El reloj atómico
Un segundo, en el Sistema Internacional de Medidas,
se define como 9 192 631 770 veces
el periodo de vibración de la radiación
del átomo de cesio 133.
Pero ¿por qué el cesio?, me pregunto.
Porque es un elemento muy estable, según he leído.
¿Y acaso existe algo estable en este mundo?
Este reloj es tan preciso
que no retrasará un solo segundo
hasta dentro de 3 700 millones de años;
podemos despreocuparnos de perder el tiempo,
ya lo ajustará quien quiera que esté aquí
dentro de 3 700 millones de años.
La vida pende de la radiación
del átomo de cesio 133,
cada 9 192 631 770 veces suena un tic tac irrefutable.
El átomo es muy preciso,
tanto para marcar la vida como la muerte;
tic tac tic tac, el pulso universal
se custodia en una oficina
del Departamento de Comercio de Estados Unidos,
como un Stonehenge de nuestro tiempo.
Límites del lenguaje
Enciendo un cigarrillo y escribo algo, frases sin importancia, lenguaje, costumbre, hablar solo; una forma de comunicarme desde los abismos del silencio. Wittgenstein trataba de hallar una lógica infalible para el lenguaje. Wittgenstein era rico, pero lo arruinó el espíritu. El espíritu es el gran obstáculo que se interpone en toda carrera hacia el éxito. Imagino que escribir es también vivir, desde que tracé la primera línea de este texto he recorrido espacio y ha transcurrido tiempo; las dimensiones que definen nuestras coordenadas en el universo y dan signo de nuestra existencia.
Lecturas
Ahora no tengo nada que decir,
leo lo que los demás no han dicho.
Entre tantos libros, son más
los que no hemos sido capaces de escribir;
límites del mundo,
límites del lenguaje…
Más allá de los conceptos está lo impensable,
realidad inaprensible por las palabras,
signos de la nada.
El juego de la escritura
Todavía no he llegado a este tiempo.
Visito antiguas civilizaciones,
exploro ruinas, estudio lenguas ya muertas;
silencios de los que proceden todos los conceptos.
Descifro signos, cuñas en tablas de arcilla,
ideogramas, el aleph, el alfa y la omega;
el ser humano siempre en busca de principios
que ordenen su extrañamiento.
El juego de la escritura, trazos en la estela
de una realidad evanescente
y la invención de la verdad
como metáfora unánime de la existencia.
Sombras
Aquí sigue todo tal y como lo dejé,
ni siquiera las sombras han cambiado:
el grito de angustia, aún escucho su eco;
el susurro del viento;
el rumor incansable de las olas;
la eternidad, sin objeto.
Gravedad
Ahora mi pasado ocupa su justo lugar
en el espacio. La belleza, el sentido estético,
me permiten comprender la inexorable ley
de la física: la gravedad que me sostiene
en esta dimensión de lo incierto.
Intersticios
Si uno se escucha a sí mismo, intuye, sospecha,
que en ese monólogo interior debe de hallarse
oculta la poesía. Quizá en los silencios,
intersticios entre la razón y la locura;
aperturas hacia lo inefable;
signos que aún no hemos sido
capaces de trasladar al lenguaje.
Soplo
Quizá, lo único cierto,
sea el instante inmediatamente previo
a la escritura,
esta fuerza que rompe en pedazos el lenguaje,
esparciendo por mi mente palabras
como si fueran los añicos de un cristal roto.
Quizá, lo falso,
sea esta labor de recomponer sus fragmentos,
dándoles una ilusión de forma,
de pensamiento.
Aporía
Si la verdad no existe
y admitimos que no es más que una ilusión que nuestra
prodigiosa imaginación nos crea
para mantenernos despiertos;
sí deberíamos, al menos,
ser completamente sinceros,
para no pervertir nuestra esencia.
Acotaciones
No podemos conocer lo que se halla
fuera de nuestro entendimiento,
el acceso a esa dimensión nos es imposible.
Lo que llamamos universal,
solo rige para nuestra concepción del todo;
un todo que, debemos sospechar,
es una ínfima parte
de la inmensidad vedada a nuestro intelecto,
inmensidad en la que ni siquiera
creo que quepa Dios
y ante la que resulta vana
cualquier tentativa de lenguaje.
Logos
No sabemos a qué aferrarnos,
si a manuscritos antiguos,
a pergaminos que aún yacen sepultados
o a narraciones cuyos hechos
se confunden con la ficción del tiempo.
Otros trabajan en la especulación de lo imposible,
en los límites de lo observable,
esperando ver lo que la materia
no nos quiere revelar;
tal es nuestra desesperación.
Mientras, el universo no parece inmutarse,
navega sobre el curso de su caudal eterno
escapando a nuestro entendimiento.
Mi proyecto
Avanzo poco o no avanzo. No es de extrañar que haya llamado a este proyecto “Coordenadas”. En este instante no sabría decir en qué lugar me encuentro. Continúo con mis lecturas de filosofía, pero mi abordaje es siempre desde una perspectiva poética, hasta ahora es el que me permite una mayor libertad para el estudio. No me gustan las disciplinas ni los peajes que hay que pagar para continuar el trayecto. Así afronto la lectura de los principales autores. Admiro en ellos su voluntad de magisterio, su sacerdocio. Me peleo con ellos, me impaciento ante la demora por encontrar respuestas. Muchas veces todo me parece una interminable acumulación de textos, como si erigieran una gran pirámide, un fastuoso monumento funerario digno de dar cabida al sepulcro de la verdad. Otras, entiendo que nuestra explicación de la realidad solo puede ser mediada a través del lenguaje y que cualquier otro intento de mediación escapa a nuestras posibilidades. A estas alturas, me pregunto si el lenguaje es la única entidad con conciencia de sí misma y el mundo no es más que el objeto de su predicación.
Pluridimensionalidad
El hilo del Tiempo se ha roto
y ni siquiera la filosofía
sirve ya para anudar los conceptos;
en las postrimerías del lenguaje,
una era de indefinición nos aguarda.
Lindes
Concebimos el espacio por abstracción,
mediante el uso de la forma geométrica,
pero seguimos sin hallar una expresión
que determine el vacío.
En esta imposibilidad se concreta el marco
de nuestra existencia.
Autoconciencia
Si pudiésemos ver
cómo el cosmos se contempla a sí mismo,
aprehenderíamos el absoluto.
Fenomenología
A la luz de nuestro entendimiento,
el universo se nos aparece
envuelto en tinieblas.
Indefiniciones
Me pregunto qué habrá fuera del lenguaje,
si el lenguaje es la casa del ser
¿quién habita a la intemperie?
Cuestión semiótica
Si a la realidad le quitásemos las palabras
el mundo nos parecería insignificante,
pero, aun así, seguiríamos
buscando la forma de darle un significado.
Exclusiones
Está claro que llevando la razón a su paroxismo podemos hacer que el Todo revista la forma de la Verdad, es la sensación que me produce la obra de Hegel. Pero ¿qué es la Verdad? ¿No es, acaso, el resultado de poner en marcha el mecanismo lógico de la razón, su límite natural, una definición que excluye lo que no comprende en su sistema y, que como tal, lo ignora impidiéndole ser?
¿Qué ocurre fuera de nuestra conciencia, en esa dimensión a la que aún no hemos prestado atención? Quizás, en ese otro lado se encuentren las respuestas que necesitamos, quizás el esfuerzo que debemos hacer es intentar pensar desde ese otro lugar.
No sé si nuestro pensamiento amplía horizontes o los reduce, si la visión del mundo que se impone es cada vez más estrecha, si el edificio de la razón no es más que un muro concebido para delimitar el ser de la nada.
Amar
Los réditos del amor a nadie le interesan,
no es rentable el amor,
nadie ha hecho fortuna amando sin reservas.
¿Con qué fin nos hacemos daño?
¿Por qué la moneda de cambio siempre es el odio?
Seguimos sin entender el valor
de lo que no tiene precio, ningún
economista ha sido capaz de calcularlo.
Seguimos arruinando vidas
y, en el infierno, los acreedores
concursan para cobrar nuestras deudas.
Las sucursales del espanto
sientan plaza en nuestras almas,
porque el metro cuadrado de conciencia
sale cada vez más barato.
El mundo es una entelequia, una burbuja inflada
por la especulación y la masacre,
en donde los fondos del corazón se desploman
y ya nadie acude al rescate.
Señales
Quisiera dedicarme
a la contemplación
serena de las cosas;
fijar en mi memoria
las diversas formas y esencias;
porque no sé si habrá
una nueva oportunidad de hacerlo.
Muchas cosas se están extinguiendo
y otras tantas se encuentran
en peligro inminente
de desaparecer.
No sé qué puede significar esto,
quizá sea un signo de nuestra época,
la crisis de sentido
en que nos hallamos inmersos;
como si no fuésemos capaces de interpretar
las señales y ya
nada significara nada.
Alétheia
Qué equivocados debemos de estar,
siento que se nos escapa algo,
algo velado que, seguramente,
se trate de lo más simple.
Quizás, la complejidad de nuestro pensamiento
es solo aparente
y estemos avanzando hacia una incomprensión
profunda de las cosas;
quizás el mayor de nuestros aciertos
sea el de reconocer la propia ignorancia, enmudecer,
de lo que no se puede hablar hay que callar.
Quizás toda esta desesperación,
este movimiento exacerbado, enloquecido,
nos conduzca hacia un cansancio clarividente
y, en ese preciso instante,
cuando detengamos esta maquinaria destructiva
a la que hemos llamado racionalidad,
se produzca la epifanía,
la alétheia, el desocultamiento de la verdad.
Epílogo
Hoy la tarde es para mí, se dijo mientras cerraba el libro y se acurrucaba en la cama para echar la siesta. “A Mari se le murió el marido y ahora está sola”, la conversación de las dos mujeres se escuchaba nítidamente en la habitación, mezclada con el ruido del tráfico de las cuatro. Esto es lo que pasa mientras duermes, la vida. Los romanos siguen levantando el primer muro de la ciudad para protegerse de las tribus vecinas, la historia, que sigue aconteciendo. Le vino a la mente un relato de Cortázar que después buscaría para releerlo, no recordaba el título.
Pensó que así podría escribir su anhelada novela, anotando todo lo que le viniese a la cabeza, porque si no ¿cómo se puede escribir tantas páginas? Podría ser el método, porque necesitaba escribir o, de lo contrario, terminaría por volverse loco. Este último periodo de dos meses en el desempleo le estaba minando por dentro, la inactividad mental le estaba ablandando los sesos.
Todos los fuegos el fuego, el relato de Cortázar, qué ironía, esto solo podría pasar con Cortázar, la isla lleva días abrasándose bajo las llamas; duermo en un lecho calcinado.
No sé sobre qué están escribiendo los escritores de mi tiempo, sobre religión probablemente, la literatura siempre ha sido una cuestión de fe. Otra ironía, mi hijo en la habitación de al lado estudiando para el examen a los padres de la iglesia: Machado, Juán Ramón Jiménez, etc, etc, etc.
Supongo que cuando digo que esta tarde es para mí me refiero a que voy a escribir, el resto de lo que hago es para el otro, “yo es otro”, qué diablos quiso decir Rimbaud, qué hacía Rimbaud durante la comuna de París, lo buscaré más tarde.
¿Necesidad de la literatura? Ninguna. La fe no es necesaria, se puede morir sin creer en nada.
Escribir desde otro lugar, tal vez desde Marte. La literatura futura se hará en otros planetas, allí llevaremos nuestro mundo, el “mundus” de los romanos y su dios de la guerra. También crearemos ciencia y filosofía; pasarán millones de años y se nos olvidará el quiénes somos y el de dónde venimos y estudiarán nuestros restos para reconstruir nuestras civilizaciones y nuestro pensamiento. Y se lo inventarán todo, claro: religión, literatura… Aunque, tal vez, dejen de necesitar el lenguaje, entonces pasaremos a ser otra cosa.
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