Todas son bellísimas. Y las hay a miles, quizás decenas de miles. Montañas de cuerpos de plástico y fibra de carbono formando cordilleras que amenazan con colapsar en cualquier momento. “Nadie las quiere, sólo nosotros”, comenta Luis Vigil, gerente de la empresa Ex mientras me muestra la inmensa nave industrial que su firma tiene en las afueras de Zaragoza. “Cuando sus amantes fallecen, los familiares más cercanos nos llaman para que nos hagamos cargo de ellas”. Tras una pausa añade: “Creo que les da cierto reparo tirarlas a la basura. Parecen tan humanas”.  

Precisamente este factor, su humanidad artificial, perfecta, fue la causa del efímero momento de gloria que tuvieron las Muñecas A.M.O.R a mediados de los años veinte. Con su piel impecable, su pelo natural y una progresiva inteligencia artificial, básica pero funcional para su cometido, significaron un alivio para la soledad de miles de hombres a los que asustaba tener contacto con una mujer en el mundo real.  Su éxito diversificó la producción con los modelos masculinos y, finalmente, los infantiles destinados a parejas que no podían tener hijos o no cumplían los estrictos requisitos para adoptar que impuso el Gobierno Mundial. “Esos modelos no los llevamos nosotros”, señala Vigil mientras aplasta un mosquito que se le había posado en el brazo.

 Sin embargo, la aparición de los primeros androides fabricados por Apple, el obsoleto Iuman 1, provocaron que las Muñecas se convirtieran en el último reducto para nostálgicos de un mundo más sencillo, quizás más inocente, que ya llegaba a su fin. “Fue un desastre”, argumenta con pesar el gerente de Ex, “un auténtico desastre”.

Mientras conversamos llega un camión a la nave. Como una bestia inconcebible, vomita en un rincón otro millar de Muñecas. Cojo la mano de una de ellas y noto su tacto aún caliente, tan diferente al de mi Iuman 12. “Te amo”, me dice. Es una sensación extraña, casi irreal. “¿Qué hacen con ellas?”, pregunto, “¿Las reciclan?”. “No”, contesta Vigil. “Sólo las acumulamos”. ”¿Y cuando no haya sitio?”. Vigil no contesta. Como un punto y seguido,  la muñeca musita “Te amo”.

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