Esta es una historia

donde la gente mala ni buena es;

sólo basta decir que como Don Ernesto y Doña Victoria

no han existido personas con mayor sandez.

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Todo comienza en un pueblo

donde vivía la pareja ya nombrada,

la cuál asistía frecuentemente a su templo

a rezarle a la Virgen para que les ayudara.

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Los pobres veían que ya no les daba,

ni con los rezos «la lana» les llegaba.

Doña Victoria lloraba y lloraba

mientras Don Ernesto de hambre la mataba.

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Y en una mañana al despertar

Don Ernesto se dio cuenta de un milagro:

¡Santa Madre de Dios! –gritó pasmado –

era la Virgen en su televisor.

Y exclamó: ¡Mujer, ven a ver lo que ha pasado!

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Doña Victoria fue corriendo

a observar lo ocurrido

y al llegar de rodillas cayó diciendo:

¡Virgencita, gracias por habernos oído!

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Atónitos ante tal revelación

sin pensarlo dos veces la Doña se levantó

y fue a llamarle a su vecina Asunción,

la cual, asombrada, de rodillas también cayó.

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Ya pasada la tarde

la noticia corrió con rápida difusión

y dentro del pueblo creció el alarme

creando una visita a la “Virgencita de la televisión”.

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¡Oh, sorpresa para Don Ernesto!

pues en un santiamén su casa quedó

repleta de gente diciendo que “de esto

al padrecito aún no se le informó”.

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Con toda prisa fue la gente

a avisarle y preguntar al padre lo que se debe hacer

y la respuesta del ministro fue: ¡Rápidamente!

un altar hay que poner para poderle limosna ofrecer.

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Al ser ya muy noche

la gente se empezó a ir,

mientras la pareja festejaba con ponche

por la lana que estaban por recibir.

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Y así pasaron los días

y Doña Victoria y su esposo fueron recogiendo

la limosna que la gente ofrecía

cuando le rezaban a la Virgen en su humilde aposento.

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Pero al pasar el mes

les llegó la cuenta de la luz

y con sorpresa supieron que su milagro no fue

más que un engaño inventado por su estúpida testuz.

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Pues esa imagen que vieron

no era más que un fallo

y durante todo ese tiempo prendida dejaron

la televisión, lo cual le causó al Don un gran desmayo.

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Ya toda la lana que habían cobrado

la perdieron y mucho peor quedaron;

con esto se demuestra que lo ganado

no viene sólo del Cielo, sino de lo bien trabajado.

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