Le dejaron escrito en una cartulina grande, pegada a la puerta de su hogar con un clavo, las siguientes palabras: “Si regresas te matamos, maldito haitiano”. Jacques Van Pie observó el letrero que resaltaba en aquel solar baldío donde estaba la barraca. Las letras escarlatas contrastaban sobre el fondo blanco. Los colores le recordaban el símbolo de la Cruz Roja que tantas veces había contemplado en las últimas dos semanas en Cité Soleil. Ese signo parecía acecharle, a pesar de estar tan lejos de su tierra natal. El clavo le señalaba. A pesar del cansancio, examinó la caligrafía. No entendía nada; era analfabeto. Jacques dedujo que el cartel era otra broma pesada de unos de esos chicos dominicanos. ¡Perejil, Perejil! –le gritaban desde los balcones cuando salía en las mañanas a trabajar en la construcción del edificio[i]. Apenas quedaban unos rayitos de sol, en la tarde del 26 de enero[ii]. Los dientes albos y torcidos destacaban en su tez oscura. Sintió una extraña sensación en la nuca. ¡Le espiaban! Giró lentamente; una jauría de ojos le vigilaba desde el parque, desde el colmado, desde la otra calle. Asustado, el hombre entró en la barraca y cerró la puerta. El jergón prometía descanso y refugio. No obstante, el cartel le molestaba. Abrió de nuevo la puerta. Salió. Los ojos seguían allí, más cerca y atentos. Hurgó por una piedra entre la maleza. Frente al letrero, arrancó la cartulina y la dobló en un pliego. Con la piedra, torció el clavo y luego lo sacó de un tirón. Anochecía. Escuchó un rumor de voces que crecía con la oscuridad. Primero, una docena de hombres le señalaba. Debatían y bramaban en un idioma enigmático. La jauría se agigantaba; se unieron los del colmado; varios vecinos; y algunos borrachos. Jacques Van Pie sintió deseos de correr. ¡Estaba rodeado! Entre ellos, varios portaban machetes o garrotes. En algunas manos, divisó piedras más grandes que la que había usado para remover el clavo. Respiró profundo. La horda respiraba como un enjambre. Tras de sí, varios hombres rompieron botellas y levantaron los pedazos rotos como espadas. Le acorralaban. El cerco humano empequeñecía. Jacques Von Pie gritó desconsolado. Alzó los brazos; soltó la piedra. La cartulina cayó al suelo. El haitiano la miró por última vez. La primera piedra golpeó su cabeza. En esta ocasión, las letras rojas le recordaron el color de la sangre.

[i] La Masacre del Perejil fue una matanza de haitianos en 1937 ordenada por el dictador Rafael Trujillo. Los soldados dominicanos llevaban una rama de perejil y pedían a los sospechosos que pronunciaran el nombre. Para los nativos en criollo haitiano les resulta difícil esta palabra.

[ii] El 26 de enero se celebra el natalicio de Juan Pablo Duarte, uno de los Padres de la Patria de la República Dominicana. Sus acciones condujeron a la Declaración de Independencia luego de 22 años de yugo haitiano.

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