A veces, mas de las que sería saludablemente necesarias, no percibimos los hilos transparentes que unen en una ciudad a dos personas distantes, distintas, engendradas con una diferencia de 15 años… la urbe incomprensiblemente une emociones, ejecuta el nacimiento de ilusiones, abriga amistades, y porque no, quizás amor, todo en un mundo las mas las veces inmerso en un ambiente hostil, agresivo, desigual.

Aquella mañana estaba cargada de simbolismo y melancolía para Julia, el último día del calendario iba a ser diferente a todas las despedidas de año de su vida. Su familia estaría lejos, al contrario que de costumbre, pero opuestamente de lo que podamos pensar, era algo que ella había decidido, o mejor dicho, en lo que se había empeñado. Su separación matrimonial aún tenía la herida sin cicatrizar, seguro que no por la sangre que rezumaba, sino por lo próximo de la desunión física. El año que entraba le deparaba muchos cambios; cambios por fuera, cambios por dentro, cambios vitales, cambios de perspectiva… un totum revolotum al que intentaría poner orden, un autentico estimulo para ella….

Por el azar, o por los hados, o por los angelitos de la guarda, esa mañana Julia iba a conocer físicamente a un hombre, alguien que no era nadie en su vida, no era nada; solo ocurrió que desde el momento en que intercambiaron las primeras letras en la red, le robaba horas a su raciocinio … que aun a ella no sabe o no le apetece esclarecer ningún porqué … Quizás fuese porque él le retaba continuamente… quizás porque en él no vió peligro de una posible relación estable a la vista, quizás porque notó una mano que le ayudaba a cruzar el charco de su momentáneo bamboleo vital.

De esta forma ella cogió el metro que la llevaría al centro, todo lo había dejado en su sitio, sus dos hijos ya estaban con el padre, la casa recogida, la colada doblada… ambos se reunirían en la salida del metropolitano en Puerta San Miguel… mientras sentada… pensaba “ainsss… que nervios, esto no puede ser, coño… tengo sed, y si no se presenta?, que vergüenza cuando lo vea, que pensará de mi… He apagado la vitro?, sí, sí, seguro que sí …estoy loca haciendo esto, él está casado, si me vieran mis amigas…sí claro¡¡¡, y la chari tiene un amante y no pasa nada coño… como lo saludo?… necesito agua, no quiero parecer demasiado inquieta, y voy y me pongo tacones, si no sé andar con ellos… me habré pintado demasiado, que pensará de mí con tanta pintura en la cara?, no, no, voy de modositas maneras…. oju la pinta de loco que tiene aquel… me bajaré por otra puerta, … vamos a por la vida con un par¡¡¡”

Se bajó al andén, ya, mientras subía las escaleras mecánicas le flaqueaban las piernas, se repasó dos veces la caída del pelo… salió a la superficie, el sol le concedía al día de diciembre el calificativo de maravilloso, cálido, esto le dio seguridad. Miró a izquierda, a derecha, no reconoció a nadie, no sabía si eran los nervios o que había perdido la vista… al fin divisó a Roberto, le sonreía con la mano en alto mientras sostenían los teléfonos que les sirvieron de guía. Se acercaron, se saludaron con la sonrisa más amable que tenían, se dieron dos besos… pero de forma sorpresiva él le estampó un tercer beso en los labios, Julia no supo como reaccionar y solo pudo darle un manotazo de adolescente, se hizo la sorprendida, le salió media sonrisa y el obligado comentario de mujer que no la besa el primero que pasa… «oyeeee…», entretanto el cerebro de Julia seguía trabajando,

«oye, que se habrá creído este!!!, Julia debes imponer orden!!… ,oye que guapo sí que es, un pelín más bajo de lo que esperaba, y va el sinvergüenza y me besa!!!, pero bueno!!!… coño que me caigo¡ , no sé andar con tacones, mira que te dije que no te los pusieras. Al menos estás haciendo más bajito al cara dura este, pero la verdad es que me ha encantado sentir sus labios, sí me ha encantado».

Y aquella gran avenida repleta de la gente más variopinta, en una jornada de salida del año, en medio del bullicio, las prisas, los humos, las caras desencajadas, imágenes típicas de una gran metrópoli, se distinguía una burbuja maravillosamente brillante… dentro iban dos personas, Julia y Roberto riéndose, burlándose socarronamente uno del otro. Mientras ella intentaba leer en él sus reacciones, como la miraba, como sonreía, que tipo de vida habría albergado… Daba igual dónde y quiénes estuvieran a su alrededor caminando por aquella gran arteria, esa hoy reconvertida en joven muchacha sólo quería tenerlo en frente, mirarlo, tocarlo… quería sentirlo….

“ainsss… chiquilla vas muy rápida con las cervezas¡¡… llevo dos ya, oju… vaya como me mira el bizco aquel… el cabron no sabe que eso da mala suerte?… ya no bebo mas o si? Jajajajajj, mira Roberto como se arrima, ainsss me lo comía o no?”

Entendía que no podía dejarse llevar, eso hacía que permaneciera especialmente contenida… Roberto le parecía una persona peculiar, por otra parte estaba encantada de dedicarse a descifrar aquello que se pudiera mover en los adentros de él, por donde circulaban sus emociones. De dónde lo traen y sus razones, intuía que el cariño que ofrece es auténtico, no obstante a ella hoy se le hacía poco…. Todo mientras pidieron otra cerveza.

Roberto no era libre para dar más, en la segunda frase cruzada en las imaginarias conversaciones informáticas se lo había comentado, porque era claro, transparente, ella lo había aceptado, sencillamente, porque cuando quiso intentar explicarse los porqués de la situación, ya era demasiado tarde….

Ese día no esperaba sentir mucho mas, por eso, cuando ambos se acercaron y se fundieron en un beso sus labios cálidos, escurridizos, su boca dulcemente atrayente…. En ese momento, Julia cerró los ojos y se sintió en casa….

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