El tiempo encerrado en el pequeño contenedor tenía efectos nocivos en su mente. La oscuridad, el frío, la imposibilidad para moverse y sobretodo el silencio, mermaba su cordura. El sentimiento de soledad se hacía más grande, de nada le servía saber que estaba rodeado de gente, si al final todos estaban aislados, sin poder verse ni tocarse. Al ser incapaz de medir las horas, su mente jugaba con él, haciéndole creer que llevaba días, incluso meses confinado y que era cuestión de tiempo para morir de deshidratación o de locura. En su encierro, las cosas cotidianas adquirían un valor insondable, añoraba como nunca antes la sensación del viento, la interminable arena en el horizonte bermejo, extrañaba las lunas resplandecientes en la noche y la vista hacia el pequeño punto luminoso que él llamaba Primer hogar.
La sed era agobiante y lamer su sudor frío o tragar saliva en nada le ayudaba. No sabía si solo él estaba despierto, o si solo él estaba vivo. Conversaba consigo mismo, esperando el momento en que volvería a dormir, por años, tal vez siglos.
Como profesor de historia, sabía que esto no era nada nuevo, en la era antes del Mar de fuego, era común que por desigualdad, guerra o enfermedades las personas emigraran de un punto a otro en el Primer hogar. Lo mismo ocurrió tras la tragedia de EARTH-02 y la posterior colonización de Titán. Los hombres siempre se mueven de un lugar a otro, en muchos casos dejando atrás a los menos útiles, a los que no pueden financiar sus traslados o a los que aparentemente no aportan nada a la sociedad.
Entraba y salía del letargo, al despertar comenzaba su tormento y antes de reanudar su sueño sentía la muerte cercana. Los intervalos que pasaba despierto dañaban poco a poco su mente, perdía noción de la realidad. En su delirio imaginaba que era libre, que volaba a través de las nebulosas y apreciaba lo sublime del espacio infinito. En su penumbra, imaginaba la luz de las estrellas, los destellos emitidos por la colisión de galaxias, la luz cegadora de las supernovas. Se preguntaba cómo un ser tan insignificante se aferraba con tanto empeño a la vida. Nadie notaría nunca el paso del hombre por el universo y hasta donde habían avanzado las investigaciones, no hay nadie más, ninguna raza a la cual contactar, a la cual legar algo o de quien recibir algo, estaban solos entre las estrellas y pese a todos sus esfuerzos, no habían logrado averiguar qué hay más allá del Muro sideral.
Dentro del carguero no habría más que maquinaria y muestras de distintos cuerpos que encontrara en el camino, ningún ser vivo. Al no contar con personal humano, era relativamente fácil burlar el sistema de seguridad para introducir personas dentro de las cápsulas que servirían para los nuevos cruceros. Una vez criogenizados, los escáneres de los puertos lunares no detectarían vida dentro. Esa era la mejor forma hasta el momento para cruzar inmigrantes de una estación a otra y en este caso, del Cinturón de Estaciones Centauri a Kepler 452b, apodada la Neo-Tierra, gracias a sus condiciones casi perfectas para albergar vida. Dichas condiciones también lo hacían inaccesible, solo los descendientes de los primeros pobladores y los ingenieros de antimateria, junto con los banqueros, podían vivir allí, debido a los altos costos y trámites de permisos de movilización extra estacional.
Una de las cápsulas estaba defectuosa, lo que permitió que en uno de los controles de rutina se detectara una forma de vida dentro del carguero; a tan solo unos kilómetros de la órbita del Kepler 452b, el sistema de control a distancia detuvo la nave y abrió la cápsula del intruso. Este se alegró al poder salir de su encierro, creyendo que ya estaba en su nuevo hogar, arrastró su cuerpo envejecido al puerto principal, con la ilusión de encontrarse ya en la bodega de descargo, a la espera de que su contacto del cuerpo de ingenieros hiciera despertar a los otros para luego conducirse a un mejor destino.
Con amarga tristeza contempló a través de las escotillas del puerto principal las estrellas que en otro tiempo añoró, ahora le producían una tristeza e impotencia casi tan grandes como el vacío mismo del espacio. Lo último que vio fue una luminaria acercarse a la nave. Cerró los ojos y deseó nunca haber salido de Alfa Centauri, si en la Neo-Tierra le esperaba el mismo destino…
En la nave MR-27, que transportaba materiales para el sistema de desplazamiento por curvatura de los cruceros NE-95 y NE-96, se detectó un extraño patógeno, de origen desconocido. Ante la inminente amenaza a la integridad de los ciudadanos de Kepler 452b, el presidente de la Asociación ÏCARUS, autorizó el despegue de misiles que destruyeron dicha nave antes de entrar en la exósfera. Autoridades reportan que la nave no estaba tripulada por personal humano, por lo que el número de bajas es de cero.
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