¿Cómo te la describo… a la flaca? Sólo de ver su esquelético figura te hacía sentir ganas de reírte de ella. Sin embargo, tengo que decir que el impacto que ella dejó en mi vida fue inmenso.

Todo comenzó aquella fresca mañana de noviembre en la que mi amigo Lalo y yo estábamos en el parque después de clases matutinas. Nos gustaba ver y lanzar piropos a chicas de nuestra edad. Por alguna razón, la cicatriz que Lalo tiene en su boca -debido a una operación de labio leporino- resulta atractivo para las mujeres. En cuánto a mí, no puedo decir que lo físico era lo mío. Casi siempre pasaba desapercibido. Casi nunca entablaba una conversación plena con otras personas que conocían a Lalo. Lo que sí sé es que Lalo no tuvo prejuicios conmigo y me brindó una amistad sincera.

Aquella mañana, mientras hablábamos de nuestro futuro, estábamos él y yo a punto de despedirnos e irnos a nuestras casas. Justo en ese momento tres chicas pasaban frente a nosotros. En medio de las tres venía Jenny, una muchacha de 16 años cuya figura era un tanto risible debido a su delgado cuerpo. Lalo y yo vimos la oportunidad para tirar piropos a las muchachas e impresionarlas, pero al ver a Jenny me impresionó algo que no vi antes; sus ojos color avellana que brillaban con el reflejo del sol escapando a través de la sombra de las hojas de los árboles. Ante tal hecho, quedé impresionado y anonadado. Por un momento me perdí en lo profundo de sus ojos.

Una vez que se fueron, Lalo me preguntó si me sentía bien, ya que no salía de mi asombro.

Carmen era una de las muchachas que iba con Jenny aquel día y en poco tiempo se hizo novia de Lalo. Resulta que un día Carmen se acercó a nosotros y tomando a Lalo de la mano, le dijo algo al oído mientras ambos me quedaban viendo con una sonrisa. A lo lejos podía ver a Jenny como esperando una respuesta. Carmen se alejó y se dirigió a Jenny. Es entonces cuando con una fuerte palmada en la espalda Lalo me dice que mi oportunidad ha llegado. Yo no tenía idea de qué hablaba. En palabras poco ortodoxas, Lalo me explica que Jenny ha aceptado el reto de besarme y ya todo está acordado. Ante tal situación y ante mi negativa, Lalo insiste que no hay oprtunidad mejor para mí. Me preguntaba si todo esto se debía a mi evidente asombro hacr unos días. Terminé convencido por Lalo y cediendo al reto.

Jenny y yo fuimos llevados detrás de la cafetería del colegio y con evidente vergüenza entre nosotros, Jenny empezamos a hablar por primera vez casi en voz baja. Nos presentamos y luego no sabíamos qué hacer, era nuestro primer beso. Lalo y Carmen cuidaban cerca que nadie nos viera. Lalo nos apuraba y fue entonces cuando me decidí a acercar mis labios a los suyos, pero en una movida rápida, ella lo evitó. Su nerviosismo era evidente, pero en una segunda oportunidad, logré mi objetivo. Nuestro primer beso fue de unos quince segundos, húmedo y suave. Yo tenía mis ojos un poco abiertos y me di cuenta que ella lo disfrutó, pero en mi interior, yo no sentí lo mismo.

Cuando terminamos, Carmen y Lalo nos felicitaron, pero yo sentía un poco de vergüenza por haber besado a Jenny «la flaca.» Ahora yo iba a ser objeto de burla de todo el colegio. Jenny se veía contenta y satisfecha. En mi interior había una pugna; por un lado, me gustó el beso, por otro lado tenía que lidiar con el hecho de haber sido el que estrenó a Jenny con su primer beso.

Una noche, estábamos mi hermana menor Ana y yo viendo series de televisión, y cuando ella se levantó me preguntó por mi «novia» Jenny. En tono de burla, ella abandonó la sala sonriendo. Para mí la pesadilla empezaba en mi casa.

En el colegio, todos me quedaban viendo. Mi beso con Jenny era ya del dominio público. Para empeorar las cosas, se decía incluso que ella era mi novia. Durante el recreo, Jenny me veía de manera coqueta a lo lejos. Al terminar el receso, Lalo se acerca a mí y me dice qué tengo una cita el sábado con Jenny a las cinco de la tarde en la cafetería de la esquina del parque, incluso Carmen y Lalo corrían con los gastos. Al discutir con Lalo que está situación no iba a resultar como todos esperaban, pensé que sería una buena oportunidad para aclarar las cosas con Jenny, por lo que terminé aceptando.

El sábado a las cinco, llegó Jenny muy bien arreglada, tanto que hasta casi cambio de opinión, pero tenía que estar firme en mi decisión. En el momento que ella y yo estábamos en la mesa, ella me robó un beso que me dejó petrificado. Tuvimos una cita muy amena y cuando la fui a dejar a su casa, me despidió con beso muy apasionado.

De regreso a casa, encontré un auto estacionado afuera de mi casa. El auto tenía una calcomanía con un apellido peculiar. Al entrar, mi mamá me dice que hay un hombre esperándome en la sala. Después de hablar por casi una hora con aquel hombre, no pensé jamás en dejar a Jenny, aunque tal situación me generara problemas en el colegio.

Un sobre con la inscripción «Kirk» me llegaba cada mes con 100 dólares, y resulta que un día mi madre me dijo que Leonardo Kirk me llamó por teléfono. Fui a su cada y encontré a Jenny a punto de morir y con último beso ella expiró. Jenny Kirk falleció a los 15 años por cáncer de estómago. Su padre me envío un sobre cada mes con cien dólares por fingir amar a su hija y hacerla feliz durante sus últimos días. El dinero lo uso hoy para la enfermedad de Ana, Leucemia.

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