CUANDO LO PEOR ES LO MEJOR

CUANDO LO PEOR ES LO MEJOR

Elena Marroig trabajaba de secretaria en un Buffet de arquitectos, pero con la llegada de la crisis, Carlos Conesa y Emilio Vallés tuvieron que cerrar el despacho.

Elena residía en un acogedor apartamento en una céntrica zona de Palma. Llegó el fatídico día en que tuvo que embalar sus cosas. Estaba detrás de lo que fue durante tantos años su mesa. Era alta, pelo castaño, ojos verdes, mirada profunda, sus rasgos duros y poco expresivos, le daban un punto enigmático.

Carlos y Emilio la llamaron a su despacho.

  • Elena, ven por favor.

Carlos y Emilio dijeron:

  • Lamentamos profundamente tener que prescindir de tus servicios, has sido un pilar fundamental de este despacho.
  • Elena, te agradecemos todos estos años que nos has dedicado, incluso a veces; renunciando a salir a tu hora.

Quedó conmovida por las palabras de quienes habían sido sus jefes.

En la ciudad se iban encendiendo las primeras luces para acoger a la noche. Entró en una cafetería; necesitaba estar consigo misma. Estaba ojeando la prensa cuando llamaron a su móvil.

  • ¿Diga?
  • Hola (era Marcos, su hermano)
  • ¿Cómo estás?
  • Mal, acabo de sufrir un aparatoso accidente.
  • ¿Qué ha pasado? preguntó Elena preocupada.
  • Una estúpida caída, iba al cajero a sacar dinero, la acera estaba mojada he resbalado, no puedo mover la pierna, me ha quedado doblada. El director del banco ha llamado a la ambulancia, pero no sabes lo peor, había dejado el coche cerca del cajero pensando que no tardaría, el vehículo molestaba y el director del banco muy amablemente se ha ofrecido a estacionarlo, al hacer marcha atrás, ha dado contra una farola destrozando la parte trasera del coche.

A lo que Elena respondió.

  • Vaya desastre!
  • ¿Dónde estás?
  • Estoy entre Paseo Mallorca, esquina Cataluña esperando a la ambulancia.

Lo trasladaron al hospital donde estuvo unos días en observación. Pronto le dieron el alta.

Habían transcurrido unos meses desde que Elena dejó el despacho. Su día a día se reducía a la búsqueda de empleo. Se sentía atrapada en su ciudad. Algo estaba a punto de ocurrir que daría un giro radical a su vida.

Elena solía ir a tomar café y a leer la prensa, en una mesa continúa oyó una conversación entre dos ejecutivos, el tema era precisamente el trabajo, el de mayor edad, decía al más joven: -¿Sabes que en Dinamarca hay la tasa más baja de paro? y dónde más probabilidades tienes de emprender un negocio, incluso a nivel fiscal hay menos impuestos, la vida allí no es tan complicada.

Estas palabras suscitaron en Elena un gran estímulo. Dejar todo e irse a Dinamarca. Estaba impaciente por contarle a su hermano la decisión que había tomado. Las decisiones precipitadas suelen ser las que dan los mejores resultados. Decidió ir a visitar a Carlos.

  • Hola hermanito, te veo recuperado.
  • Estoy bien.
  • Carlos, quería comentarte algo, al principio puede parecerte un tanto descabellado.
  • ¿De qué se trata? Pregunto Carlos.

Elena empezó a detallarle lo que tal vez fuera la solución a su situación laboral.

Marcos se quedó pensativo durante unos instantes y dijo.

  • Elena ¿qué se te ha perdido en Dinamarca? Allí no conoces a nadie y ¿si tampoco encuentras trabajo?

A lo que Elena respondió.

  • Cuando todo va mal, los primeros que me ofrecieron su ayuda son los que ahora se esconden. Creo que yéndome a Dinamarca tendré más posibilidades de encontrar trabajo; allí la tasa de paro es inferior a la nuestra. Y déjame decirte, que tiempo es de lo que más dispongo ahora.

A Marcos no le hacía ninguna gracia que su hermana se fuese tan lejos.

-Te apoyaré en lo que decidas, dijo.

Al llegar a Copenhague un taxi la trasladó a un Hostal, la habitación era espaciosa, desde la ventana podía verse un conjunto de calles empedradas conocidas como Strøget que son el alma de Copenhague, situadas en la parte más antigua de la ciudad, repletas de tiendas, restaurantes, y transitadas por miles de personas, siendo una de estas calles, la más larga del mundo.

Elena se acostó. A primera hora bajó a desayunar. Tomó café acompañado de un delicioso dulce danés. Pasearía por sus antiguas calles, y saborearía la comida típica del país.

A la caída de la tarde empezó a actualizar su currículo. Quizás, estaba enfocando mal la búsqueda de empleo, y entonces recordó que su abuelo le había enseñado a elaborar la ensaimada, cuando ella apenas era una niña. Regentaba un horno en Mallorca, llamado “Es Forn de Es Padrí” (El horno del abuelo) sus papilas gustativas evocaron aquellas únicas ensaimadas tan simples, pero tan ricas que hacía su abuelo.

Transitando por las calles de Strøget, se percató de que un local estaba en alquiler, era céntrico con chaflán, y amplios ventanales. Tras una breve charla con el dueño, salió con el local alquilado. Se enfrentaba a dos importantes retos, competir con los spandauere (típicos dulces daneses) y recordar los ingredientes para elaborar la ensaimada.

Elena estaba abasteciendo el obrador con los ingredientes para fabricar el dulce mallorquín. Empezó a trabajar.

  • ¿Cómo era?
  • 350 gr. de harina de fuerza.
  • 12 gr. de levadura fresca….

Y así fue elaborando una ensaimada tras otra, horneó toda la noche. La inauguración era al día siguiente. Las haría de distintas variedades, pero la estrella sería la “lisa”, espolvoreada con azúcar, la ¡típica ensaimada mallorquina! Elena llegó exhausta al hostal, descanso y regresó al obrador para comprobar que todo estaba en orden.

Había logrado crear un espacio confortable y luminoso que invitaban al transeúnte a contemplar uno de los postres por excelencia de Mallorca. La gente hacíaa cola para degustar ese postre que los daneses aún desconocían y que entraba por la vista.

Aquel día Elena, hizo una considerable recaudación, fue el principio de su nueva vida profesional. Gracias al desafío y a su preparación, tuvo la capacidad de gestionar su propio negocio. En otro país, lejos de su Palma natal y querida.

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