Nubes negras en Bogotá.
Llovió.
Desperté y seguía lloviendo.
Llueve.
Mi sueño: una llovizna.
Mi despertar: un aguacero.
Y seguiría lloviendo.
Finalmente me levanté y frente a mí
vi el espejo que traje desde Buenaventura: en mis ojos también llovía.
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