Llevo en un saco toda realidad, que no puedes imaginar.
Las esquinas me enseñan la delicada pobreza cotidiana, a los vicios, la carne expuesta y esqueletos de almas amotinadas. Que se arrepienten sumisamente.
Los hambrientos de festín no sienten, se arrepienten abdican al dolor inhalando sin temor.
Personas y esqueletos conocí, suelos y subsuelos su espacio común, una ciudad de historias.
Sus esquinas han enseñado a este perro, errante y narrador, los anales sin tinta. Los vientos de codicia me los arrebatan, enterrando y descolgando memorias. Ayudándonos interesadamente a olvidar, sin oportunidad para recordar nuestro habitar.

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