Hoy era casi imposible amanecer con buenas noticias, porque ya sabíamos cómo venía la mano, esperábamos el amanecer con una certidumbre diezmada, ya que el sol siempre había salido para todos, pero esa metáfora no tenía certeza empírica debido al problema de la inducción. Tanto el conocimiento demostrativo y el causal no podían ser verificados de ningún modo y sólo quedaba esperar si el pueblo mismo podía saltar a sus falsos representantes y dar una vuelta de tuerca diferente. Después de todo un día de lucha y casi una noche completa, nos despertamos con un sabor amargo que invadía y asqueaba nuestra existencia. Al decirnos interiormente cada uno de nosotros que todo lo que habíamos hecho no había servido o no había sido suficiente para nada, pero era la esperanza lo último que perderíamos.
Ellos habían llegado al poder con el lema «podés vivir mejor», «no te vamos a quitar nada de lo que ya tenés», pero en el preciso momento en que se hicieron dueños del poder, dieron marcha atrás con lo dicho en un giro de ciento ochenta grados, tomando una postura antitética y diciendo «vivían demasiado bien y eso no es justo».
Claramente existían dos postura, y una tercera totalmente ilusoria e infantil (los que decían que debíamos votar en blanco). Los que medianamente podían hacer una lectura política de la situación y de la futura jugada, y los que ignoraban cómo la oligarquía más amenazante en los derechos humanos podía usurpar el poder y revestirlo de una forma democrática. Por un lado se encontraban los que sabían que la historia se repetiría de la misma manera, como los habían hecho hace dieciséis años atrás, como así también, en los gobiernos anteriores de facto, queriendo implementar las mismas recetas que sólo dañarían la dignidad del pueblo. Y por el otro lado existían los que querían un cambio sin comprender en lo más mínimo de qué se trataba ese cambio. El segundo grupo era en gran parte odiadores seriales debido al consumo exagerado de los medios de comunicación, como noticieros y programas de chimentos mediáticos, que nada podían ofrecer al conocimiento en sí, pero que podían formar el pensamiento de cualquier persona que comenzara a repetir sus mentiras, creyendo, y a su vez, creando un propio sabotaje para el consumidor de los mismos. En este grupo no sólo existían los que ignoraban totalmente la conciencia de clase, también existían personas con una formación y una instrucción universitaria, como así también muchos profesionales, los mal llamados intelectuales orgánicos, ya que si lo eran, su intelectualismo brillaba por su ausencia.
Fue duro y cruel despertarnos con la peor noticia, aun sabiendo que podría darse esa posibilidad, y que esto se lleve a cabo por el accionar de los funcionarios públicos y toda la perversión de su maquinaria represiva que le urgía saquear a los más necesitados, a los más vulnerables, a los niños con las mayores necesidades económicas, a los abuelos que poseían las jubilaciones más bajas, y especialmente a los trabajadores que no podían acceder a un trabajo digno y calificado.
El pueblo se había manifestado, los ciudadanos intentaban organizarse tratando de romper el cerco mediático que producían los medios hegemónicos de desinformación. Pero esto al gobierno de turno no le interesaba en lo más mínimo, lo que muchos ciudadanos expresaban como una voluntad generalizada.
Eran las diez a:m pasadas cuando la gente comenzó a llegar al lugar. Nos habíamos auto-convocados para demostrarle al gobierno que no estábamos de acuerdo con las reformas previsionales, laboral y tributaria que querían implementar a toda costa, cueste lo que cueste. Estábamos decididos a alzar nuestras voces para ser escuchados, y sólo de esta manera poder sentarnos a dialogar sobre un país democrático y no de una tiranía, monarquía o dictadura.
Jamás en mi vida había visto tanta gente reunida para manifestarse como ayer, se decía que aproximadamente habían quinientas mil personas en el lugar, algo nunca visto antes por mis ojos, por lo menos en un pueblo tan pequeño como el nuestro, y lo que se decía de boca en boca era que si la situación continuaba de la misma manera, hoy iba a ser mayor la convocatoria de los vecinos, ya que la gente no estaba dispuesta a ser atropellada en sus derechos ni en su poder adquisitivo ni en su calidad de vida, sólo porque unos cuantos funcionarios lo decidieran así.
La plaza estaba tomada de punta a punta, de esquina a esquina, había llegado tanta gente ahí a manifestarse que, fue necesario hacer nuestras las calles, y lo hicimos. Los cantos resonaban por todos lados y la esperanza encendía una pequeña chispa. Según se podía observar en las redes sociales, ocurría lo mismo en casi todas las provincias del pueblo, donde plazas y calles formaban parte de una realidad que los medios de comunicación no querían mostrar por miedo a la libertad de expresión.
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