Efectos personales

Efectos personales

Luis L. Lehnhoff

10/09/2020

La hoja seca del limonero
ese fósil reciente
traslúcido
me sirve de marcapáginas

(todavía conserva algo
                                        de su aroma)

hojeo el libro
y entiendo
que también puedo leer
esa otra sintaxis vegetal
encadenar sus nervaduras

como sílabas

aparece un bosque 
la leyenda
de un viaje milenario
hasta este lugar

siento en la palma de la mano
el temor al hacha, la sierra
y el martillo

siento mis nervios
y los suyos
palma con palma
hoja con hoja

y entiendo
que nosotros somos
el marcapáginas
del limonero


Antes de salir
detente a mirar
tu cuarto 

                       en desorden
tu cama vacía
tus manos abiertas

busca
un mar que puedas tejer
un amanecer
que puedas pasear
y que ese camino te lleve
                                          al mediodía


Salgo a caminar
cuando el perro del insominio
me lame los pies

veo letreros
que prohíben

canchas vacías

un audio repetido
en un andén:
mantengan la distancia
repito
mantengan la distancia

un cartel en una puerta:
no entrar
La marquesina de un cine:
cerrado hasta nuevo aviso

y un guante solitario
en la calle vacía:
¿olvido o abandono?


Después de morir
padre
apareció
esa luz súbita
sobre mi piel

creció
primero en las rodillas
luego en los pies
como leche sombría

el vitiligo es una enfermedad
dijo el médico
solo después supe
que el estrés
o un golpe emocional
podía causarlo

era un tatuaje inverso
un luto rebelde

todavía me acompaña
el vestigio de ese dolor
esa nieve tácita

al principio
(era muy niño)
me avergonzó
no entendía de dónde había brotado
esa blancura, qué pensarían
de mí

ahora comprendo
que mi piel insumisa
es un mapa
de mi vida


El cristal late y late
sin entender de quebradas

la luz avanza muda
el plomo desconoce su peso
el vino ignora la felicidad
que despierta

a nosotros nos queda esa carga

el desgaste de las libélulas tristes
el deshielo de manos interminables
la voracidad aérea de las nubes

ese es nuestro trabajo aislado:

nombrar heridas desconocidas
como un ciego que ve
                                    una película muda


Exiliada en la oscuridad
aparece de nuevo
siempre puntual
cada mañana

pasea a mi lado
la observo de reojo
cuando se acerca

yo llegué aquí primero
antes que ella
le enseñé a caminar
en la claridad

cada noche desaparece
algo decepcionada

no soy tan leal
como ella quisiera
no acepto seguirla
todavía

allí donde yo sea la sombra
allí donde ella me enseñe
                                          a caminar
en la penumbra


Madre se agachó
para hablarme a la altura
de mis pocos años

(desde entonces
observo con ternura
a los adultos que hablan 
a los niños en cuclillas)

«métete en el armario»
me dijo
«no salgas hasta que te lo diga»

sabía que hice algo
y era lo justo 
y cruel

esperé mucho tiempo
no recuerdo cuánto
me dormí

solo años después
supe que mi madre
buena, boreal 
y silenciosa

no me castigó
sino que me protegió
me ocultó

nuestra vida es el resultado
de muchas incomprensiones
de todo aquello
que no entendimos

en su momento

madre murió
y nunca le agradecí
lo que hizo
(no solo aquello)

ahora escribo esto
con su apellido de manantial
y pienso en todo
cuanto todavía

desconozco


En aquella isla volcánica
en un paisaje quemado
por la luz gélida y espectral 
de una noche blanca 

siento que la única oscuridad
aquí
es mi tiniebla interior

crecí en un desierto, en el sur,
a miles de kilómetros

mis pulmones guardan arena
y polen de jara

el Mediterráneo bate en mi pecho
contra un rompeolas de huesos
(sonido a salitre y algas)

descubro, tan lejos

bajo este sol nocturno
en esta espesura de musgos

que no solo crecí en el desierto
yo mismo soy un desierto
en una noche iluminada


¿Cómo decir
pájaro, nido persistente, espacio desvanecido, hueco sin tinta?
tantas veces me oigo como una constelación salvaje
que no enmudece todavía

mi cabeza amanece arañando los cristales
me confunde esa historia anochecida de tu mano
todas las piedras son tu nombre, las deletreo despacio
a la intemperie de una manzana

las piedras duermen

siempre al borde de algo
del mar, del precipicio, del olvido

desde que tomé la naranja verde de tu pelo
y un planeta estalló en mi cornea
hablo alto tu nombre con ojos de matorral

ten piedad y di pájaro, nido persistente, espacio desvanecido
hueco sin tinta

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