De la isla a la península

De la isla a la península

Carlos

22/03/2020

Lo tenía todo preparado. Las cajas verdes de Correos ya estaban listas. Llegarían una semana después de mi llegada. Era un pequeño salto que se me hacía muy grande. Me había despedido de los amigos y de mi padre. El último año no había sido fácil. La salud de mi padre cada vez estaba peor, pero él insistía que en la isla no podía seguir, que tenía que probar suerte en una ciudad más grande. Sé que le echaré especialmente de menos y que él también lo va a sufrir. Mi hermano dice que se encargará él de acompañarle a la quimio. Me tranquiliza.

Dudo de si me estaré llevando demasiadas cosas. He dejado mi habitación prácticamente vacía. Da pena. Mi madre me pregunta cuántas ensaimadas quiero llevarme. Le digo que cinco estarán bien. Dos para mí y una para cada compañero del piso al que me mudo. Me da miedo. No sé como va a salir todo esto. Tocará aprender a vivir con la incertidumbre. Se acabó el tener las cosas claras, controladas y fáciles. Me llevo todas las cámaras. Aunque sé que no tendré dinero para poder seguir haciendo fotos. Algún día podré comprarme una de esas cámaras digitales nuevas que están saliendo.

Al final, mi tía, la que me esperaba acogerme con tantas ganas en su casa se había rajado. Comenzó diciendo que me podía quedar en su casa unos meses. Luego pasó a ser un mes. Y la última vez que hablé con ella, el martes, me dijo que seguro que con unas semanas tendría suficiente para encontrar algo. Decidí buscarme la vida y, por suerte, el novio de mi ex me dijo que él dejaba su habitación en las mismas fechas en que yo tenía pensado ir. Mis ahorros eran mínimos pero suficientes para poder pagar dos meses seguidos de alquiler.

Eso dejaba poco margen para entretenerme. Tenía claro lo que quería y sabía que lo principal era llegar y empezar a contactar con todos aquellos fotógrafos y estudios de fotografía que tenía apuntados en mí “Guía por Barrios” de la ciudad condal. Tocará no cobrar y trabajar muchas horas. Aprender, aprender y aprender. No quedaba otra. Trataría de conseguir otro trabajo que me permita alternar con esas asistencias. Marcelo, amigo de infancia, trabajaba de azafato de congresos y ferias, quizás él pueda conseguirme algo, aunque ya me ha dicho que pagan fatal.

Sabía que el salto por pequeño que fuera iba a marcar un antes y un después en mi vida. Yo mismo me decía que no tenía marcha atrás. Quizás no era consciente de lo mucho que amaba la isla, pero sabía que ahí no podía vivir más. Mis sueños no tenían futuro si me quedaba. Confiaba en poder coger un barco o un avión de vez en cuando para verles y respirar el olor a mar balear que tanto me había acompañado siempre.

Repaso la lista una y otra vez. Sé cuál es el plan. ¿Será 2004 mi año?¿Podré? ¿Sabré? ¿Aguantaré? Joder, cuantas preguntas.

Al final mi madre me ha comprado seis ensaimadas. No tiene idea de cuánto la voy a echar de menos.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS