SIGNOS MÁGICOS 

Pintar un cuadro sobre un paño de silencio,
crear una melodía con un instrumento de humo
que se eleve danzando,
que resuene en la eternidad donde Dios duerme.
Escribir
para conjurar la pequeñez que estrecha el horizonte,
hacer malabares con los signos mágicos
que aprendí en un banco de madera
cuando era un hada o un delfín.
Dejar que el trazo se dibuje y se expanda a su albedrío,
que la propia vida sea ese rastro ínfimo, sutil, imperceptible,
como un perfume, como la brisa que apenas se insinúa
en el leve balanceo de las hojas del álamo.
Destronar al olvido,
abolir la soledad,
pintar un cuadro,
crear una melodía
trazar los signos mágicos que hacen palabras.

A CAMBIO DEL ASOMBRO

Tal vez hubiéramos podido arriesgar
lo previsto a cambio del asombro;
hubiera iluminado nuestros ojos
y el alma es más hermosa desbordada.

Tal vez hubiéramos podido
asomarnos a la eternidad
atreviéndonos a ser vulnerables.
Tal vez hubiéramos podido abrir las manos
para que Dios construya otro mañana.

Pero el escudo que esgrimimos pesó tanto
que nos sirvió de lápida.
Lo cierto es que vendimos nuestros soles
con muy poca ganancia;
perdimos el contacto de la lluvia
en el mismo momento en que la atamos
para no derramarla.

Le barrimos la magia a la vereda,
le lavamos el brillo a la esperanza
y al amor, como era subversivo,
hubo que hacerle trampa;
nada mejor que ponerle cadenas
para que se escapara.

COMO SI LA LLUVIA

   Como si la lluvia hubiera clausurado


la fina provisión de urdimbre


y todos los vientos fueran a estrellarse

contra la ausencia sin atenuantes de tus besos,


mis dedos ya no tejen con los hilos del agua 


la historia de dos bocas y dos sexos

con la que aprendimos a asomarnos
 a la eternidad.


No estás y Dios persiste en su silencio.


Ya no hay rosas en el aire,

sólo este rumor de jardín anochecido


donde los jazmines se marchitan


en macetas abrumadas de herrumbre.

Fue entre tus brazos que,
como una sacerdotisa del deseo,


encendí las primeras estrellas y las últimas.


Todo lo dejo allí, en el libro infinito


donde quedan trazadas las palabras
que inventé para escribirte el mundo.                      

HUMANOS

Construimos ciudades sobre lomos de animales mitológicos,
soñamos el mundo y luego lo creamos
a imagen y semejanza de nuestro sueño.
Sobre la arena del desierto levantamos casas
y sembramos espejismos.
Confiamos en que Dios está observándonos y que,
al hacerlo, sonríe.
Desciframos esa sonrisa y entonces fundamos
religiones y teorías filosóficas;
intrincados bosques por los que atravesamos paraísos
y pesadillas del infierno.
Una y mil veces amanecemos azorados, expectantes y desnudos.
Una y mil veces nos quedamos dormidos con la esperanza de traer una rosa.

AMANTES

La noche deambula tropezando
por el patio oscuro y encendido.
El verano susurra su consabido pretexto
para justificar el insomnio.
Dos sombras se abrazan y se esconden hasta disolverse
apretadas contra el sobresalto del silencio que sucumbe
abatido debajo de una montaña de gemidos.

Florece una aurora en el hueco de la medianoche.
Sobre su pradera azul, los astros incendiados
inician una estampida;
el universo parpadea de asombro y se estremece.

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