Luz de farolas
Noche de insomnio en casa, lluvia, luces, sombras... y valor
club de escritura Fundación Escritura(s)-Fuentetaja
316participaciones
Perder la inocencia Noche de insomnio en casa, lluvia, luces, sombras... y valor
Fue mi único amor. Por ella no falté a ninguna clase en el último año de la escuela. Necesitaba verla todos los días. Y sentía que era recíproco, porque nuestras miradas cruzadas eran distintas a las intercambiadas con los demás: cálidas, sugerentes, cómplices. Por esos años yo era tímido, muy tímido. No me animaba a...
Como flor en primavera, llegó a sus vidas y, de seguro embelleció aquel desierto en sus interior. Como abeja, quizo cultivar su panal; cuanta miel se desprendía de aquel que era su hogar. Pero luego, mamá espabiló y ya eran 32. Como hoja que en otoño se desprende del árbol, de niña a mujer pasó. Una...
Sobre la muerte y los hijos. Carta que envía a su hermana fallecida. Fragmento de 'Una pérdida en mi familia'
Recuerdo con fervor casi religioso, la luz que cada anochecer se erigía cuan estandarte de las fuerzas del bien contra las hordas del mal; en medio de una barriada demasiado tranquila, con escasez de iluminación y triste. La oscuridad que invadía mi estancia con alevosía no podía penetrarme, porque la luminiscencia que vislumbraba a través...
Me gustaba estudiar a mi edad de 7 años, vivía escribiendo estudios porque era un niño muy estudioso, hasta que un día una mujer me ofreció un alfajor o un chupetín por hacer algo a cambio, no recuerdo bien ese detalle. Lo que sí recuerdo con claridad es lo que pasó cuando me pidió que...
Estamos trabajando . Gracias por su paciencia.
Un relato en primera persona que explora el crecimiento, los lazos familiares y la lucha por encontrar la propia voz.
El niño está tumbado en la cama, boca arriba, con las manos cruzadas sobre el pecho como si estuviera muerto. “¿Qué es lo que hago mal?”, piensa. Su madre le ha gritado y se ha echado a llorar, pero él no entiende por qué. Esa noche, a través de la ventana no se ven las...
Un adolescente pierde de vista la pelota mientras juega al lado del río.
Me gustaba jugar contigo
Aquella tarde Carmen lanzó la piedra al aire, que rebotó sobre el empedrado antes de detenerse en el último recuadro de la rayuela, el número diez. A la pata coja fue avanzando de casilla, pero bajo sus pies no había números que guiaran el juego, sino símbolos extraños dibujados en tiza. Tras el primer salto,...