Todos nos acordamos donde vimos el gol de Iniesta en el mundial, quien no lo estuviera viendo seguro recuerda el estruendo estalló en su ciudad un segundo después de que el balón entrara en la red. Yo no lo olvidaré jamás, como olvidarlo. Era el único español en el pub. Me quedaban dos días contados para volver con mi persona favorita de nuevo. Mi maravillosa estancia en un pueblecito del sur de Irlanda llegaba a su fin. Por la calle, antes del partido, un grupo de adolescentes me jaleó «Spain will win the World Cup!», recuerdo que sonreí y en ese mismo momento pensé que, efectivamente, era hora de volver a casa, a los brazos de mi barrio, hasta los jóvenes me conocían, pero esto es tema de otro relato.

Hoy han pasado varios años desde ese histórico gol. En el bar que frecuento para almorzar un par de muchachotes se han puesto a mi lado en la barra y no he podido evitar escuchar su conversación. Precisamente estaban hablando del día en que le ganamos, por la mínima, a Holanda la mítica final. Por unos segundos he sentido el aroma a cerveza y música folk en el ambiente.

Uno de ellos, con tono emocionado le contaba al otro su propio episodio. Estaba en casa viendo el partido en su habitación y con esas cosas de la tecnología y el internet, la señal llegaba un segundo antes que en la televisión del salón donde estaba viéndolo su padre:

«¡Cuando metió el gol Iniesta, cuando metió el gol, salí corriendo y gritando al pasillo y al momento salió mi padre….y nos abrazamos!»

Se ha reído rememorando ese momento y le ha dado un sorbo a su café. Me los he imaginado a padre e hijo celebrando con una alegría desbordante el tanto. Dejando la taza acabada en el plato y levantándose del taburete para ir pagando ha terminado su relato.

«No me había «abrazao» con mi padre en la vida.»

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