Yo, que vivía en las fronteras de mi sofá con un pasaporte que me concedía trasladarme a la cocina a por viveres para seguir matando horas frente al televisor, mientras esbozaba tranquilidad entre los bostezos que se perdían en los anuncios, jamás pensé en emigrar.

sin embargo,un día cualquiera la vida te cambia para siempre sin que siquiera te dé tiempo a preparar las maletas, sino que te ves con un puñado de angustia en los bolsillos, un par de billetes de tristeza en la cartera y un nudo de ansiedad en la garganta que no te deja respirar.

Mientras tanto, te sigues preguntado que ha pasado y cuando miras a la gente, sólo ves miradas perdidas que no ven  más que miedo porque las noticias del último telediario vienen anunciando un apocalipsis en forma de enfermedad que quiere acabar con el mundo.

Es curioso, como todos queremos emigrar hacia camino esperanza, pero la ley nos obliga a confinarnos en nuestros propios temores que recorren ese pasillo por el que tantas veces hemos caminado hacia nuestros sueños, pero que sin embargo ahora se ha convertido en la habitación del panico donde nos refugiamos de las palabras.

Intentamos emigrar hacia lo conocido, despues de ser victimas de lo desconocido que nos ataca en nuestro desconsuelo mientras lloramos detrás de una mascarilla en esta cola eterna que rodea el supermercado de la incertidumbre que sólo abre hasta las tres.

Somos emigrantes de la pena, sin equipaje, porque nos hemos dejado la vida en el armario que tiene que ser desinfectado de dudas y de miedos y buscamos el camino a la esperanza en cualquier balcón cada vez que suenan los aplausos con la fuerza de unas manos que se aferran a la vida en busca de un futuro mejor.

Hoy mis pasos se pierden en los 70 metros cuadrados donde habitan mis ilusiones y mis problemas, donde duermen mis anhelos y mis preocupaciones y donde viven mis días y mis noches que ahora se confunden en esas madrugadas donde me desvelo porque he tenido otra de esas pesadillas.

Quiero marcharme, lejos, donde el miedo no se esconda en la probeta de un laboratorio, donde las personas no seamos victimas, una vez más, de la avaricia disfrazada de accidente, donde mi último adios tarde en llegar y me deje tiempo para vivir y donde pueda abrazar a un amigo sin preguntarle si tiene patologías previas.

Busco una esperanza en el camino y un camino a la esperanza, porque me he convertido en emigrante sin papeles que confirmen mi estado de salud, pero no quiero hacer escala en el hospital porque sé de buena tinta que allí duermen muchos emigrantes que tuvieron que marcharse de su hogar a toda prisa porque la guerra bacteriologica arrasó con sus sueños y hoy su vida pende del hilo de las batas verdes del mejor ejercito que el mundo ha conocido, lo llaman… la orden de los sanitarios… y cuentan con legiones a su servicio, como transportistas, dependientes, secretarias…que dedican su vida a salvar vidas.

No llevo maletas, las lágrimas caben en cualquier rincón del alma.

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