inspiro,
lleno los pulmones de nada,
hincho de vacío la espalda,
no expiro.

inspiro,
meto en la tripa la rabia,
mi pecho no deja que salga
hasta que las costillas se abran,
repito.

inspiro,
absorvo la angustia dispersa,
recojo la agonía tirada,
las pongo junto a la pena
en mi tráquea bien apretadas,
resisto.

inspiro,
siento que el ansia me pesa,
el brillo en mi mente se apaga,
la capacidad pulmonar cesa,
mi cara se ha vuelto morada,
y en ese momento, tiesa,
con una bola en la garganta,
admito:

que tengo un aguante finito,
que el disgusto que me apresa
se opone a cada calada,
la amargura etérea sospecha
que inflige un dolor que me empapa,
las vísceras se agitan inquietas
cuando no pueden usar palabras
para explicarme qué les altera
de mi padecer sin causa

respiro,
la canica sube desde mi ombligo,
masajea los tejidos por donde pasa
y por la gola sale vaporosa
en un dilatado suspiro
huyendo hacia la noche estrellada.

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