INTRODUCCIÓN

Crear un poema es fácil. Se hace solo. Únicamente hay que posar la vista en el paciente caracol, en el niño muerto, en el amanecer (con o sin sol), en el último puerto en el que fondeas tu sexo, desguazándote al final sin vergüenza ni temor… 

Hacer poesía es fácil. Yo la trabajo en el tajo que me es propio: la cocina. Entre miradas taimadas de una cotilla vecina elaboro sentimientos cuando, ungiéndolos con óleos vírgenes, caso tomates, pepinos, pimientos, lechugas verdes, palitos de mar, con vinagre y cebollinos. 

Al final lo que importa es sentir dentro de uno un como… «¡coño, qué bien me encuentro!», escribirlo con tu sangre y darlo de comer a otros, si fuera posible, de balde. 

Y, a continuación, vaya la reproducción de momentos, gestos, muecas, envíos libres de impuestos, collares para muñecas, sornas, mofas sin mal, befas finas y algún vermú con olivas para alegraros la vida con su degustación. 

Si os placen, bien. Si no os pican los poemas cual  pimientos de Padrón id a comprar a otra parte los que consideréis que yo hago lo que puedo ahora con la voz que Dios me dió. 

NUDOS

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