El soplo de la Muerte

El soplo de la Muerte

KarLiss

17/12/2018

Después de haber caminado toda la mañana buscando en los botes de basuras en las afueras de varios restaurantes de la avenida, decidió desplomar su cuerpo recostado a un gigantesco muro de hormigón; lo único que lo acompañaba ese día era una taza plástica, que era ese santo grial que le permitía poder saborear un bocado de pan fresco, proveniente de las monedas que recolectaba de aquellos transeúntes amables que dirigían su mirada hacia él. Su familia, un perro pitbull y un perro Beagle, se habían convertido en su más ferviente motor para encontrarle sentido a una vida que se había transformado en una amarga monotonía.

Por las noches en las frías calles, mientras todos a su alrededor retornan a sus hogares, él solo se dedica a caminar por largas horas, intentando encontrar el lugar perfecto que le permitiera poder confiar amablemente su sueño a Morfeo. Sus dos caninos, son conscientes de la travesía a la que están expuestos a diario, y lo motivan a seguir, al no pausar su paso.

Ese día mientras transitaba por la interminable avenida, quedó embelesado por una hermosa chica a través del cristal de una heladería prestigiosa; todo a su alrededor parecía hacerle énfasis a la belleza de tan angélica mujer; ella, al sentir la presión de una mirada externa, lo enfocó e instantáneamente mostró un rostro de desagrado, mirándolo tan despectivamente y sonriendo en tono de burla. No hubo necesidad de palabras, su mirada le mostró desprecio, al pensar que un tipo como él jamás podía fijarse en una mujer como ella. David, como solían llamarlo los pocos que lo conocían, era un chico apuesto, pero su estancia en la calle lo había desaliñado y convertido en un fiel reflejo de un pordiosero; se sintió como mosca en leche, por haber intentado pretender a una hermosa mujer en su condición sin nada que ofrecer, más que harapos viejos y un morral con solo pocos datos de lo que había sido su vida.

Caminando sin sentido por largas e interminables avenidas, casi como por arte de magia, su existencia se difumina en una angosta calle, que de par en par encierra una extensa red de drogadicción. Inevitablemente desde cualquier lugar donde se encuentre, su carne encuentra ese abominable antro de perdición. Es un gran centro de acopio, resguardado por viejas y deformadas tejas de zinc y tablas que simulan ser paredes de concreto. Mientras se adentra a ese macabro lugar, recuerda que lo único que lo ata a algún pasado, es esa interminable adicción a la cocaína, que, en cada dosis, consume un poco de su vida, desterrando aquellos recuerdos que lo aferraban a algún vínculo familiar.

Con las pocas monedas que recolectó de haber permanecido horas sentado esperando a que alguna persona se apiadara de su existencia, se dispone a ver aquel negro listado de perdición, ansioso por saber que tan largo será su viaje interestelar ese día. Se dispone a inhalar de un soplo la dosis de ese polvo endemoniado que lo maniobra entre dimensiones desconocidas y la cruda realidad que lo asecha. La única familia que posee, sus 2 canes, sostienen un constante ladrido, tratando de espantar esa mano de demonios que esperan ansiosos hacer parte del cuerpo de su amo.

David, ya iniciado en su viaje de otra dimensión, ve cómo las luces de los vehículos que transitan por la avenida, empiezan a moldear rostros, aquel callejón de maldición, comienza a verse colorido, lleno de figuras maquiavélicas que tocan una melodía infernal que arrastra todas esas almas sumidas en vicio hacia un carnaval de penurias… queda un poco alarmado por que en medio de la calle dimensiona una gigantesca mano que empuña varios seres con aspecto demoníaco, uno de ellos lo mira fijamente y con una gigantesca espada lo atraviesa. Despavorido empieza a pedir ayuda y puede notar cómo las personas lo miran con desconcierto, apartándose de su camino, para evitar tropezarse con aquel loco vicioso.

Corre junto con sus canes sin tener en cuenta los vehículos que se mueven a gran velocidad, un vehículo logró esquivar los perros, pero le fue imposible con David, arrojándolo varios metros por la avenida. Todo a su alrededor se conmociona, las personas empiezan a arrumarse para ver lo sucedido. Una mujer en medio de la multitud grita despavorida: – Hijo, ¡resiste por favor!!!

Se acerca sin titubear al cuerpo del joven muchacho, que yace en el suelo semi inconsciente, todo ensangrentado y con varios huesos rotos. Él solo puede ver en su travesía de paranoia, como la oscuridad empieza a nublar su alrededor y varias figuras de origen desconocido, van acercándose para acecharlo; sabe que morirá ese día… unas lágrimas se escapan de sus ojos por que recuerda a sus canes, teme dejarlos abandonados. Le sorprende ver a esa mujer llorando por él; en ese poco aliento de vida la mira fijamente y toca su rostro, en ese instante lo recuerda todo… era su madre.

Recordó su hogar, pudo retornar a aquel sentimiento de felicidad, podía sentir el amor de su madre una mujer viuda, que trabajaba duramente para sacarlo adelante, ella se veía obligada a dejarlo solo en casa para poder brindarle algunas comodidades; se estremeció al visualizar a su madre insistiéndole que regresara a casa y abandonara el maldito vicio, pero él se encontraba sumergido en el éxtasis de esa satisfacción de sentirse en otro planeta y decidió partir para dejarse consumir por la calle y su adicción.

Podía sentir cómo le quedaban segundos de vida en su cuerpo, así que los utilizó para pedirle perdón a su madre. En ese momento dejó de respirar y aunque los paramédicos intentaron reanimarlo fue inútil, su partida era un hecho, ya que la cocaína, había evitado todo intento por salvarlo.

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