¿Y si nos queremos como nunca antes nadie se ha querido?

¿Y si nos queremos como nunca antes nadie se ha querido?

Lídia Tomàs

17/11/2017

Antes de leer este relato, aclarar que se trata de un diario dirigido a lectores aún desconocidos para mí. Aprovecho esta ocasión para narrar mis sentimientos hacia mis seres queridos, contando la historia de familia a mi manera.

Me llamo Lídia y necesito contaros la explosión de sentimientos que he llegado a sentir gracias a personas muy especiales para mí.

Me gustaría empezar diciendo que mi vida se resume en todos esos momentos en los que he amado la vida y me la han hecho amar. Lo demás, simplemente son años y lecciones de aprendizaje. A día de hoy, sigo pensando que las únicas personas imprescindibles en ella, son mamá y papá; ellos me han enseñado a amar a base de demostraciones.

Sin ellos, desconocería la sensación de sentirme arropada con cada abrazo en los que me siento hogar, no sabría qué significa la palabra «te quiero demasiado» y el «no existen límites a la hora de querer» ni tampoco el sentido de la contestación de un «y no lo olvides jamás.» Porque el hecho de querer, sé que es algo rutinario, necesario, esencial para ser feliz y, a menudo, hay personas que parece que se les haya olvidado amarse a sí mismas y yo creo que es consecuencia de no haber tenido esa familia, ese apoyo familiar ni esa sonrisa que tanto necesitamos recibir en ciertas ocasiones.

Y es que, gracias a mis padres, sé que no debo exigir para ser correspondida, que los sentimientos van y vienen, vienen y van; vuelven, regresan y desaparecen, para siempre o temporalmente, al igual que ocurre con las personas. Sin embargo, ellos, mi familia, siguen estando ahí. Por eso, quizás, la definición más cercana a la idea del amor incondicional, sea la suave caricia de una madre a su hija o el ataque de risa del hijo por las cosquillas de su padre. Como lo es también la sonrisa de un hombre al escuchar que pronuncia por primera vez su niño pequeño la palabra «PAPÁ» o por las lágrimas de una mujer al ver cómo su bebé empieza a dar sus primeros pasos, señal de que está listo para emprender su camino y empezar a andar.

Mi familia no es perfecta, pero es feliz. Pues nos enfadamos mucho, pero por suerte, siempre lo resolvemos a base de besos y sonrisas.

Mis padres, son los mejores profesores, médicos, abogados, dentistas, enfermeros, cocineros y amigos que he conocido nunca. Pues sin ser especialistas, consiguen hacer de cada instante, un momento especial y extraordinario. Y qué bonito.

Ellos saben que les quiero, lo que no saben es que sólo los quiero para amarlos. Porque querer en sí, significa desear poseer alguna cosa. Sin embargo, amar significa desear la felicidad absoluta de la otra persona, mostrar sentimientos y emociones hacia ese alguien y tenerla como prioridad en tu vida.

Mi familia no vive unida, pero jamás está separada. Pues yo creo firmemente que mientras las personas sigan pensándose, ni la distancia, ni el tiempo ni ninguna circunstancia, podrá impedir seguir cultivando el amor entre ellas.

Esto probablemente no sea una historia de familia normal y corriente. Porque no cuento cómo aprendí a ir en bicicleta ni tampoco cómo mi madre me daba de comer como si mi boca se tratara de un aeropuerto o cuando mi padre se tenía que disfrazar para que mi hermano Óscar se terminara el plato que menos le gustaba. Quizás, porque cuando cuento que mi familia y mi vida se resume a base de sonrisas, es ahí donde incluyo todos esos momentos que, para mí, son inefables; tan extraordinarios e intensos y tan bonitos de vivir que a la hora de contarlos, no me salen las palabras exactas para describir esos recuerdos tan perfectos.

Y supongo que las mejores cosas de la vida son las mismas que nunca lograremos explicar con palabras. Eso sí, mientras las sonrisas sigan siendo el lenguaje internacional del amor, todas las personas seremos capaces de entendernos.

Porque vivir es amar o porque amar es vivir. Porque familia es felicidad o porque felicidad es familia. Sea lo que sea, yo sé que amo mi vida por la familia que tengo que me hace ser tan sumamente feliz.

Para terminar, me gustaría retar a todas las personas valientes, capaces de hablar a corazón descubierto a que le pregunten a esa persona tan especial, la siguiente pregunta: ¿Y si nos queremos como nunca antes nadie se ha querido?

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