Costumbres que viajan huyendo de
temblores que vienen desde otros tiempos
a enredarse debajo de las sábanas
con nosotros mostrándonos la piel del revés;
rencores alimonados que buscan su lugar
mientras firmamos la rendición incondicional.
Ecos de voces desconocidas colándose;
ráfagas que iluminan lo que va quedando
del nosotros reflejado sobre la almohada;
caos en el imprescindible punto de no retorno,
y ese ahora reclamando furiosamente
su momento en la composición final.
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