¿Puede ser que por haber nacido siendo el mayor misterio de este redondo planeta no vea enigma alguno? 

Un cuerpo con el que sueña,

Todo niño vestido de señor,

Revistas
que imprimen nuestras caras,

Banderas de países firmadas con nuestros colores. 

¿Qué
somos? 

¿Qué tenemos? 

Rabia e inteligencia. 

Las peores aliadas 

Para una guerra sin
bandos.

 

No se equivoquen,

No hay bandos en el género, 

Cuando hay un vencedor
constante,

Los ejércitos se disgregan por nuestros cuerpos,

Los asesinos venían por la
noche

A llorar en nuestros pechos, 

¿Cuántas tripas habrán sido testigo de las peores
confesiones de niños vestidos con armaduras?

La época del bronce murió, 

Para dar paso al siguiente acto. 

El teatrillo del gasoil, 

LÍquido que inunda nuestras venas. 

Adiós faldas, 

Bienvenidos los pantalones de corte
recto, 

Remangados siempre subidos,

Pues nuestra carne es nuestra mejor aliada. 

Triste,
sí. 

Poderoso, también. 

Que se derritan,

Como sus armas nos disparan a nosotras.

Que
mueran,

Como ellos nos desean. 

Dolor, 

Angustia, 

Incomprensión. 

Nacieron en la ilógica, 

Y nos metieron en sus bolsas fetales,

Nosotras que nunca callamos

En nuestros murmullos,

Y  tampoco gritamos lo suficiente. 

Quemaría toda arma,

Que no sean las uñas limadas 

O los finos dedos que estrangulan,

Sin miedo. 

Pues no hay miedo con rabia,

Nos pintaron
como jarrones de mármol, 

Pues enteraros de que la cerámica rota corta,

Acuchilla sin
llamar a la puerta,

Nuestra carrera no es envejecer, 

Ya que nunca llegaremos a ella,

No nos lo podemos
permitir, 

Es un lujo de otros,

De figuritas de barro, 

Con botas negras y gigantes. 

¡Escobas
venid a mí!

Pues cambiaré el astil de madera por metal oxidado,

Y la cerda por
cuchillas. 

Entrar, intentadlo.

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