Últimas órdenes

Últimas órdenes

Ana Yépez

09/11/2017

Hija: ¡Hola Mamá!, ¿Qué tal estás hoy?

Madre: No muy bien Lola, me quiero morir, estoy aburrida de vivir.

H: No digas eso mamá, sólo estás un poco triste.

M: ¿Por qué a la gente le parece una tontería que uno se quieramorir?

H: No es eso mamá, por qué no te vistes y damos un paseo por el jardín.

M: ¿Tú crees que el infierno existe?

H: No lo sé, pero más vale que exista el cielo.

M: Yo no creo que exista nada, ¿sabes?, te mueres y se acabó, como cuando te duermes y no sueñas.

H: ¡Mamá!, no pienses en eso ahora, vístete, te vendrá bien un paseo.

M: Cuando me muera quiero que me maquille María.

H: Mamá, no te vas a morir, estás muy sana.

M: Que me pongan los pendientes de esmeralda, los que me regaló tu abuelo cuando naciste.

H: Quieres que te saque un vestido, si quieres puedo llamar a la enfermera para que te peine.

M: ¡La enfermera no!, que venga mi peluquera y me haga un moño.

H: La peluquería hoy está cerrada mamá, es domingo.

M: No me refiero a hoy hija, cuando me muera.

H: Si quieres después de dar un paseo podemos acercarnos a la heladería.

M: No vayas a olvidar la autopsia, que no me entierren sin hacerme la autopsia, me horroriza la idea de que me entierren viva.

H: Mamá, precisamente por eso elegiste la cremación.

M: He cambiado de opinión.

H: ¿Y eso?

M: Por tu padre, quiero que me entierren con él, no vaya a ser que haya divisiones.

H: ¿Qué divisiones mamá?

M: Los incinerados en un lado y los enterrados en otro.

H: Mamá, ¡por favor!

M: ¿Y tú qué sabes?, es mejor ser precavido.

H: Pero no acabas de decirme que no crees que haya cielo o infierno.

M: Sí, lo he dicho, pero ¿y si me equivoco?, mejor tener preparado un plan B.

H: Bueno, si quieres te mando a poner una campanita en el ataúd por si te despiertas y nos ahorramos los trámites de la autopsia.

M: No lo digas ni en broma Lola, me horroriza la idea, la autopsia, ¡júramelo!

H: Sí, mamá, te lo juro.

M:¿Tú crees que servirá de algo confesarse antes de morir para librarse del infierno o del castigo divino?

H: ¿Quién sabe?, pero para eso tienes que recordar todos tus pecados y arrepentirte, sino no funciona.

M: ¿Y cómo acordarse de todos los pecados?, son muchos años.

H: Ahí está el problema, quizá por eso la gente que presiente su muerte se pasa el día en la iglesia pidiendo perdón, no vaya a ser que se le olvide alguno y se pase la eternidad ardiendo.

M: No digas eso, no me angusties, estoy muy mal del corazón.

H: La culpa es tuya por sacar el tema.

M: ¿Y si repaso los diez mandamientos y busco uno a uno mis pecados?

H: Pues ya puedes llamar a la secretaria para que tome nota.

M: Hija, Lola, que no te oigo, ¿me estaré quedando sorda?

H: No mamá, ¡qué vas a estar sorda! Mira, este vestido te queda muy bien.

M: ¿El vestido?, ¡claro!, tenemos que escoger el vestido, casi lo olvido.

H: Éste, éste puede servir, si sólo vamos a dar un paseo por el jardín.

M: Creo que el vestido de Dior puede servir, sí, es perfecto.

H: Mamá, tú no tienes ningún vestido de Dior.

M: ¿Cómo que no tengo un vestido de Dior?, el azul, el que me compré para la boda de la hija de Pitita Jiménez-Suárez.

H: Mamá, aquel vestido te lo hizo tu costurera y tú le dijiste a la prensa que era de Dior.

M: Pero, ¿cómo puedes decir eso?, me lo compré en París, auténtico Christian Dior.

H: Lo que tú digas mamá, pero de todas maneras es muy elegante para dar un paseo por el jardín.

M: ¿Y quién piensa en el jardín?, yo hablo del vestido para mi entierro.

H: ¿Todavía sigues pensando en eso?

M: Las cosas hay que planificarlas con tiempo, Lola, siempre te lo he dicho.

H: Una vez que estés muerta que más da el vestido con el que te entierren, el maquillaje y el peinado, estás muerta, se acabó.

M: Claro a ti te encantaría que yo fuera hecha un adefesio a mi entierro y todos digan: “pobre María Antonia, cómo habrá sufrido, con lo que era ella, siempre perfecta”.

H: No te preocupes, tu díctale a la secretaria todos los detalles de los preparativos para tu entierro, incluyendo la esquela y la inscripción de la lápida y yo seguiré tus últimos deseos al pie de la letra.

M: Eres muy fría con tu madre, nunca te has interesado por mis asuntos, siempre metida en tus libros, para esto he tenido una hija.

H: Las hijas no se tienen por algo en concreto, eso era antes, cuando la hija pequeña no se casaba, no estudiaba y se quedaba en casa cuidando de sus padres ancianos y preparando sus funerales.

M: Pues tú eres mi única hija.

H: Sí mamá, en eso tienes razón, quieres vestirte de una vez.

M: Tú crees que si me entierran mi alma puede estar junto a tu padre allí arriba.

H: Previa estancia por el purgatorio, unos cien años.

M: ¿Qué dices hija?

H: Nada mamá, seguro que es el primero que te estará esperando.

M: Ojalá tengas razón hija, esto me tiene muy angustiada.

H: No debes angustiarte, si estás en paz con tu conciencia, no has hecho daño a tus semejantes, sobre todo a tu familia, no debes temer, seguro que estarás junto a papá toda la eternidad.

M: Claro hija, claro, pero…

H: Sí mamá

M: Nada Lola, nada, dame el vestido y daremos un paseo por el jardín.

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