Tío Lachi
Cuando lo escuchaba llegar, salía corriendo hacia la puerta: «¡Tío Lachi , tío Lachi!». Él, sonriendo, me cargaba. Era muy alto y con él podía recorrer todas las lámparas de la casa, las tocaba una a una, empezábamos por la sala, el comedor, la cocina, los baños, los cuartos, hasta una muy arriba que había...