaparecido en este mismo salón sin dejar ninguna huella o recuerdo en la existencia de aquellos que les conocieron.

Un año después

Sara muy sonriente y tomando un profundo respiro, abrió de par en par las cortinas de la ventana principal de su habitación; el sol resplandecía en un cielo muy brillante y pintado de un hermoso color azul y todavía se podía sentir en el ambiente el intenso frío del pasado invierno. Siendo el primer día de primavera, también era el inicio de sus clases de piano en el Conservatorio de San Miguel.

La hermosa adolescente, de cabellera larga, oscura y ondulada; grandes ojos azules y una delgadez casi anoréxica, nació con un talento innato hacia la música. Poseía una facilidad increíble para tocar el piano y desde muy temprana edad practicaba en un viejo pianoforte que se encontraba en el sótano de su casa.

A sus dieciséis años, se reconocía a sí misma como una persona mucho más madura que cualquier otra joven de su edad; se caracterizaba por ser una chica muy dulce, poseedora a su vez de una gran dedicación y responsabilidad con sus deberes y un don inigualable de servicio a las personas. Siempre mantuvo una armoniosa y sólida relación con su madre, Mariana, debido a las experiencias y sacrificios que con anterioridad ambas habían afrontado para poder sobrevivir.

Sara no conoció a su padre; su madre le había hablado acerca de un hombre especial con el que mantuvo un hermoso romance y quien falleció en un accidente de tránsito cuando ella contaba con tan solo dos meses de embarazo, tragedia que la sumió en un gran dolor llevándola a tomar la decisión de huir a otra ciudad en busca de una nueva vida, dejando atrás a su familia y todos los sueños que en esa época tenía siendo una estudiante de ballet.

Durante quince años la situación para ellas no fue fácil; Mariana se dedicó a trabajar en una cafetería y nunca aceptó la ayuda que sus progenitores le ofrecían. Sin embargo el destino le brindaba la oportunidad de regresar a su tierra natal y recibir la vieja casa que sus padres al morir, de una extraña enfermedad, le habían dejado como herencia por ser su única hija.

Sara había enviado un video con un extenso recital, seis meses atrás, participando en las nuevas audiciones convocadas por el Conservatorio para la nueva temporada y con el cual obtuvo un cupo en las clases a nivel avanzado de la institución, lo que coincidía a la vez con el regreso a San Miguel. Habían llegado la noche anterior y las cajas de la mudanza estaban acumuladas en todas partes.

Dirigiéndose a la cocina, Sara ya arreglada encontró a su mamá preparando su lonchera y desayuno.

– Buen día ma…. como dormiste anoche?

– Excelente mi bebé estoy muy ansiosa de volver a la ciudad. Y que tal tu noche?

– Me tardé un poco en conciliar el sueño… no sé si en realidad pude dormir pero no importa igual me siento muy animada. Humm…ese café huele delicioso…

Un poco afanadas se abrazaron con emoción; la idea de comenzar una nueva vida las llenaba de muchas esperanzas.

Mariana tenía que presentarse ese día a una entrevista de trabajo como administradora de la cafetería del Conservatorio, gracias a una recomendación que le dio el abogado quien la contactó para comunicarle la noticia del deceso de sus padres y los bienes heredados; planeaba también visitar los alrededores donde solía pasar sus ratos libres y saludar a aquellas personas que tuvieron algún significado en su pasado.

Para Sara, el solo hecho de saber que por fin tenían una casa propia era motivo de mucho optimismo y seguridad, al igual que el deseo de encontrar nuevas amistades y compartir muy de cerca con Helena, su mejor amiga desde la niñez, quien por designios del destino se había trasladado también a esta ciudad con su familia poco más de un año atrás y a su vez iba al Conservatorio a tomar clases de ballet.

Mientras desayunaban y planeaban como organizar la decoración en la casa, una ruidosa bocina de carro se escuchó pitar en la calle;

– Bip, Bip, Bip, Saraaaa… vámonos, estamos un poco retrasadas -gritaba Helena desde su carro.

Sara, tomando con rapidez sus cosas, se despidió de su mamá dándole un estruendoso beso en la mejilla y abriendo la puerta principal le gritó:

-Te veré en la noche mamá y te deseo mucha suerte hoy en esa entrevista !No olvides mencionar que también preparas el mejor café del planeta!

Saltando la reja del jardín se acomodó en el pequeño automóvil de Helena, quien durante casi todo el camino le dio toda clase de indicaciones y recomendaciones familiarizándola con los alrededores. Planearon verse a la hora del descanso y a la salida; le explicaba cómo llegar al lugar por sí misma, en caso de que no pudiese algún día pasar a recogerla, para lo cual Sara ya había pensado en utilizar su vieja bicicleta como medio de transporte.

En el salón de las clases de piano, los estudiantes estaban preparándose para iniciar el día. Sara, en un intento de ubicarse en la última silla, tropezó con una de ellas la cual tenía una filosa puntilla que asomaba causándole una cortada en la rodilla que de inmediato empezó a sangrar.

-Tu… la chica nueva…es mejor que vayas a la enfermería y te hagas revisar esa herida -le dijo la maestra quien se había dado cuenta del incidente.

– Muchas gracias por la recomendación, volveré tan pronto como pueda -le respondió Sara muy abochornada por el asunto.

Caminando de manera incomoda, mientras se cubría la herida con su propia mano, Sara escuchó a lo lejos el sonido de un piano que tocaba una de sus canciones favoritas; sintiéndose atraída y curiosa por la melodía se amarró en su rodilla un pañuelo y se dirigió hacia el primer nivel. Abriendo con mucho cuidado una de las puertas del recinto en donde escuchaba más de cerca la música, notó que éste estaba lleno de objetos cubiertos por sabanas; un extraño y penetrante olor a humedad se sentía en el ambiente y con algo de dificultad divisó un gran y antiguo piano en una esquina. De pronto todo había quedado en silencio y un poco indecisa empezó a llamar:

-Hola… hola… hay alguien aquí?

Al no recibir respuesta alguna, se acercó hacia el piano en donde advirtió una especie de capa negra que cubría parte del teclado; tomándola con cuidado se sentó con delicadeza y la colocó encima de sus rodillas. Con cierta inseguridad empezó a tocar unas notas al mismo tiempo que sentía como un extraño calor iba recorriendo su pierna herida. Por un instante le pareció escuchar que danzaban en el centro del salón, pero cuando giró su rostro para cerciorarse si había alguien más con ella, solo notó una extraña luz que desaparecía en el aire. De pronto se oyó la voz de un hombre, el conserje del lugar, quien desde la puerta le gritaba;

-Que estás haciendo en este recinto?

Sara levantándose de un brinco y arrojando la capa al suelo se dirigió hacia el hombre de mediana edad, quien un tanto sorprendido y buscando con cierta nerviosidad el viejo candado que solía mantener la puerta cerrada le dijo;

-Este no es un lugar permitido para los estudiantes, como has logrado entrar aquí? Que has hecho con el candado?

-La puerta ya estaba abierta -le respondió Sara; además, aquí había alguien tocando en ese piano -le decía mientras le señalaba hacia el viejo instrumento.

El hombre, en tono burlón, le respondió;

-Vamos muchacha que eso es producto de tu imaginación, el viejo piano ni siquiera sirve es por eso que lleva aquí bastante tiempo guardado. No entiendo como hiciste para abrir esta puerta… en fin, vete ya a tus clases que yo ya me encargaré de mantener este sitio cerrado.

Sara un poco confundida se dirigió de nuevo hacia la enfermería tratando de memorizar el camino que la llevaría de vuelta al misterioso salón.

-Tendré que regresar con Helena – pensaba con mucha seguridad.

En la sala de curación, una anciana que prestaba sus servicios como enfermera voluntaria la invitó a sentarse en una camilla diciéndole;

-Muchacha, espero que no vengas con excusas de enfermedades solo para evadir alguna clase…

Sara en medio de su indignación se quitó el pañuelo de la rodilla diciéndole:

-No señora, yo no soy esa clase de persona, en verdad me he lastimado con una puntilla…déjeme mostrarle…por aquí debe estar…

Pero cuál fue su sorpresa al notar que la herida había desaparecido como por arte de magia, ni rastro de sangre se veía en la piel o en el pañuelo. La anciana un tanto curiosa y ajustándose a sus ojos unos antiguos y grandes lentes se le acercó y tocándole el rostro con lentitud le dijo con mucho asombro:

-Por Dios!… si eres la misma imagen de Alejandro, tu padre, él era mi nieto y fue el profesor de piano y música durante más de una década… por desgracia murió hace poco más de dieciséis años; tú tienes sus mismos rasgos, cabellos y esos ojos azules de mirada brillosa y curiosa -le hablaba la anciana limpiándose las lágrimas que se derramaban en sus mejillas- ¡no puedo creer que estés aquí! Dime, cómo te llamas, donde habías estado?… por supuesto también debes ser la hija de Mariana.

Sara algo desconcertada y alejándose poco a poco de la anciana le respondió:

-Discúlpeme pero usted me debe estar confundiendo con alguien más… mi padre se llamaba Daniel, era un vendedor de seguros y murió en un accidente de tránsito y aunque mi mamá también se llama Mariana yo estoy segura que no es la misma mujer que usted menciona; de hecho hasta el día de ayer llegamos a esta ciudad.

-No mi niña, yo no estoy equivocada -la anciana emocionada le contestó sin dejar de mirarla con total incredulidad- pregúntale a tu madre quien es tu verdadero padre; dile, que ya que ha regresado, que venga a verme porque es primordial que le entregue un mensaje que encontré para ella poco después de que se fuera de esta ciudad. Sé muy bien que me va a recordar.

Algo molesta y sin responderle, Sara salió corriendo del lugar y antes de ingresar al aula se colocó de nuevo el pañuelo en la rodilla, pretendiendo que todavía tenía la herida porque no encontraba una explicación razonable de los eventos que habían sucedido.

Durante toda la mañana Sara estuvo muy distante; se sentía de cierta manera molesta con su madre. Sería cierto que le había estado ocultando la identidad de su verdadero padre? Y de ser así, que motivos tuvo para haberla engañado? Tenía miles de preguntas dándole vueltas en su cabeza, además de sentir una fuerte atracción y curiosidad por volver al lugar en donde estaba el misterioso piano.

Esa misma mañana en el Conservatorio, Mariana había logrado obtener el puesto de administradora en la nueva Cafetería y a pesar de que sabía que parte del éxito se debía al hecho de poseer bastante experiencia como mesera y amplio conocimiento del negocio, también tenía que reconocer que fue de gran influencia su particular belleza y sus muy sugerentes par de amigas, las cuales no habían pasado inadvertidas para el viejo administrador del lugar. A sus 34 años se sentía más atrayente que nunca; sus grandes ojos negros reflejaban un misterioso brillo y su enigmática sonrisa, que mostraba una perfecta y blanca dentadura, resultaban muy atrayentes por aquellos que tuvieran la oportunidad de interactuar con ella.

Después de la entrevista, Mariana recorrió los corredores en los que durante muchos años atrás sus pasos la habían llevado a marcar un camino hacia el salón de piano, en donde cada noche y sin ser vista se encontraba a solas con su gran amor, su oculto y dulce secreto, Alejandro Villegas, el profesor que dictaba esas clases; pasaban horas hablando, disfrutando de un torrente de pasión, danzando, riendo y burlándose de aquellos ingenuos a los cuales les ocultaban la insensata y prohibida relación. Mariana solo contaba con diecisiete años de edad y sus padres no pertenecían a una clase social muy adinerada. Alejandro, siendo diez años mayor que ella, era el hijo de una acaudalada familia que tenía sus ojos puestos en una mujer de la alta sociedad; la hija de uno de los dueños del Conservatorio y con quien querían comprometerlo en matrimonio.

Continuará…

SINOPSIS

Llenas de ilusiones y sueños, Sara y su madre Mariana, han regresado a San Miguel con el fin de construir un nuevo futuro, gracias a una oportunidad que el destino les ofrece, sin imaginarse que sus vidas cambiarán muchísimo más allá de lo que podrían esperar.

El Conservatorio de San Miguel, ha prestado sus servicios durante más de cien años y es reconocido como una muy distinguida e importante institución en la preparación de jóvenes artistas; lo que nadie sabe es que guarda bajo la sombra un macabro y siniestro secreto, una poderosa maldición que ha esperado la llegada de un nuevo protagonista, quien estará destinado a desatar nuevos y aterradores eventos, los cuales esta vez no quedarán en el olvido y expondrán a la luz pública todos los sucesos del pasado.

En esta escuela, Sara se iniciará en su camino como pianista profesional y durante sus jornadas de aprendizaje, experimentará inusuales encuentros que le cambiarán la manera de contemplar la vida, exteriorizando a una enigmática y misteriosa mujer que librará más de una batalla entre el bien y el mal.

Mariana, por su parte, tendrá la oportunidad de conocer en la cafetería a su posible nuevo amor, Ricardo Vega, un detective de la Capital quien llegará a San Miguel iniciando una investigación acerca de los cadáveres que irán apareciendo en los alrededores del Conservatorio; también conocerá unos extraños personajes, quienes se presentarán así mismos con unas características especiales, revelándole el secreto para destruir la maldición que pesa sobre el conservatorio.

Logrará Mariana vencer ese terrible poder? Se hará justicia para aquellos que desaparecieron hace quince años? Una guerra entre la fuerza del amor y el poder del mal que nos mostrará hasta donde es capaz de llegar un ser humano con el fin de defender sus intereses.

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