LO QUE LAS ESTRELLAS MIRAN

LO QUE LAS ESTRELLAS MIRAN

Todos tenemos una estrella que nos observa, que se lleva nuestra imagen a años luz.

Paco, el portero del colegio mayor, es un ocioso de la fotografía. Está aburrido y anclado…, casi inánime. No es un hombre atrevido y Trinidad, la maestra del jardín de infancia de la otra acera, no muestra interés alguno por charlar con él. Ella es la chica más hermosa y deseable de la tierra, su ángel. Él, a veces, va y le pide folios, o tizas para que los cocineros cambien el menú del comedor estudiantil. Un día incluso llegó a pedirle pinzas para la ropa. Se sintió ridículo.

Paco ocupa espacios vacíos capturando intimidades fuera y dentro de la residencia. Sus indiscreciones son más osadas que él, llegando, incluso, a rozar lo incómodo.

Hasta que un día, por una vez, no es él el indiscreto.

—Paco, Margarethe y Wilson han llegado de Escocia. Quieren alguna información para su hija. ¿Puedes atenderles?

—Ahora mismo voy, señor director. Dejo las llaves de la sala de conferencias al jefe de estudios y atiendo la portería.

Paco informa al matrimonio de las comodidades, opciones y precios de la institución. Cuando se van, Margarethe hace una foto a la fachada. Paco acaba de cruzar el hall y mira al objetivo. La cámara se lo lleva a Iverness, la ciudad sin límites… la capital del Lago Ness…

Hoy es el último día de curso, los chiquillos están revueltos, hay una submarinista, un capitán de barco, un patito de goma, un sol, ¡e incluso hay un barquito de papel! La profesora se ha puesto un traje de baño del siglo diecinueve.

—¡Chicos, venid aquí todos!, ¡vamos a hacernos una foto de grupo!

La maestra coloca el trípode, coloca a los niños y regresa al trípode para ajustar la polaroid—¡No os mováis, en seguida está! ¡Hacedme un sitio pequeño que voy!

—¡Aquí, seño, aquí!

Gritan todos a la vez.

De pronto, al patito le da por intercambiar su sitio con el del delfín. Al fin, enfoca. Oh, vaya, ahora es la niña rubia en bañador, la que tiene un polo en la mano, quien se cansa de posar y se sienta junto al sol. Menos mal que el helado es de goma eva.

La foto de grupo es espectacular , colorida, nítida, entrañable, solo que… ninguno de los niños está mirando. La maestra sonríe a la cámara. Segundos después también sonríe a la foto en papel y regresa a casa.

—¡Madre, ya estoy aquí!, ¿dónde te has metido, mujer? ¿Quieres ver algo gracioso?…

¿Mamá….?

La madre de Trinidad está tirada en el jardín. Aun tiene asida la regadera entre sus manos. Las flores parecen menos exóticas. Ningún viandante ha reparado en ella, a pesar de que no hay vallas…

—Ha sido un infarto—explica el médico forense, Filson, que ha llegado hace treinta minutos.

Filson también corre peligro. Morirá pronto, hace tiempo que su estrella no le mira.

Un japonés se ha quedado maravillado con el jardín. Las hermosas flores no le permiten ver a Trinidad y a Filson, que están agachados junto al cadáver de la anciana. Ambos escuchan el click , la maestra se incorpora, aun lleva el traje de baño puesto; Filson mira a cámara.

El nipón se lleva consigo un par de instantáneas. Lástima que no pueda fotografiar el aroma, se dice. El chico esta recorriendo el mundo, y su próximo destino es Iverness, le han dicho que quizás pueda inmortalizar al monstruo.

Iverness

¡Socorro! ¡Socorro! Dios mío, ¿cómo he llegado hasta aquí?— Paco se hunde en el lago, puede flotar, pero sus brazos están entumecidos por el frío. Nota el agua arremolinada a su alrededor, incluso olas se levantan en la superficie.—¡Socorro!—sigue gritando mientras algo inmenso empieza a salir del agua, y él intenta alcanzar la orilla.

—¿Ha escuchado esos gritos de auxilio, señor Filson?

Trinidad aun está conmocionada por la muerte de su madre, todo le parece irreal, incluso el paraje donde se encuentran y ese enorme lago a sus pies. Quizás las voces pidiendo ayuda vengan de su propio interior. Filson se pone en pie. Abre más los ojos. Se los frota. Se pellizca. Observa a Trinidad llorosa, tan normal… Conduce su mirada a los gritos de auxilio y ve a Paco. Se lanza al agua y la chica le sigue, quizás allá en el fondo esté su madre. Un ser enorme emerge entre Paco y ellos dos, retorciéndose en el agua. Algo molesta al monstruo, que ha abierto las fauces. El agua del lago está tan agitada que Paco, Filson y Trinidad confluyen el el mismo remolino. Son como pulgas para una criatura tan grande, igualmente, morirán por ahogamiento. La atención del monstruo ha sido captada por el motor de un parapente. Va un japonés en él, y lleva una buena cámara.

—Ahí está…—murmura—. La tengo

El oriental desciende un poco más, necesita verla de cerca. La cabeza del monstruo queda por encima de su parapente.

De repente Paco lo hila todo. Ve a su chica, la mujer más hermosa y deseada, su ángel; mira al oriental, lleva una cámara similar a la de aquel matrimonio escocés; luego reconoce a Ness, y grita:

—¡Arriba!¡Arriba! ¡Miren hacia el objetivo!

El descomunal ser desvía la atención hacia Paco. El japonés dispara y festeja:

—¡La tengo! ¡De nuevo tengo la foto de la mujer más hermosa y deseada del planeta!

Filson, que ha recuperado la mirada de su estrella, permanece una semana más en el país; Paco y Trinidad vuelven juntos desde Tokio. Les queda un largo camino por recorrer y las horas de conversación les van acercando las aceras del colegio mayor y de la guardería.

…Hay tantas maneras de cruzar una calle y encontrar la estrella…

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