Fui echado a patadas. Literalmente. Tenía la suela de los zapatos de aquel tipo pegada atrás. Y era normal; ¿cómo un canijo periodista como yo iba a poder acercarse? Si a los grandes periodistas les cerraban la entrada pues entonces a mi me tocaba ser sacado a patadas. Y es que, aquel acontecimiento, esa vida detrás de esas puertas blancas, era una resurrección. Finales de los noventa: Emily Vandecot muria de cáncer de pulmón, ahora, a principios de los cincuenta, volvía a la vida. La criongenización no estaba de moda por aquella época, de hecho, si tenias esperanzas en aquello, parecías loco esperanzado. El primer intento de resurrección se dio en los años treinta; el gobierno lo llevó en secreto mucho tiempo, hasta el segundo intento (en los 40), que se hizo público y con más fé en ello. El hombre solo llegó a mover unos dedos y su corazón volvió a pararse. Fue un fracaso terrible, porque no encontraban el fallo. En 2046 se descubrió la cura contra el cáncer. A raíz de eso se descubrió un poco mas a fondo el comportamiento de las células cancerígenas y el resultado llevó a descubrir el fallo de la segunda resurrección. John Stonem había supuesto que las células que habían estado vivas volverían a su función de regreso en cuanto la sangre volviera a fluir. Pero las células de la piel se modifican, se «resetean», y no reciben ordenes directamente del cerebro simplemente porque las células que se «resetean» forman el 56% del cerebro. Podría decirse que Amanda Walker había logrado descubrir la cura contra el cáncer y ayudar a revivir a los muertos. Hoy era un día especial, hoy por fin saldría Emily del hospital. Salió, pero cuando la ví, no noté vida, sino muerte en vida. Tenía el pelo oscuro, que le tapaba la mayoría de la cara, y sus ojos miraban como si estuvieran suspendidos en la nada mirando a la nada. Me atrevería a decir que estaba buscando la manera de llorar, pero no la encontraba, no encontraba nada porque ese mundo ya no era el suyo.
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