I
La verdad no sé que diré,
ni mucho menos que haré,
del hombre y de la mujer es quien les hablare,
aunque sinceramente no puedo comprender,
porque el cielo se inspira,
y la brisa las mima,
como si fueran ángeles de una sola vida,
como si su ira fuera un fruto prohibido,
que cada dulce palabra y caricia nunca dejarlas en el olvido,
es un consejo para aquellos enamorados,
que el día de hoy están unidos,
escuchan muy bien mi amigo,
cuídala como ella haría contigo, porque puede ser el libro de tu vida,
que puede guardar sus aventuras en sus caricias y locuras.
II
Porque el hombre debe ser, el que debe entender,
la belleza de la mujer,
y con música poderla conquistar y su corazón
poder robar, porque es él y sus cosas
con sus cuatro rosas: una roja, verde, azul y otra café,
muestren ingenio y den fe, de algo
que no puedo entender,
conocido como amor,
una extraña sensación,
o talvez una condición,
o que nunca he vivido,
o nunca he sentido, los latidos y muchos menos la voz,
de aquello que describió como nuevo para mí.
III
Debe ser el refugio de sus besos,
de algunos deseos que estén presos,
que con una sola palabra los pueda liberar,
pero debe entender, que él se debe enamorar,
de su mirada y su forma de hablar,
y porque no, de su forma de cantar,
es que el ser espiritual es él va a durar
porque el físico,
muy rápido se ira,
es una estrategia bien jugada,
es como el ajedrez, una pieza mal movida,
puedes echar todo a perder.
IV
Esta será una batalla más larga y sin sentido,
pero, ¿qué sentido tiene el amor?,
sentir mariposas,
¡jaja!, eso no va conmigo,
se sinceró y muy leal,
y veras que muy fácil la enamoraras.
v
para Finiquitar,
esta última parte,
se la quiero dedicar,
para mí una mujer muy especial,
aunque talvez no oiga, o no esté aquí,
no es de preocupar,
porque mis palabras, nos e las lleva el viento,
si no se van al cielo, donde el
padre celestial en un sueño,
ha de dedicar,
haciéndole soñar y soñar,
que aquello que siento por ella es de verdad,
no solo por hoy,
o solo por mañana,
dejare de verla, cuando sus ojos
dejen de ser unas perlas,
con un alumbrado sin igual,
que a mí no me deja de conquistar,
ese día dejare de admirarla de inspírame en su mirada, y sus palabras.
VI
Si algún momento me llegase a preguntar,
¿qué, si de ella me quiero enamorar?,
le diré, que me gusta,
no por su físico, ni por nada de lo que tiene,
solo por su forma de actuar,
que cuando pienso en ella,
me puedo imaginar, que cogidos de la mano podemos estar,
me gusta lo que hace en mí cuando me habla,
puedo reflexionar lo que diré, haré y pensaré,
porque ella y su sonrisa me alegran el día,
esos besos de sorpresa que nadie se podría imaginar,
su forma de pensar da todo por el padre celestial,
cuando en su mirada me puedo reflejar,
y así poder pensar, que su mano poder tomar,
y juntos poder caminar,
ver el atardecer,
mientras dulces podamos comer,
me gusta su música, con aquella que puedo encontrar entre 3 y 5 minutos una paz celestial,
porque es mi poema, fácil de leer, difícil de entender, imposible de olvidar,
se lo dije alguna vez, me expreso mejor en papel,
espero que me sepa entender,
que, aunque con temor y nervios, mírame hice lo imposible por su querer,
si alguna vez recibe una sorpresa así,
le juro que no volverá a saber más de mí,
pero si por el contario,
le pido que sepa entender este loco enamorado,
se lo dice este humilde servidor,
aunque ¡ah!, afín al cabo,
una vez más,
estaré derrotado,
olvidado y todo mi esfuerzo arrumado,
en fin, una vez más solo y triste me voy a quedar.
Dedicado a Daniela Giraldo Quiceno
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