Observe sorprendida el ritual pagano, sentí miedo pero en realidad no podía dejar de mirar.

Yo vivo en el hueco de un paraíso añoso, ubicado en el fondo de un gran lote. Aquí conseguimos instalarnos hace un tiempo con mi madre y mi gran familia.

¡Qué suerte acá no nos molestan, no vienen a robarnos lo que producimos!

Es un barrio de quintas, alejadas del centro de la cuidad y muchas solo se habitan en verano otras están habitadas pero un tanto alejados de nosotros.

Roberto y Ana fueron los protagonistas y yo, nada más que un testigo sin palabras.

Ya debería estar adentro. ¡Pero no puedo dejar de mirar!

Ellos son mis vecinos más cercanos, viven en una cabaña según dicen muy linda, al frente del lote.

Yo no cambio mi árbol añoso. No quiero vivir como mis primos en cajones, es feo.

Roberto es un hombre oscuro, osco de malos modales y siempre se lo ve sucio y desaliñado. Creo que no trabaja, siempre está en la casa. Lo he visto espiando en la casa del vecino, no sé con qué intención.

Ana es una mujer menuda, siempre parece cansada, ella si trabaja, la veo salir temprano y legar a la tarde. Se le nota el miedo que tiene, mira para todos lados, como si alguien la siguiera.

Roberto y Ana son hermanos, no sé quién es mayor, creo que se han quedados detenidos en el tiempo, atemporales a sus propias edades.

Escuche que vienen de varios lugares, son como los caracoles, andan con la casa acuesta, no los quieren los vecinos.

Ya debería entrar, mi madre no quiere que ande tarde afuera de casa.

No debo comer tanto, me pongo perezosa.

¿Qué están haciendo? Están preparando una mesa como si fueran a comer, Roberto trae una chuchilla muy grande y Ana un pequeño cordero.

Entre ambos lo suben a la mesa patas arriba y lo estaquean.

El cordero bala asustado; Roberto y Ana murmuran cantos que no llego a entender. Entre mezclados con el balido del cordero. El clavo la cuchilla en el esternón del animal, lo está abriendo. Coloco sus manos hasta poder sacar el corazón entre diástoles y sístoles moribundas.

Ambos gritan mientras tomar la sangre caliente aun . Se frotaron los rostros y manos con la sangre que se está coagulando.

Me da miedo, no debería estar viendo esto, si mamá se entera me castigara.

Pensé que todo había terminado… ¡Pero no!

Roberto y Ana comenzaron a tocarse íntimamente, perdiéndose en un abrazo carnal, lujurioso y obsceno.

Me di cuenta por que no eran bien vistos por los vecinos y se mudaban continuamente

El rito que realizan es el inicio del incesto.

Debo irme no quiero mirar más…

Jamás contare esto a nadie, solo soy una abeja y el secreto está seguro conmigo.


Marcela Beatriz Coñequir

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