Bastón de madera

Bastón de madera

Anna

07/03/2019

Hoy Paquita saldrá a la calle. A su calle de toda la vida. Saldrá a la misma calle donde ha vivido desde hace más de 40 años. A una calle que hoy siente extraña, que ya no siente propia.

Hoy Paquita se secará las lágrimas de los ojos y respirará hondo para inspirar el valor que le ha faltado durante el último mes. Respirará por la nariz sin notar el hedor de su piso. El hedor a humedad y mugre que desprenden las deprimidas paredes de su casa que se han visto privadas de luz y ventilación a lo largo de tantas jornadas. No lo notará, ya se ha acostumbrado.

Hoy Paquita avanzará con pasos temblorosos y bajará uno a uno los peldaños de la escalera de su antiguo edificio. Bajará sin prisa, luchando con todas sus fuerzas para no ceder al impulso de rendirse y volver así a encerrarse en el amparo de su piso. Bajará intentando ignorar el tan odiado ruido de su nueva e imprescindible tercera pata.

Hoy Paquita acallará las voces de su cabeza y conseguirá abrir la gruesa puerta del número 16 de la calle Dolors Masferrer. Conseguirá girar el pomo que hoy le parecerá atascado. Pero no está atascado, sólo va duro. Y conseguirá así que la puerta se mueva hacía fuera dejándola expuesta a los transeúntes.

Hoy Paquita sentirá la luz del sol en su cara después de un mes de oscuridad y la luz le quemará la piel como si fuera el fuego de la vergüenza. Esa vergüenza que la invadirá al notar las primeras miradas curiosas de los que han sido sus vecinos de toda la vida. Miradas dirigidas no a sus tristes ojos claros, sino al bastón de madera que resuena al chocar contra el suelo, retumbando en sus oídos.

Hoy Paquita caminará tan deprisa como sus quejumbrosas rodillas le permitan, y girará el rostro para no ver su tan amado bar de siempre. Girará la cabeza con la esperanza de no oler la tan añorada fragancia del café recién molido. Pero sus ilusiones se harán añicos cuando inevitablemente vuelva a inspirar y su nariz se inunde así con ese olor a café. A Paquita se le hará la boca agua, pero no se girará.

Hoy Paquita mantendrá la cabeza recta y la espalda tensa cuando pasé por delante de la farmacia. Paquita mirará al frente para no ver la compasión en los ojos del señor Manuel. Compasión que adivinará en la actitud del dependiente que duda en salir a saludarla. Compasión causada porque hace tiempo que no la ve. Porqué la última vez que la vio fue cuando la bajaban desde su piso en camilla para meterla en la ambulancia. Porqué hoy con su nuevo bastón se la ve envejecida y débil. Compasión que confirmará al alejarse sin oír una palabra de Manuel. Se alejará. Más aliviada, pero más triste.

Hoy Paquita se morderá un poco el labio inferior y maldecirá, como siempre, a los inconsiderados amos de los perros que defecan en su calle dejándole así obstáculos tan difíciles de esquivar. Los maldecirá, como ya es habitual, pero hoy lo hará con más rabia. Esquivar cacas de perro se vuelve mucho más complicado cuando una tiene tres puntos que apoyar en el suelo. Maldecirá los despreciables amos, pero hoy maldecirá también, por primera vez en su vida, que su calle sea peatonal. Maldecirá la falta de tráfico que la haría pasar un poco más desapercibida. El tráfico que la convertiría hoy, en una mujer un poco más anónima.

Hoy Paquita se esforzará como nunca para poner sus pies en la plaza. Suspirará aliviada al ver las puertas de la escuela cerradas y comprobar que el recreo se ha acabado. Los alumnos están en sus clases. ¡Gracias a Dios! Paquita no soportaría sus burlas. Suspirará y avanzará con la mirada baja. Se esforzará para seguir porqué sabe que si sigue alimentándose de latas de conserva no durará mucho. Se esforzará porque el reflejo de surostro amarillo en el espejo le ha dicho “basta”.

Hoy Paquita se asustará al ver de reojo a su buena amiga Consuelo e intentará apretar el paso para llegar rápidamente a la frutería sin ser vista. No quiere que Consuelo la vea con cara de vergüenza, caminar de vieja y culpa en la consciencia. Culpa que se le ha despertado al verla. Al verla sola. Sentada en su banco de siempre. El banco de las risas y las confesiones. Culpa al darse cuenta de que Consuelo la ha estado llamando cien veces, preocupada, y que ella la ha estado rechazando, por vergüenza. Culpa porque ahora se da cuenta que la ha abandonado. Paquita ha abandonado a su amiga Consuelo tal cómo su rodilla derecha la abandonó a ella.

Hoy Paquita palidecerá cuando se sepa descubierta por Consuelo. Palidecerá y se quedará inmóvil, tiritando de miedo al verla decidida avanzando hacia a ella. Confundida, la verá acercarse y sentirá su cálido abrazo. Paquita sonreirá. Sonreirá por primera vez desde su caída. Sonreirá al darse cuenta que Consuelo no ha mirado a su bastón. Consuelo la ha mirado a los ojos. Con cariño. La ha mirado a los ojos y ahora avanza cogiéndola del brazo, con cuidado y con ternura. Avanzan las dos juntas, hacia su banco de siempre, mientras Consuelo le cuenta todo lo que ha pasado en el barrio durante su ausencia.

Hoy Paquita ha salido a su calle. A su calle de toda la vida. Ha salido a la misma calle donde ha vivido desde hace más de 40 años. Una calle que, de hoy en adelante, sentirá más cercana, más suya. Esa calle que con el tiempo volverá a nombrar: su querida calle.

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