Bullicios sobre el silencio.

Bullicios sobre el silencio.

JIMENA FUENTES

07/03/2019

Era una noche estrellada. En estos tiempos no es tan común ver una noche tan clara, Vivimos entre luces y el perpetuo ruido de lo moderno.

Lastima el hecho de no estar en mí hogar, solo cerca de él, o de lo que algún día fue. Siendo un chico de solo 13 años de edad en medio de un entorno nada favorable para mi desarrollo. Me da miedo lo que me pueda llegar a pasar, pues me encuentro solo viendo una calle que anteriormente creí conocer. Se muy bien que me lleva a mi hogar pero desconozco el camino de regreso. Querido lector, para que se deje de inquietudes acerca de el lugar que estoy viendo y no saque conjeturas ni ate cabos equivocados procederé a describírselo.

A eso de las 4 am, la luz de la luna intrínsecamente muestra claridad, algo así como cuándo la primera luz del alba se fusiona con cada parte de la naturaleza. Este foco reflector alumbra poco pero destapa la vereda perfecta por la que algún día anhelo poder caminar…de nuevo. Pronto noto una edificación color naranja que se alza a mí derecha. A la izquierda una casa de un portón café caqui erguida, tan preciosa como conocida. Es un sueño lo que aquí estoy viendo. Árboles me rodean, la brisa fría roza mis mejillas y me invita a bailar con ella. Hiere el hecho que una vez más me encuentro alejado de todo, en una zona donde los pueblerinos lo llaman «Parres». Quién diría que podría estar en estos dos lugares al mismo tiempo, que mi imaginación inconforme volaría por calles las cuáles dejarían a la duda la realidad, sueños, pesadillas o verdades. Me inquieta darme cuenta que mientras más cerca estoy de mi tierra, me siento mas alejada de este. Se preguntarán, ¿cómo se cuál es mi lugar de pertenencia?, tan sencillo cómo cuando esa noche al asomarme por los barrotes que fungen como mi única ventana, una escena llamó toda mi atención:

Una pareja salía por la puerta de la casa de portón café, detrás de ellos una bebé con rasgos orientales se reía, señalaba los árboles dotados con sus ramas de tono verde cautivante y alzaba la nariz en busca de las exquisitas fragancias que envolvían el ambiente. Aquella calle que alcanzo a ver se encuentra en lo mas alto del fraccionamiento llamado «Real Montecassino». La razón de mi favoritismo por esta casa en particular es la proeza de la familia que ahí habita, ya que mantienen el lugar limpio, deseable y gratificante para aquellos campesinos que van de paso. !Qué maravilla poder observar lo que alguna vez fue llamado mi hogar y que una familia de afables modales lo disfrute y lo quiera!. Me reconfortaban mis palabras y me hacían sentir menos miserable en esta pocilga en la que llaman vida los que no conocen nada más y culpan a su destino, lamentando su suerte pensando que nada se puede mejorar, así les toco. Miserable , miserable mentalidad que me enferma y solo me reconforta el hecho de poder ver salir a esa familia, a esa preciosa cuadra, la cuál agradezco que este ocupada por ellos en las noches ya que de lo contrario, en mis mañanas ocupadas no sería digno de admirar aquello y recordar lo que algún día fue mi felicidad. Así es, el sueño del cuál hablo es verme dentro de esa calle una vez más, saliendo a correr por las mañanas y regresar en las tardes, hacer mis deberes y una vez más, salir en la noche con mis vecinos de enfrente, aquellos que se habían mudado donde correrían con mejor suerte, mis pensamientos me dejaron libre y un sueño me invadió dejándome tendido sobre mi cama de 2 x 2 en la noche cerrada.

Las cosas esperan toda la noche a que llegue la hora en que recobren sus colores. Algunas entonces exhiben orgullosas sus tonos y matices, en tanto otras, solo se lamentan y esperan que vuelva el crepúsculo, como siempre, a quitárselos. Desperté gracias a los cálidos rayos del alba, los cuáles entraban por mi ventana advirtiéndome de un nuevo día. Yacía en mi pequeña cama la cuál ignore al asomarme por la ventana y ver el camino delante de mí. Las paredes de mi habitación echaban fuego y por mi frente descendían pequeñas gotas de sudor, el clima aquí anteriormente era frío pero los tiempos claro que habían cambiado. Esta mañana en particular fue diferente desde el primer momento debido al incendio de mi piel y porque a lo lejos pude vislumbrar a la familia feliz en mi mañana desocupada. Esta vez mi concepción de ellos fue errónea, ya que parecían tener la vida perfecta y sin embargo una amarga tristeza invadía sus rostros. Cada vez que veía esa calle, creía ver felicidad pero esta vez que se encontraba en calma y con luz de día, las amargas miradas de mis «amigos» a lo lejos revelaban malos momentos. Lentamente los desgarradores hechos que me arrojaron a mi infelicidad actual fueron nadando hacia la superficie de mi memoria. «Lo que daría por regresar me repetía todos los días de mi vida», aunque no siempre todo haya sido perfecto, como deseaba tener aquello que ya había sido mío. Los amaneceres, el canto de los pájaros, la risa de los niños y el camión de los helados sonando a cada hora, a cada momento y despertándome en la madrugaba lo soñaba con tanta avidez y me frustraba al no tenerlo. La decisión que tome al irme de mi hogar aceptando lo «maravilloso» que creí era lo que me ofrecían me costo realmente lo Grandioso que tenia en mi vida. A las 11.00 pm, me ví en esa calle pero en vez de verme como el bebe saliendo con su familia con una sonrisa en la cara me encontraba con 13 años tendido exánime en una acera que alguna vez había sido motivo de la felicidad que por capricho había dejado ir frente mío.

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